jueves, 23 de mayo de 2013

Ley de Murphy o peripecias en la Renfe.

Ley de Murphy o peripecias en la Renfe.

Comparto, del blog de mi amiga Ana, http://amelche.blogspot.com.es/2013/05/ley-de-murphy-o-peripecias-en-la-renfe.html su relato de la peripecia que vivimos el pasado viernes a mi llegada a Alicante.
Un texto muy ilustrativo de las dificultades que una persona discapacitada suele encontrarse en el día a día visto bajo la óptica de una persona muy sensibilizada con el mundo de la discapacidad.
Seguro que os gustará tanto como a mí.
Por cierto, en Origuela, Rosa vino a buscarme enseguida creyendo que me iría a la vía pero de algo sirve mi amigo bastoncito.
Todo acabó bien aunque me duela ser objeto de todo ese trajín. Menos mal que me quieren que sino... jejejje

Todo parecía muy sencillo: ir a Alicante, recoger a Alberto, subir en el cercanías, bajarme en Elche y él seguía camino a Orihuela, donde lo recogía Rosa. Sin embargo, no contábamos con la Ley de Murphy ("si algo puede salir mal, saldrá mal", también conocida como: "la tostada siempre cae del lado de la mantequilla", de la mermelada o del aceite, añado yo). En resumen, que la Ley de Murphy empezó pronto a hacer de las suyas, para darle vidilla al asunto.
Yo sabía que la estación de Alicante estaba en obras por lo del AVE (se supone que llega en junio, ya veremos...) porque la había visto hace unos meses. Pero es que ahora ya no son obras, es zona de guerra llena de edificios vaciados totalmente por dentro (sólo quedan las paredes y el techo), zanjas por todas partes, vallas metálicas, obreros con casco, ingenieros haciendo fotos de los progresos y consultando con otros... Total, que de los andenes al vestíbulo sólo queda un estrechísimo pasillo por donde se agolpan los pasajeros.
Alberto, por venir de Madrid, tenía gratis el cercanías. Con una condición: hay que validarlo. Y, para ello, sólo hay una máquina en la entrada de la estación o el mostrador de venta de billetes. Le dije que le preguntara al personal de RENFE que le iba a ayudar al llegar (a mí no me dejaban pasar, sólo podían estar en el andén los viajeros con billete, no los familiares y amigos que iban a recoger a la gente), pero aquella señora sólo le aclaró que había que validarlo y, en cuanto vio que yo me hacía cargo, salió corriendo con la excusa de que tenía que ayudar a más pasajeros. Además, sólo teníamos veinte minutos entre los dos trenes, pero el de Madrid llegó diez minutos tarde, con lo cual, nos quedaba la mitad de tiempo.
Así que, dejé a Alberto junto a una valla de las obras (el de Madrid había parado justo al lado del cercanías, pero tenía que cruzarme toda la estación para ir a validar el billete) y me fui hasta la otra punta, sorteando viajeros y maletas lo más rápido posible. Llegué a la máquina, había un señor delante y luego, cuando intenté validar el billete con el código de barras, no había manera. Hala, tira para el mostrador y haz toda la cola, claro. Cuando por fin me atiende una señora, me dice que es en el mostrador de al lado. Otra cola. Por fin llego, el hombre intenta validar el billete, el lector de códigos no lee nada, lo pasa varias veces, a la cuarta o quinta, por fin, sale el billete para el cercanías. Salgo corriendo, literalmente, y oigo: "próxima salida cercanías con destino Murcia". Corro aún más que mi hermana en la media maratón de Almansa, consigo llegar entre las vallas hasta donde había dejado a Alberto, nos metemos corriendo en el tren. Todo lleno de gente, claro, éramos los últimos. Con maletas por enmedio, había sitios vacíos, pero sólo para una persona. Al cuarto vagón o así, por fin conseguimos encontrar dos sitios y sentarnos. ¡Uffff! ¡Prueba superada!
Paramos en San Gabriel y Torrellano, como siempre, y el tren se detiene más tiempo del normal para dejar pasar a otros. Ya llevamos quince minutos de retraso, pero lo peor es que no funciona la megafonía que anuncia las estaciones y entonces Alberto lo va a tener difícil para saber cuándo llega a Orihuela. Tampoco pasa el revisor, para avisarlo y que le ayude. Para más inri, en Torrellano se apagan las luces del vagón y el tren hace un ruido raro, parece que no va a arrancar, aunque al final arranca. Si es que, yo conozco los mismos trenes mugrientos toda la vida, en todas las otras líneas de cercanías he visto trenes mucho más modernos. Estos deben de tener como treinta años o más.
Para rematar ya la faena, Alberto se ha equivocado y le ha dicho a Rosa que llega una hora más tarde. Cuando se baja la gente en la primera estación de Elche, nos cambiamos de sitio y dejo a Alberto más cerca de la puerta. Me espero a la segunda y entonces veo al revisor trasteando en el cuadro eléctrico para intentar arreglar las luces, que siguen sin funcionar, y le aviso de que tiene que ayudar a Alberto a llegar a Orihuela. Llamo a Rosa en cuanto me bajo y me dice que está de camino, que no ha hecho caso de Alberto y se ha adelantado, menos mal, están entrando a Orihuela, pero hay obras y se tienen que desviar del camino usual. 
Al día siguiente cuando llego a Orihuela y veo la estación... se me cae el alma a los pies. "¡¡¿Esto qué es?!!  ¡¡Si lo llego a saber, no mando a Alberto aquí!!" Yo conocía (y además, había visto una foto en internet, buscando la dirección para hacerme un plano y saber ir de la estación a la librería donde se hacía la presentación del libro de Alberto) una estación de cristal, modernísima y maravillosa, pero resulta que la cerraron en octubre (de eso me he enterado después) por las obras, creo que del AVE también. Y ahora llegas a lo que llaman: "estación intermodal provisional", que han construido a cierta distancia de la estación real y es, atención: dos andenes sin valla ni nada, vamos, que si, como Alberto, no ves, te puedes caer a la vía fácilmente, un conjunto de prefabricados donde están los aseos, las taquillas de renfe y las de los autobuses ("intermodal" significa que hay unos diez espacios para aparcar autobuses un poco más allá) y poco más. Te hacen bajar en un andén, seguir recto, bajar por una rampa hasta otra vía, cruzar andando la vía, subir por otra rampa al otro andén y luego, por rampa o escaleras, bajar a la parte de las taquillas y la calle. Una carrera de obstáculos, vamos. Y más, si eres discapacitado.

2 comentarios:

amelche dijo...

Vaya, no sabía que lo habías reproducido. No me extraña que Rosa pensara que te ibas a caer a la vía, se podía caer cualquiera, porque no había vallas. Si llego a saber que esa no era la estación que yo creía (la moderna, hecha de cristal, que han dejado cerrada por obras y habrá que arreglarla cuando por fin piensen abrirla, porque lo del AVE creo que va para muy largo), me habría ido contigo o te habría llevado en coche.

Alberto dijo...

Ana, jejejeje. Nada que no fue para tanto. Estuvo muy bien así. Que no se diga que uno no es aventurero, eso sí:, como alguien dijo: "la aventura puede ser loca, el aventurero, nunca". Así que nada, cuando nos volvamos a ver más aventuras.
Besos agradecidos.
Confianza ciega en tus éxitos con el alemán y demás.

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