domingo, 25 de octubre de 2015

La ladrona de miradas



Buena noche de domingo.
Que te guste la nueva peripecia de Benigno Pérez y su gente.
Con cariño.. un abrazote.
Feliz semana.

La ladrona de miradas

-Jefe, llaman de la comisaría de Carabanchel, que ha aparecido otro cuerpo en el Parque Eugenia de Montijo con los ojos extirpados. Como en los casos anteriores. Ya sabe… personas indocumentadas, vagabundos e inmigrantes, gente de la calle. Todos igual, todos vaciados en los ojos. Otro asunto que no tiene buena pinta.
-Sí, González. No tiene buena pinta. ¿Para qué querrán extirparles los ojos. Qué sé yo. Tendremos que buscar en los libros de criminales famosos por si encontramos alguna pista.
-No tiene buena pinta, pero usted acaba resolviendo siempre los casos más difíciles. Fíjese cómo lo hizo con los anteriores.
-Ya, pero esta vez no tengo ni idea. Ni quien me ayude _se dice_. La voz que las otras veces me ayudó no da señales de vida. Con lo bien que me ha venido y ahora, sólo silencio. Vaya por allí y hable con vecinos, indigentes… yo qué sé. Vístase de paisano, invéntese cualquier historia. Todo menos que le calen que es poli. Yo, mientras tanto, me pondré a bucear en los archivos y bibliotecas.
Y Benigno Pérez se pone a ello, aguardando que su misteriosa confidente le susurre, cual candil en la oscuridad, algún consejo, como hizo otras veces. Algo que no sucederá.
Es que, mientras tanto,  la Vieja Dama se encuentra lejos de Madrid. Anda recogiendo cuerpos en el penúltimo terremoto de esos países condenados a la tragedia permanente, sin que importe que venga de la guerra, de la peste, del hambre o de las catástrofes naturales. Tardará en regresar a Madrid porque para ella, Madrid es su descanso cuando ayuda a su amigo Benigno. Y ahora no le es dado descansar.
Pasan las horas, Benigno no encuentra nada. González, su fiel subalterno, llega sin nada.
Bueno, sin nada no. De vuelta pasó por el bar de Rita en el que suele parar para echar algún bocado y mientras esperaba, en la barra, vio un anuncio hojeando la revista de cotilleos. El anuncio prometía que habíase descubierto un nuevo avance en materia de cirujía estética. Dicha técnica conseguía modelar la mirada a voluntad. Con semejante adelanto, no serían necesarias ni gafas de sol ni lentillas para embellecer o disimular la mirada. Venía un número de teléfono al que naturalmente había llamado. El resultado obtenido fue que al otro lado respondía un contestador automático.
-¿Dejó mensaje?
-No, pensé que sería más creíble que quien llame sea la cabo Bermúdez que siempre pega más que una mujer quiera adornarse. Alguien como yo, con mi voz bronca de fumador, no parecería de fiar.
-Bien, vayamos a buscar a Adela Bermúdez y que llame.
-Jefe, he concertado cita para mañana a las cinco. También a mí me salió el contestador, dejé el mensaje y a los 10 minutos me devolvieron al móvil un SMS dándome la cita.
-Vaya, pero tenga cuidado. Eso de las miradas… suena a que pueda guardar relación con los casos de los ojos extirpados.
-No creo que a mí me pase nada, al fin y al cabo, soy una chica de hoy, que no está conforme con su físico. Usted no se me apure, jefecito.
-No me seas zumbona, Bermúdez. Que no lo hago por creer que no vayas a saberte valer. Es que me preocupo por mi gente. Ya nos dirás. Nosotros, investigaremos qué hay detrás de semejante anuncio. ¿Cómo dice el anuncio que se llama la empresa?
--Miralux S.L. Corporation.Veamos, qué datos hay en los registros. Uuummmm… no sale nada. No hay datos. ¿Será una empresa fantasma?
Adela, al día siguiente, llegará a un moderno edificio de cristal y aluminio, un lugar aséptico, limpio, impersonal. Una muy amable señorita le explicará pros y contras, costes y ventajas de la operación. Todo muy correcto y oportuno, muy prometedor pero muy frío. Una serpiente con piel de promesas triunfadoras. Nada más que una oferta.
-Pondremos vigilancia a ese lugar y seguiremos a todos los que salgan de él. Quizá encontremos algo.
Y sí, haciéndolo llegarán hasta una casa unifamiliar, en una urbanización del Norte. A ella llegan todos, están un rato y se marchan. Cuando lo hacen, salen con maletines que parecen especiales. Descubrirán que son refrigerados. ¿Qué llevarán en ellos? ¿Quién residirá?
La casa está también a nombre de la empresa del anuncio pero, tras días de vigilancia, constatarán que es una mujer la que la habita y que a ella llega gente constantemente.
-Es toda una señora, jefe. De perfil eslavo, fuerte, segura de sí. Pienso que debemos actuar y detenerla sin más.
-¿Estáis seguros?
-Al menos es un hilo del que tirar. Y si no tiene nada la soltamos sin más. Podemos colgarle eso de que es una identificación rutinaria a extranjeros. Hable con la jueza y actuémos deprisa. No sea que la pajarita vuele del nido.
-Bien, mientras la interrogamos, entraremos a la casa discretamente.
-No tienen nada de qué acusarme. No es legal lo que pretenden hacer. Lo pagarán caro. Les denunciaré ante derechos humanos y la prensa.
-Señora, España no es la URSS ni la Guardia Civil es el KGB. Aquí respetamos a la gente, pero es mejor que nos acompañe. Claro, que si se opusiera… pensaríamos que tiene algo que esconder y pudiera acabar detenida.
-Vaya vaya vaya, lo que tenemos aquí. Un laboratorio cosmético ilegal en el que hay cientos de ojos congelados. Estoy seguro de que si hiciéramos análisis de ADN descubriríamos que pertenecen a los cadáveres a los que les fueron extirpados. Menuda samaritana, la tal Sonievska Petrova.
-Parece ser que en su país era oftalmóloga y con la caída del comunismo levantó el vuelo y se montó el chiringuito de las miradas bajo la tapadera de Miralux. Ojos de pobres desheredados de toda fortuna que nada cuentan para nadie.
-Sí, jefe. También aquí habrían triunfado de no ser por nosotros.
-Sí, esta vez fuisteis vosotros quienes me ayudasteis a resolver este misterio de ojos y miradas. Menuda ladrona, pero no de obras de Arte ni de joyas, ladrona de miradas para venderlas a quien, sin que les importara cómo, quisieran cambiarse la suya. Qué mundo éste de postizos y compraventa de todo.
-Bueno, si hay quien compra órganos y niños y almas, ¿por qué no habrían de hacerlo con las miradas?
-Vamos, González; llévanos al bar ése en el que leíste la revista. Que os invito a unas cañas para celebrarlo. Supongo que las acompañará de sus buenas tapas.
-Buenas, no; las mejores, jefe.  

    





  
  

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