domingo, 29 de septiembre de 2013

Aquella tarde de verano



Buenas noches:
Feliz semana y que estéis bien.
Cuidado donde se os ocurre daros un chapuzón.
Un abrazo.

Aquella tarde de verano

Qué felices se las prometen Nico, Alba, Luisito y Bea esa tarde de finales de verano en el pueblo de sus abuelos.
Sus padres andan ya pensando en la vuelta al cole y a la ciudad, pero ellos se resisten a abandonar sus fechorías y libertad, sus juegos de la comba, las canicas o el escondite; sus paseos con la bici por los caminos; las aventuras entre los chopos de la carretera, las alpacas de paja, los corrales abandonados, el río.
Andrés, otro de los chiquillos, el más mayor de la pandilla, les ha tentado con una atracción prohibida: irán a bañarse a la Charca de los Juncos. Este, siempre ha sido un paraje vedado a los pequeños, pues la maleza que lo rodea, el barro y la gelidez de sus aguas, lo han hecho inadecuado a sus frágiles cuerpecitos. Por otra parte, a la hora del ocaso, es frecuentado por los jabalíes y demás alimañas del monte para beber y rascarse el basto pelaje, poblado de garrapatas y chinches.
  No han dicho nada a sus padres. Están inquietos, ilusionados ante esta nueva travesura, rayana con las hazañas de esos otros caballeros andantes que, les cuentan a la hora de acostarse. Se creen grandes, invencibles.
Les aceptarán a sus madres la merienda y dirán que van a nadar al pueblo de al lado, que tiene una balsa muy tranquila, ¡pero tan aburrida!
Ya están. Aparcan las bicis en un ribazo cercano, el Plantío le dicen, se quitan las camisetas y corriendo,corriendo allá que se van.
Llevan un ratito chapoteando, haciéndose aguadillas, gritando jubilosos. Todo parece tranquilo. El ambiente no puede ser más idílico. El aire está quieto, chicharras y grillos componen sus sinfonías, alguna mariposa de colores, moscas y codornices. Lo típico de aquella hora.
¿Cómo, entonces, podrían haber intuido lo que se avecinaba? ¡Con lo felices que se encontraban mordiendo el fruto de lo prohibido.
De repente, las aguas gélidas, a las que ya se habían acostumbrado, se agitaron. Al principio no se dieron cuenta, pero pronto sucedió la tragedia.
Algo horrible rugió debajo de sus pies. Unos dientes como puñales se clavaron, primero en sus piececitos y luego…
Unos padres a otros se preguntan:
-¿Han venido ya los chicos?
-No, estarán aprovechando hasta última hora. Saben que les queda poco para dejar el pueblo y separarse. Dejadles que se diviertan.
-Ya, pero es que a la mía le dije que viniese a cenar pronto porque tenemos que recoger. Mañana marchamos. ¡Cuando la pille se va a enterar
El tiempo transcurre lento. Los chavales no terminan de llegar. Alguien sugiere llamar a la Susana, amiga suya que también le dijo que iba a refrescarse en la Balsa. Tampoco pierde nada haciéndolo y ella les dirá si los vio o no.
La incertidumbre, la ansiedad, el pánico _incluso_ va adueñándose de los progenitores. Susana no les vio, nadie les ha visto. Se ha hecho de noche, han dado una vuelta por los lugares de juegos habituales y tampoco les encuentran.
La inquietud empieza a agarrarse a los estómagos.
Con linternas y faroles se distribuyen en círculos concéntricos, como ondas de un estanque al que hubieran arrojado la piedra de la esperanza, ondas cada vez más extensas y alejadas, ondas cada vez menos claras.
-¡No se les habrá ocurrido…!
-Nada tenemos que perder con ir a ver si están.
-Mirad, aquí están las bicis y las camisetas y zapatillas.
-¡Dios mío! _la mamá de Alba ha puesto voz al temor de los demás_. Más aún, cuando enfocan las fantasmales luces hacia la Charca.
Un pie desmbembrado, una manita arrancada, un jirón de piel cual blanca bandera de paz, enganchado en un junco. Y… ¡sangre, mucha sangre! Roja, muy roja teñida del marrón lodoso del fondo.
-El monstruo del Juncar! ¡Ha sido el Monstruo del Juncar! ¿Por qué no les contaríamos la historia? Tanto querer protegerles y de nada sirvió.
Al día siguiente, cuando drenen el lecho, poco podrán hacer más allá de construir 5 ataúdes blancos, casi vacíos,.
Pasarán los años y siempre se recordará la tragedia de la Charca de los Juncos. Cómo no hacerlo si desde aquella maldita tarde de verano, pocos días después, los juncos de siempre se vieron tapizados de amapolas. ¿Sería acaso la sangre de los niños que no pudo tragarse la bestia?
Nadie se atrevió nunca a coger esas flores. Eran consideradas sagradas. Un enamorado que lo hizo para demostrarle a su chica lo que la quería, al ir a cortarlas para componer un ramillete sobre espliego, dicen que sintió un escalofrío al que ignoró y vio cómo al entregarlo a su pretendida, ésta, desde entonces, se sumió en profunda melancolía, tanta que ya no fue la muchacha soñadora a la que él adoraba.
  Hoy esa charca está seca. Del monstruo jamás se tuvo noticia. Tal vez huyó a otra poza o ciénaga y esté aguardando a que inocentes pequeñuelos se metan en ellas para saciar su apetito de carne tierna.
El único recuerdo que queda de aquélla es lo que se cuenta sobre unos curiosos ruiditos en las noches de verano, semejando el castañetear de dientes de leche, aunque,claro, a lo mejor tan solo son la onomatopeya de las perdices al cortejar a sus hembras.


4 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

Albertito, a mí no me has engañado, jejeje. Desde el primer momento he mascado la tragedia. Empiezas a darme miedo.

Un beeeeesito de feliz semana, mua!

Rosa Sánchez dijo...

Jolín, con el monstruo ese, Alberto... y los padres,¿cómo dormir tranquilos contando con una ciénaga así tan cerca? Ay, esas hembras, que las cortejen un par de pueblos más allá, por la cuenta que les trae. Y los enamorados, que compren en una floristería las flores a regalar, que les traerá más cuenta que perder para siempre la alegría de su enamorada.
Inquietante pero con chispa, como tú bien sabes que me gustan los relatos de terror.
Un abrazo de aquella tarde de verano.

Alberto dijo...

Merceditas, amiga. es que tú eres muy perspicaz y masticas tan bien que no podía sorprenderte de manera alguna.
Besiiiiiiiito de feliz semana.

Alberto dijo...

Rosa, ay aquellos abrazos de tarde de verano. Y sí, mucha razón tienes con tus sabios consejos pero ya sabes que el ser humano tiende a olvidarse de las leyendas y de las palabras prohibidas. Así, luego pasa lo que pasa.
Besos y feliz semana.

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