martes, 21 de mayo de 2013

Una tarde con el poeta


Publico hoy mi cuento semanal en homenaje a Rosa Sánchez que tanto se esforzó por hacerme sentir acompañado este fin de semana de magia y literatura.
Que estéis bien.
Un cálido abrazo de luz.

Me dije que volvería a aquella casa, una casa como la mía, en la que un lejano junio nací.
Me dije que aunque tornara solo, cual así es mi destino, encontraría refugio porque en ella, ya para siempre, flotaría la amistad que me condujo hasta ella.
Me dije, tantas cosas me dije.
-¿Es ésta la casa de don Miguel?
-Ésta es.
-Al fin llego. Pregunta a unos y a otras, unos que te señalan para allá, otros para acá. ¡Qué poco comprenden! Si no veo el punto que indican de qué me sirve.
-Pasa, buen hombre. Que aguardándote estaba.
-En la anterior visita que hice me recibió el conserge, muy voluntarioso y cortés él. ¿Dónde fue? ¿No habrá sido una víctima más de la crisis de turno y lo habrán mandado al paro?
-Ah, la poesía. Supe que vendrías y quise ser yo quien saliera a tu encuentro. “Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos, que son dos hormigueros solitarios.”
-Vaya, muy propias sus palabras de recibimiento para este ciego que recordando ahora, dice: “¡Oh, primavera verde de deseo, qué martirio tu vista dulce y alma, para quien anda solo y miserable!”. Así vengo, de esta guisa me siento.
-No hagas tal, ciego amigo. Que el humor vence al dolor. Que sitú, compadre, de ceguera padeces, yo de incomprensión y muerte la copa repleta me hicieron beber. Burlas recibí por como aldeano pobre vestir, desprecios recibí por sembrar literatura entre el pedregal y martirio sufrí tras anteponer el amor y la libertad a la realidad. Pero, pasa, pasa; que la higuera, con su sombra y sus frutos, nos acogerá.
-Sí, la higuera. No es árbol de bien y mal, de verdades prohibidas. Es tutor de palabras nuevas y faros refulgentes. La otra vez toqué su tronco retorcido y nudoso. Una hoja quisieron que me llevara pero yo rechacé semejante ofrenda porque en el alma portaba su verdor y magia, con pepitas rosadas, henchidas de turgente dulzor.
Tomo su famélico brazo, noto su temblor de eternas lombrices corredoras. Su voz es quebradiza, como debían ser los cantos sueltos en la serranía adonde las cabras apacentó.
-Siéntate, compañero. Aquí, a mi lado, en esta silla de anea y esparto. Aquí donde tanto lloré a mi amigo Ramón. “(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha
muerto como del rayo Ramón Sijé, a quien
tanto quería…” Sé que me comprendes, que tú también lloraste muertes de otros amigos.
-Sí, sí. Pero… ¿será que mi ceguera me invade la mente? ¿Quién es usted, anciano anfitrión?
-¿No lo has adivinado aún? “Por el cinco de enero, cada enero ponía mi calzado cabrero a la ventana fría…… …Nunca tuve zapatos, ni trajes, ni palabras: siempre tuve regatos, siempre penas y cabras.”
-¡Don Miguel Hernández! Usted es. Semejante privilegio los hados me hacen. Yo que en las huellas del cuento vierto mi afán, estar a su lado de orgullo me llena. ¿Cómo puede ser?
-Pues, cómo ha de poder ser. La literatura nos une, la amistad es bandera para ti y para mí y los orígenes de pueblo sin tierra quisieron ser nuestras cunas. Tú en la Soria de surcos arados sobre árida arena. Yo en estos laderos calcáreos de cuevas y riscos.
-Déjeme sentir su genio, permítame rozar con mis yemas hambrientas de luz su rostro. Que otro soñé con poseer y no me atreví.
-¿Mi rostro? Si tan solo es ya papiro de jeroglíficos borrados a la espera de que la dueña del alma a descubrirlos venga. “Todo era azul delante de aquellos ojos y era verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos. Porque el color hallaba su encarnación primera dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos”.
 -Colores, ah los colores. Aún recuerdo algunos, pocos ya. Hubo tiempo en que quise vivir en sueño porque soñando veía. Ahora ya ni eso. Mis colores hoy son palabras hermosas cuando nacen de labios de rubí y pechos de azúcar.
-Hijo, el tiempo se nos agota. Quise pedir que pudieras hallarme. Los dioses me lo concedieron con la condición de que un regalo te hiciese. Un regalo que los demás nunca podrán ver. Sé de tu lucha, conozco tu empeño tan costoso para ti y gratuito para ellos. Entrega, humor y renuncias. Sí, ésas son certezas de tu carácter para mi espíritu, habitante eterno de parnasos asentados en librerías de antiguos anaqueles. Tus Huellas junto a Alma de Alejandría me acompañan. John Hall, Isaac Tischler, Lázaro de Tormes o Alonso Quijano son vecinos de mis días sin fin. Y ellos y sus creadores apoyan mi misión: no te rindas, no cejes en tu utopía iluminadora, no dejes de recorrer caminos tras metas alcanzadas. Nosotros, los poetas somos tu maná que alimentará tu fuego. Marcha, sí; marcha a tu realidad de ojos velados, a tu rutina de barreras y obstáculos, de frustraciones y fracasos; pero también de triunfos, amistades eternas ganadas y retos superados. Ve en paz siempre adelante. No estarás nunca solo aunque solo te sientas.
Y él se fue serranía arriba, yo busqué la salida, sin saber cómo la encontraría, de aquella casa de pueblo. El bastón blanco me llevó hacia la plaza, mi cabeza golpeó el marco bajo y el último paso di. El frío cemento de la esplanada y la noche oscura de mi oscuro deseo me recibieron.
Buscaría donde guarecerme para asimilar aquel mágico encuentro. Preguntaría por dónde alojarme esa noche de sorpresa y emoción. ¿Una librería en la plaza de San Sebastián? ¿Un pub con nombre de capitán pirata?
-¿Puedo ayudarle en algo, señor?
Una niña me ha preguntado sin omitir nada, sin rubor ni miedo. ¿Será la musa que el anciano poeta me envía? ¿Será…?

5 comentarios:

amelche dijo...

El cuento sale tres veces seguidas. ¿Serán los duendes? La niña era Miriam, seguro.

Un abrazo.

Alberto dijo...

Ana, jejejejej. Creo que ahora ya sale sólo una vez. Estos de Blogger a veces nos tocan un poco las narices y más a mí con el tema de la accesibilidad. En fin.
Ah, esa profe qué lista es. Caliente caliente, jejeje.
Cuídate y gracias por avisarme de que estaba triplicado el cuento.
Besos

Rosa Sánchez dijo...

Aquí mi cálida respuesta,
paloma forjada al fuego,
con las alas desplegadas
dispuesta a emprender el vuelo.

Llega hasta una ventana
de palabras y deseos,
hasta el oído de un escritor
susurra bellos requiebros:

“Cuando te voy a escribir
el corazón me da un vuelco,
porque escribo con la imborrable
tinta del sentimiento…
No creas perecen las cartas,
no creas que ignoro los versos,
paloma me he vuelto, frágil,
de plumas como tinteros.
Cuando creas estar solo,
empieza a creer en los sueños,
en la poesía me hallas,
en la poesía me encuentro.
Al otro lado del río,
hay una higuera , un cabrero,
un escritor de relatos,
y una maestra de ensueño.
Yo como paloma voy libre,
libre surcando los cielos,
el verde tengo a mis pies
el azul como sombrero.
Tus ojos, tan expresivos,
no se me antojan tan fieros
como los hormigueros del poeta,
el poeta los tuvo negros.
Entrega, humor y renuncias.
Llevo prendido a mi cuello
un mensaje escrito en braille
para que lo lea Alberto.
No estás más solo que yo,
no estás más sólo que el viento,
vas y vienes cuando quieres,
guardas muy buenos recuerdos…”

La paloma se detuvo.
El poeta está durmiendo
en un retrato del pasado
que aún luce en blanco y negro.

La paloma duerme ya
refugiada en su agujero,
hasta llegada la mañana
no se acicala el pecho.

En un rincón enmudecen,
cartas viejas, retratos serios,
libros de nombre grande,
narradores de nuestro tiempo.

Cuando te voy a escribir,
palomas se tornan los versos,
y el rocío de la mañana
perla mi frente de nuevo.

Un mensaje de esperanza
la paloma lleva al cuello.
Un mensaje que atesora
un poema y un deseo.

Donde vaya ve mujeres,
y ve hombres sin sueños.
Aletea con viveza,
sobre un hombre muy risueño.

Se refugia en sus escritos
de ilusiones y beldad,
con la magia necesaria
para hacerlos realidad.

Oye latidos de alondra
y él, que las cree en libertad,
ignora que ellas en jaulas
suspiran al verlo pasar.

Palomas, poetas, alondras.
Lo ven pasar y enmudecen.
El escritor está creando,
desdramatiza su suerte.

Una paloma de para,
una paloma se detiene,
no la ve porque se esconde
pero a su lado está siempre.

Querido Alberto, reto conseguido. Acepta este humilde poema en agradecimiento a tu magistral narrativa, por tu esfuerzo y creatividad, por tus ansias de superación, por la magia y la ilusión… y por las atenciones y dádivas esparcidas sobre mi humilde persona. Con cariño. ¡Gracias!

amelche dijo...

De nada. Un abrazo.

Alberto dijo...

Rosa, bellísimo poema que apenas yo alcanzo a interpetar pero que sé, lo veo así, como algo especial que surge de tu bondadoso corazón. ¿Quién sería la maestra que junto a mí estaba esa mañana de domingo?
Gracias a ti por acogerme sin importarte mi ceguera y aceptarme con tan buen ánimo.
Besos de poetas encontrados.

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