lunes, 18 de marzo de 2013

Los viejos cuadernos



Pensarías que esta semana, tras días de descanso y haber disfrutado, en familia, gozosos momentos compartidos, no habría ya cuento semanal. Pues no, aquí está.
Que estés bien y tengas una semana de luz primaveral.
Con cariño, como siempre.
Un cálido abrazo de luz.

¿Qué pasará el día de mañana con estos escritos míos? Sé que no los veré. La enfermedad ocular con la que nací avanza sin tregua. Qué más dará que tenga buena o mala caligrafía. Total, para que queden arrumbados en algún viejo baúl o, más aún, para que sean enterrados en la tumba del olvido o sean pasto de voraces roedores.
No sé. Si aún tuviese la ilusión de que fueran a ser considerados como auténticos códices miniados, si yo fuera uno de aquellos copistas de los monasterios medievales… Qué va. Únicamente soy un esforzado estudiante que se deja su precaria agudeza visual en unos cuadernos con cuadrículas donde inscribir las letras de los apuntes y lecciones del viejo maestro don Eloy.
 Dicen que mi letra no es mala, que tiene su punto gracioso, picuda y redondilla a un tiempo. Yo qué sé. Bastante tengo con enterarme de lo que voy plasmando en el papel.
-Tío, ¿tú cuando tenías mi edad escribías con lápiz o a boli? ¿O ya usabas los puntitos?
-No, querida niña. Yo escribía, Sí, sí. A saber adónde habrán ido todos aquellos cuadernos míos. Cada vez fui escribiendo peor, llegué a amontonar unos renglones sobre otros. Qué pena. Y eso que escribía con pluma. ¿Sabes? Llegué a entregar exámenes que ocupaban 60 hojas.
- Qué barbaridad. Y ahora, ¿sabrías escribir?
-No, Susana. Se me ha olvidado. Y mi firma es una cutrada. A mí que me gustaba firmar con todas las letras de mi nombre y apellido.
-Los puntos están bien. Aunque no los pintes con colores ni les hagas formas. Y ahora el ordenata te ayuda mucho, ¿verdad?
-Bueno, sí: Es verdad, aunque a mí me gustaba escribir bien a mano.
 Así ha ido transcurriendo el tiempo. Tío y sobrina pasean juntos, él cogido del brazo de ella. Ella preguntando siempre, curiosa por saber más del mundo de tinieblas de su tío.
-Tío, ¿cómo imaginas que soy yo? ¿Cómo sabes si una chica es guapa o no? ¿Cómo eliges la ropa que vistes? ¿Cómo haces para comprar en el súper?
Preguntas, preguntas de niña que aprende y que luego, ante sus compis de clase presume de saber, haciendo gala de lo listo que es su tío.
Y aquellos viejos cuadernos, ¿qué habrá sido de ellos?
Cuántas horas pasó vertiendo nombres y fechas de la Historia, causas y consecuencias de acontecimientos, figuras literarias, fórmulas, poemas de adolescente, cuentos perdidos.
Sí, aquellos viejos cuadernos de cubiertas verdes en los que las tablas de multiplicar desplegaban el misterio de los números. Aquellos viejos cuadernos en blanco, dispuestos para recibir sus letras, sus dibujos, incluso.
La sobrina que, en el pasado  fue niña, que preguntó y preguntó, hoy es ya mayor. Ha conquistado su futuro.
Y el tío que, una vez, llenó viejos cuadernos con su caligrafía herida, es ya un anciano que se siente derrotado por el futuro.
¿Y saben una cosa?
Esa misma sobrina ha encontrado al fin un tesoro largamente buscado. Estaban en el desván de la vivienda del pueblo, tras una falsa pared que hicieron so pretexto de afianzar el tejado de la vieja casa familiar.
Le han dicho que, al ir a reconstruirla para adaptarla a las nuevas necesidades de los actuales dueños, sus primos, , han dado con un montón de papeles que debieron pertenecer a su padre, ya fallecido,  y al otro tío, el ciego, claro.
-¡Tío, tío! ¡Tus viejos cuadernos! Qué chulos son. Es verdad: tenías una letra muy hermosa.
  -Ay, hija. Mi niña, mi sobrina favorita. Déjame tocarlos, al menos. Huelen a polvo, a olvido, a nostalgia.
-Me los regalas, ¿a que sí?
-Tuyos son, ¿de quién si no?
-Ala, si hasta hay un diario. ¿Cuántos secretos contendrá?
-Ay ay ay. No sé si deberías leerlo.
-Que sí, tío; que no me reiré de lo que en él digas. Igual hablas de… ¿alguna novia que tuviste?
-No creo. ¿A quién iba yo a querer? ¿Quién me habría de haber querido a mí?

   


2 comentarios:

Rosa Sánchez dijo...

Alberto, que tus relatos nunca dejan indiferente a nadie. Sí, un bello cuento cargado de nostalgia pero enternecedor y salpicado de esa emotividad que te caracteriza.
¿Quién los leerá? ¿Quién querrá leer esos cuadernos? Pues mucha gente, como yo, tenemos el placer de leer todos tus relatos, los que irás recopilando en libros, porque no paran de deleitarnos y son muy buenos.
¿Quién le habrá querido? ¿Quién le querrá? Pues tanta y tanta gente que se lo demuestra día a día, aunque no se trate de idilios platónicos como el acontecido entre Huellitas y Alma... Un encanto leerte. Gracias por los buenos ratos que nos regalas. Feliz semana.

Alberto dijo...

Rosa, sí... ¿quién me leerá? Lo sé, gente buena como tú, gente fantástica.
Ahí seguimos creando historias de magia, nostalgia, esperanza, amistad.
Besos de luz agradecidos.

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