jueves, 21 de marzo de 2013

Nuevos recuerdos de un hogar: otra pirueta literaria



Jejejejje. Sí, claro. Después de la buena acogida que tuvieron mis recuerdos hace unos días, vuelvo hoy por aquí para seguir contándote de mi relación con mi dueño.
Si la otra vez te hablé de cómo nos conocimos Albertito y yo, hoy quiero contarte cómo vivimos las primeras visitas de su familia y amigos.
Cómo me mostró, ufano, orgulloso, feliz con la ilusión de enseñar y compartir que él tan bien prodiga.
Aún no compartíamos cotidianeidades cuando un 6 de noviembre de 2004 _ah, esos meses de noviembre_ vinieron, su padre, hermano y cuñada, a asistir a una boda. Me satisfizo comprobar que les gustaba aunque aún no estuviese acabado de vestir.
Después vendría Guillermo que en aquel entonces andaba iniciando una increíble historia de amor que aún perdura.
Y ya, cuando llevábamos unos meses de relación, se preparó mi puesta de largo ante la familia de mi dueño.
Él, como siempre que acoge a alguno de sus seres queridos, quiso volcarse para hacer que quienes hasta nosotros llegan, se sientan cómodos y como en su propia casa.
Recuerdo bien aquella merienda de lujo en la que se estrenó mobiliario y vajilla. Ricas viandas, suflé de postre y buen ambiente.
Luego han ido llegando más amigos y yo sonrío enternecido al comprobar cómo mi dueño se esfuerza por hacerlo bien.
Sé también que para él ese esfuerzo, aun saliéndole del corazón, le supone un cierto agobio por su limitación visual. Pero te lo aseguro, él lo hace muy bien.
Siempre trata de que quien, hasta mí, llega se sienta a gusto, relajado y en confianza. No escatima en comprar alimentos exquisitos.
Lo sé, sé que , en alguna ocasión, le habría gustado hacer más, agasajar mejor. Pero yo creo que no debe sentir esa sensación.
Recuerdo cuando me engalanó con adornos navideños, lo ilusionado que estaba.
Cuando ha preparado algo por sí mismo, como ciertos macarrones o determinado tiramisú. Es verdad, la cocina no es lo que mejor se le da, claro lo tiene muy mal acostumbrado su señora madre que le confecciona delicias gastronómicas, pero cuando lo ha hecho, más allá del resultado final pienso _¿un piso que piensa?_ que debemos valorarle el empeño que pone.
O cuando el pasado año, el 3 de julio, se congregaron en torno a mí, para participar de ese triunfo suyo que tiene nombre de Huellas de Luz.
Sé, lo sé, que a Albertito le gustaría que viniesen algunas amigas suyas de las de siempre. Quizá algún día ellas lo hagan y entonces él volverá a emocionarse, a ser feliz.
Y sabes una cosa, si él es feliz, yo también lo soy. ¿Crees acaso que un piso no puede ser feliz? Entonces, ¿qué sentido tiene que yo comparta recuerdos contigo?
 Cuando hasta mí llega alguien, él quiere que quienes nos visitan estén bien. Que cuando partan, lo hagan con buen sabor de boca, con ese poso de la sencilla hospitalidad que, desde niño, él siempre aprendió a crear. Porque así lo ha vivido siempre.
Y tal vez, sólo tal vez, tú, que ahora me lees, nos visites. Si así lo haces, te pido un favor, ¿verdad que puedo pedírtelo? Que seas comprensivo con él, que le perdones sus fallos o descuidos, que le demuestres que sus atenciones no son baldías. Que le digas que no se agobie, que no hace falta que lo haga, que con su cariño y mi cobijo ya es suficiente.
Hasta otro día de más recuerdos.






2 comentarios:

Rosa Sánchez dijo...

Estimado hogar que tan bien describes las emociones de tu propietario:
No sabes cuánto me agradaría pasearme algún día por tus habitaciones, sentarme a tu mesa, visitar tu baño, ayudar en tu cocina... como buena amiga de Alberto no pierdo la esperanza de hacer este pequeño sueño realidad. De momento está previsto que él venga hasta aquí. Sé que algún día le devolveré la visita y sí, seré tan comprensiva como recomiendas, porque Alberto se lo merece.
Un saludo de pirueta literaria cargada de emotividad y buen hacer. Con el cariño de siempre.

Alberto dijo...

Rosa, simpar Rosa, si hasta mí llegas, y espero que así será, la ilusión y la alegría de recibirte embargarán mis paredes y suelos.
Hasta entonces, sigue alegrando a mi dueño.
Y que ese encuentro vuestro en tierras alicantinas sea tan exitoso como augura tu siempre buen hacer.
Besos cariñosos.

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