martes, 4 de agosto de 2009

La placentera vida de las marmotas


Ya se sabe: “duermes como una marmota” y más ahora que estamos de veraneo. Pero, además de dormir, fijaos en qué emplean su tiempo.
Disfrutemos de la naturaleza, cuidémosla y preservemos el monte. Por favor, alto a los fuegos, prohibido quemar.



En los tiempos que corren, cuando la mayoría de las especies se encuentran en regresión, no es frecuente que un nuevo habitante, una nueva voz, se incorpore al paisaje. Las marmotas desaparecieron de los Pirineos en un pasado remoto. Su nombre completo, marmota alpina, indica lo alejados que estos roedores se hallaban de la cordillera pirenaica. Pero hacia mediados de la década de los sesenta las marmotas fueron reintroducidas en la vertiente francesa del Pirineo central. Se trataba de suministrar una nueva presa a los osos y las águilas reales, liberando así a las crías de rebeco de la presión predatoria.
Roedores al fin y al cabo, las marmotas se expandieron rápidamente por la vertiente francesa y saltaron a la española por los pasos oscenses de Bujaruelo.
Puede que las águilas reales se hayan beneficiado de estas rechonchas presas. Los osos, desde luego, no.
En su avance las marmotas han ocupado los pastizales alpinos, los márgenes de las pedreras y casi cualquier espacio abierto por encima del nivel del bosque.
Sus agudos gritos se escuchan ahora por valles y laderas; una nueva voz muy llamativa, amplificada por los paredones y los grandes anfiteatros naturales que forman las montañas. Son, además, la representación de la buena vida. Gordas y bien alimentadas, sólo conocen los días soleados y apacibles de la alta montaña. Como las vacas alpinas, por cierto, con quienes comparten hábitat, pasto y buenas vistas. Estas pasan la mala estación a cubierto, rumiando en sus establos; aquellas lo hacen durmiendo a pierna suelta, desde mediados de octubre hasta la llegada del deshielo en abril. Las marmotas duermen su letargo como tales, abrazadas unas a otras en lo más cálido de sus madrigueras.
Titineos, mugidos y silbidos son, pues, señal de bonanza en la montaña.
Cuando despiertan, hambrientas, el escenario ante sus ojos puede ser tan grandioso como los llanos de Millaris, en Ordesa. Se trata del fondo herbáceo de una cuenca glacial, a casi dos mil metros de altitud, a la sombra del Monte Perdido y en el camino hacia la Brecha de Rolando. Las vacas pastan y rumian su tranquilidad. Las marmotas vigilan la mayor parte del tiempo; rara vez se alejan más de un par de metros de la boca de su madriguera. Y a la menor señal de peligro lanzan un silbido de alerta. Aunque, más que silbar, las marmotas ladran. Un ladrido muy agudo y potente que, a fuerza de repetirlo, parece perder su significado. Cada marmota es un vigía, todas están de guardia. Naturalmente, tienen sus códigos vocales. Una serie de ladridos muy rápidos avisan de una amenaza por tierra (hasta ellas se acuerdan de los osos pirenaicos); unos gritos más agudos y espaciados, con un tono más imperativo, indican que una silueta sospechosa se recorta contra el cielo.
Las águilas reales son ya tan pocas que la mayoría de las veces el supuesto enemigo es un buitre leonado, o quizá un cuervo. Lo normal es que al cabo de un rato la señal pierda su sentido, vacía de contenido de tanto avisarse unas a otras de supuestos peligros que ya conocen. La vigilancia en comunidad deriva en charla de vecinos.
Pero no sólo hay marmotas por estos prados alpinos. A diario, al caer la tarde, las bandadas de chovas piquigualdas realizan un carrusel que las lleva continuamente desde las crestas de las montañas hasta el fondo del valle. De vez en cuando se cuelan también los chasquidos de algunas chovas piquirrojas. A pocos metros sobre la hierba bisbisean los bisbitas ribereños alpinos; y en los piornos y enebros cantan los acentores comunes.
Todo esto forma parte de la rutina, de la apacible tranquilidad veraniega en los prados de alta montaña.

5 comentarios:

silvia zappia dijo...

Qué interesante tu entrada,Alberto! Y magníficamente escrita.Al leerte, ví y escuché a las marmotas, y también paseé por esos hermosos prados.


Mil besos,amigo!
(y me sentí feliz con tu visita,muchas gracias por tus palabras)

Alberto dijo...

Gracias Rayuela por estar ahí. Claro, cómo no te iva a visitar si encima me quitas las barreras. ¿Ves cómo no es tan difícil?
Que estés llevando bien el invierno.
Cuídate y felizósculo día.
Besos cariñosos.

Susi DelaTorre dijo...

Una precisa información, que nos reafirma sobre la imperiosa necesidad de cuidar la naturaleza.

Que éste verano sea solidario con el medio ambiente!

Y felices viajes... Tiflohomero!

Besiños!

Alberto dijo...

jejejej. Muchas gracias, Sosita por eso de los felices viajes. La verdad es que este año no me puedo quejar.
Que tú, también hagas cosas interesantes.
Un abrazo y feliz día.
Biquiños.

Anónimo dijo...

Mi novia y yo somos fans absolutos de estos roedores. El año pasado las vimos por primera vez y vimos unas pocas, pero este año ya hemos subido a Bielsa con prismáticos para poder verlas bien. En los llanos de La Larri, La Estiva, Chisagüés, el Ibón de Millás en Chistau, el Ibón de Urdiceto... Antes las escuchábamos, pero no las veíamos. Se camuflan muy bien en las rocas, pero están ahí y vaya si se las escucha (y nosotros pensando que eran pájaros...). Es muy divertido observar su conducta, cómo vigilan continuamente, cómo están alerta, como "marmotean"... Sin que te des cuenta ahí hay siempre una marmota vigilando tus movimientos para avisar a sus compañeras... Se lo recomiendo a todo el mundo.

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