lunes, 3 de agosto de 2009

En busca del holandés errante: crónica de viaje


En la línea apuntada en la entrada anterior, quiero hablaros de mi último viaje. Otro de ésos, como aquél que hice en busca de las huellas de Louis Braille, que ha dejado un recuerdo imperecedero en los pliegues de mi memoria.
Se trataba de recorrer una parte de los Países Bajos y cumplir otro de mis sueños. Siempre me había fascinado el triunfo de sus habitantes sobre el mar, lo plano de su orografía y la belleza de sus paisajes, plenos de verdor y colorido floral.
Y del ritual que siempre surge al compartir momentos en torno a la buena mesa, entre exquisitas viandas y charla entrañable, salió, cómo no, mi anhelo de homo viajerus frustrado y de las sensaciones que una persona ciega experimenta cuando visita otras culturas, otros parajes.


Los protagonistas de la aventura serían, además de mí mismo, los ya conocidos de este espacio: Alfonso, Paloma y Helena.
Y ya véis, algo que se gestó en el mes de noviembre del pasado año, se vio culminado entre los días 25 al 29 de julio.
Sin duda que las impresiones que yo os voy a relatar, seguramente no coincidirán con las que podríais haber experimentado vosotras y vosotros, pero sí estoy seguro de que os van a interesar y serán ajenas a las guías turísticas o libros de viaje.
No pretendo, pues, ser exhaustivo, sino haceros llegar las emociones que me han quedado para el recuerdo. Algunas fotos podéis verlas al margen, que os gusten.

La organización perfecta: el que fuéramos un número reducido pero con intereses y caracteres similares, el ingenio de Helena, la experiencia de Alfonso, la planificación, su empeño, lo mismo que el de su mujer, por pensar en todo momento en qué podíamos percibir mejor Helena y yo, qué cosas nos llegarían más, sus descripciones, su búsqueda por descubrir lo que podíamos tocar para verlo…
El espíritu abierto y positivo de los cuatro que fuimos: adaptarnos con el mejor de los humores a situaciones imprevistas que siempre se producen en cada viaje: descubrir cuando sales de la ducha que no tienes toallas para secarte, amén de un pañito hecho para duendes, el ir a parar cuatro españoles a cenar a un restaurante griego en plena ciudad de Utrech, claro, teníamos que cenar pegados a su canal principal.
El valorar la componente espiritual: la emoción de pisar el angosto espacio que acogió a la familia de Anna Frank, el sentir la energía que nos transmitía la ampolla que contiene la Santa Sangre en la basílica de Brujas, la sonoridad del canto gregoriano de las monjas del Beaterio, también de Brujas, la emoción de poder tocar maquetas en Madurodam, en La Haya.
Las preguntas: ¿creéis que a Anna Frank le habría importado que dos ciegos posasen sus dedos en su Diario, protegido por la inevitable urna de cristal? ¿No os parece que en medio del reino de bicicletas que es Holanda, no podríamos haber podido disponer de un par de tándems ppor aquello de que allá donde fueres haz lo que vieres?
La plenitud sensorial sentida en el parque de Harlem, donde pasamos una tarde de domingo llena de placidez, pisando la hojarasca del bosque, abrazando árboles gigantescos, escuchando el canto de los animales. El desviarnos de la carretera principal, a la salida de La Haya, siguiendo un impulso y penetrar en un mundo de casas increíbles, de bosque, de paz.
Nuestro arrojo por llegar a todos los sitios, ppor más intrincados que puedan pareceros a quienes veis: subir a los barcos para visitar los canales en Ansterdam y Brujas, atravesar escaleras casi de vértigo por su estrechez e inclinación e intentar culminar el campanario de una torre en Delff, nada menos que 376 escalones de caracol, esfuerzo éste que no nos fue permitido ante la dificultad del reto.
Las curiosidades: esos quesos colgados a modo de decoración entre casa y casa en Gouda, esa señal en el suelo de prohibido el acceso a los perros, esa ausencia de resaltes en el borde de los canales, los carillones que transformaban el tiempo en melodías, ese partido de fútbol playa en plena plaza del Dam, esos peculiares secamanos o esa técnica de limpieza del inodoro. El poder aparcar nuestro FIAT Punto azul a la puertta de las habitaciones como si nos encontrásemos en cualquiera de nuestros pueblos. El museo del queso en al Mark, único lugar en que pudimos tener información en castellano.El entrar en la iglesia de San Lorenzo en esta misma ciudad y tomarnos un té con pastas por aquello de tener derecho a una consumición junto con la entrada. Los sepulcros historiados en el suelo de la iglesia antigua de Delff. …
La accesibilidad relativa en el acceso a los monumentos: cierto que disfrutamos de gratuidad en las entradas a los lugares públicos, pero eché en falta el que hubiese audio guías, el que la información que se nos facilitó en braille no hubiese sido en inglés y me la hubiese podido traer como recuerdo. La curiosa sonoridad de los semáforos acústicos a modo de carracas…
Y, tal vez, sin duda lo más impportante: el habernos conocido mejor, el haber aprendido mutuamente acerca de la cotidianeidad de cada uno de nosotros.
Me quedan aún en la retina la tranquilidad de las pequeñas ciudades frente a la masificación turística de Ansterdam y Brujas. La habilidad de Alfonso que, ayudado de su teléfono móvil, nos condujo como un holandés más por las carreteras y ciudades sin pérdida de tiempo, la exquisitez del chocolate belga y los quesos, el haber aplicado la máxima “hacer más que ver” disfrutando de las terrazas, el pueblo de Volendam el molino de Kinder Dick o la visita a Leyden, ciudad natal de Rembrandt.
De viajes

2 comentarios:

amelche dijo...

Me alegro de que te lo hayas pasado tan bien y en tan buena compañía. Voy a tener que enseñarte inglés para tu próximo viaje... Supongo que el braille en inglés será el mismo que en español, ¿no? Es universal. Es que el lenguaje de signos de los sordos es diferente en inglés y en español, tiene signos distintos.

Alberto dijo...

Tienes razón, Ana. El inglés es una de mis grandes asignaturas pendientes, así que si te atreves....
Sí, el braille es igual en inglés que en castellano.
Feliz día.
Besos cariñosos.
Cuídateee.

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