Que os guste. Va de la importancia de la imaginación y de mantenerla viva.
SOLUCIÓN PARA UN PROBLEMA DIFÍCIL
---Sire, ya van llegando todos los convocados. Les voy haciendo sentar en sus lugares que, cada uno, tiene asignados.
---Bien, Helmut; procura que no les falte de nada, ya sabes que algunos son muy caprichosos. Especialmente las ondinas, a veces se ponen insoportables.
---No se preocupe, creo que no tendrán queja de nuestra hospitalidad.
Al bosque en el que se celebraría la asamblea de los seres invisibles, los humanos lo llamaban Campo de los Suspiros y, para ellos, era un paraje temible y misterioso. Sólo los extraviados de la razón y algún niño que se hubiese perdido, habían osado asomarse a su interior. Y sin embargo, qué lejos estaban de saber que allí se encontraba su futuro.
Los locos decían, aunque nadie les creyera que ése era un lugar muy hermoso, con estanques y cascadas, árboles centenarios, pájaros de plumaje multicolor y flores que alfombraban el suelo con un tapiz increíble. Pero claro, como eso lo decían los locos, nadie lo creía. Es más, algunos hablaban de destruirlo y aprovechar lo que se pudiera.
Pues bien, a ese lugar arcano iban llegando, como anunció Helmut, elfos, duendes, ninfas, hadas y toda la corte oculta. Los anfitriones eran los hnomos, gente hospitalaria y muy bien organizada.
El Gran Maestro les había convocado a través de las ardillas y las lechuzas, que de rama en rama y de estanque en estanque; transmitían el mensaje: “vamos, vamos; deprisa. El Gran Maestro os llama y pide que acudáis al lugar sagrado. Un asunto crucial habéis de resolver”.
Gran algarabía se produjo en todos. Unos abandonaron sus hogares de hongos y troncos huecos. Otras, dejaron de peinarse las melenas de oro o silenciaron sus cantos hechiceros. Y otros colgaron sus hachas o sus picos y martillos para correr, presto, a la llamada. Seguro que también sería una buena ocasión para disfrutar de una buena fiesta.
Adanhet se dispuso a poner orden en la samblea y dar por iniciada la reunión. Impuso silencio, materia difícil por lo bullicioso de muchos de los asistentes. Pero, al fin, con su autoridad, habló así:
---Nuestros hermanos, los animales, representados por Águila, han venido a mí para pedirnos ayuda. El mayor de ellos, el hombre, ha olvidado su naturaleza y amenaza con destruirles a todos, incluido a sí mismo. Ensucian todo lo que les rodea, ya no narran historias a los niños y sólo viven por el placer efímero. Han perdido la ilusión. Suerte que aún no nos han dejado de temer y nos dejan este bosque, pero si no encontramos alguna solución, también a nosotros nos arrasarán.
Una sirena le interrumpió:
--- No es cosa nuestra eso que dices. Nosotras somos inmortales y lo que tenemos que hacer, hasta la eternidad, es atraernos a los navegantes para que vaguen por la inmensidad y no puedan regresar junto a sus seres queridos…
---Pero si ellos desaparecen, vosotras ya no tendréis nada que hacer y, poco a poco, también os extinguiréis.
El representante de los leñadores, rudo pero sensato, apoyó al orador.
--Adanhet tiene razón. Tenemos que pensar en algo antes de que acaben con todo. Yo he visto cómo pegaban fuego en sitios que, antes estaban plenos de vida, y luego se han quedado muertos. Es muy triste. Los que sois más listos que yo, seguro que encontraréis algún sortilegio para que los niños vuelvan a ser como siempre y obliguen a sus mayores a cambiar de forma de actuar.
Por unos instantes, el barullo se hizo ensordecedor en el lugar. Todos hablaban a la vez y nadie escuchaba.
Del fondo surgió una vocecilla de un ser que estaba solo. Iba algo desastrada y se apoyaba en un bastón nudoso. Le acompañaba un loro y nadie había querido sentarse a su lado, pues ni era guapa, ni elegante ni gozaba de la fama de las sirenas o los duendes. Era un hada, viejecita, sencilla y bonachona.
Sin embargo, el Maestro sí la apreciaba y al ver que hablaba se impuso:
---¡Silencio, escuchemos a Elga!
---No sé cómo sois tan egoístas. Luego criticamos a los demás, pero muchos de vosotros sois iguales. En vez de parlotear como las buenas cotorras, podíamos pensar un poquito a ver qué se os ocurre, aprovechando las dotes de magia de las que estamos dotados.
Alguien dijo, en tono zumbón:
---Tú, tan lista. ¿Por qué no empiezas predicando con el ejemplo?
---Pues así, casi sin pensarlo, se me ocurre que cogiésemos unos trozos de madera que nuestro querido leñador trocease con su hacha mágica y dotarles de vida. Se dedicarían a ir por todas partes, reuniendo a chicos y ancianos para devolverles la alegría.
---¿Y cómo lo haremos? Eso que dices no es tan sencillo –dijo otro-.
---Pues… les pondríamos una capa pintada de estrellas, un gorro de esos que llevan los gnomos y yo, con mi barita mágica, les haría unas bolas muy bonitas para que jugasen con ellas. Y seguro que habrá alguna ninfa generosa que les regale algún instrumento, de los que ellas tan bien tocan.
Había logrado captar la atención de todos con su idea, incluso los más revoltosos la escuchaban. Adanhet apoyó la propuesta con entusiasmo.
---Sí, sí. Vamos pongámonos a ello. Hagámoslo cuanto antes y beberemos de la cerveza de las grandes ocasiones, y démosles vida con una gran fiesta. Les llamaremos ilusionistas y les dotaremos de facilidad de palabra, imaginación, sed de aventuras y nunca se cansarán. siempre gozarán de nuestra protección y cuantos más seguidores se le adhieran, más años vivirán.
Parecía increíble cómo se pusieron manos a la obra, después que acordaron la solución. Todos querían colaborar, y retocando aquí y allá, terminaron la faena. Había sido un frenesí de actividad: silbidos, movimiento, sierras trabajando, telas pintándose… y diez obras de arte, conseguidas.
Los periódicos y la televisión hablan de unos extraños seres que han aparecido de repente en las ciudades más alejadas. Con panderetas y fanfarrias convocan a todos, especialmente a los niños. Con sus juegos, danzas y cuentos tienen a toda la gente revolucionada. Invitan a la risa, la fantasía y a salir a las calles a brincar, cantar y alborotar. ¿Qué puede hacerse contra esta locura? Parece que vayamos a volver al mundo del disparate y la risa, ¿será eso aquello que llamaban, los viejos, ilusión?
Alberto Gil.
sábado, 29 de septiembre de 2007
Mi primer cuento.
Publicado por Alberto en 5:47 p. m.
Etiquetas: Relatos
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2 comentarios:
Espero el mismo frenesi de tu relato..aqui en el blog..!!! me resta reiterar lo que sabes..eres aceptado por todos..escribes bonito..contagias vida y esperanza!! ademas la humildad y caballerosidad de tu comportamiento.. cosecha los buenos sentimientos..bienvenido al mundo bloguero!!estamos para ayudar y compartir!! un cari#oso abrazo!!
Felicidades y enhorabuena por tu blog y por el esfuerzo y teson que pones en todo lo que te propones.
Ya somos admiradores de tu blog , pero por favor..... a que clase de fiestas te metes con sombrero mejicano? Vigila esos amigotes.
Un abrazo fuerte
Gaby y Guillermo
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