sábado, 3 de agosto de 2013

Jarandilla de la Vera: un ciego entre la Serrana y el Emperador



Sin duda que pretender compararme con los grandes viajeros y exploradores de la Historia sería, por mi parte, pretencioso y, sin embargo, cómo los he envidiado siempre. Su valor y determinación, su arrojo, la fiebre de ir siempre más allá en pos de una ilusión.
¿No es ése, acaso, en buena medida, mi carácter?
Bueno, ya lo comenté el viernes pasado al hacer balance del curso. Me disponía a emprender un viaje en soledad y que, además, lo fuera a llevar a cabo por mi cuenta y siendo ciego era toda una aventura, digna de los héroes a los que siempre he envidiado tanto. Un reto más de los míos.
¿El destino? La comarca cacereña de la Vera, concretamente el castillo parador de Jarandilla, morada que fuera del emperador Carlos V mientras se preparaba para su real descanso el monasterio de Yuste en la cercana Cuacos.
¿Por qué a este lugar? Hacía tiempo que me apetecía conocer esta zona, famosa por sus gargantas y bosques, además de por la Historia que la han protagonizado personajes de la talla del gran Viriato y el propio emperador.
Bien, una vez fijada la meta, se trataba de prepararse: reserva del hotel, averiguar cómo llegar en transporte público y tratar de concertar una visita guiada que me mostrase el entorno.
Todo este proceso previo, además de leer en Internet información al respecto, me vino dado de la mano de mi querida Pilar, ex directora de algunos Paradores y del buen  Paco, excelente conocedor de la zona y mejor amigo aún.
Entre el uno y la otra me facilitaron contactos e ideas para aprovechar el tiempo de estancia.
Y con esto llegó el día de la partida. Monté en el bus que me llevaría hasta el pueblo donde me aguardaría una persona del Parador que iría a recogerme, el primer detalle de los muchos con que me obsequiaron en todo momento.
Una vez allí, me asignan la habitación y me muestran algunos lugares donde podré relajarme y descansar. Llevo lectura suficiente y el ánimo bien preparado para atesorar vivencias que luego puedan metamorfosearse en literatura.
El primer día transcurrirá deprisa, reconociendo los alrededores y el propio castillo. Me acerco al puesto de información que hay al lado y su responsable explica grosso modo los puntos de interés.
Cuando la tarde ha caído me empeño en acercarme al centro del pueblo. No es nada fácil. Resulta que el castillo, sí está en el casco urbano, pero media una ancha avenida con rotonda incluida, sin que pueda saber cómo cruzarla. En fin, alguien, primera persona de las muchas que me ayudarán, me da las indicaciones precisas para encaminarme hacia la plaza del Ayuntamiento.
Por sus estrechas y empinadas callejas paseo. Se cruza conmigo un señor que me dice ser el dueño de un museo de antigüedades. Dice que es una lástima que no pueda verlas. Le digo que me las describa. No lo hace. Una pena que no comprenda el buen señor que además de ver, hay otras formas de comprender y aprender. Tomo algo en una terraza y vuelta.
Me viene a saludar Natalia, la directora, y al contarle mis planes senderistas me sugiere que renuncie a la Ruta del Emperador en pro de la de los Parrales por ser aquélla muy incómoda plagada de cantos rodados, mientras que ésta es un camino de tierra mucho más asequible.
Nada, nada. El domingo me espera Guijo de Santa Bárbara. Pido que me acerquen hasta la carretera que deberé franquear y, ya desde ese punto, chino chano, paloteando, llegaré. Son casi 5 kms. Por el camino, como ya lo había hecho viniendo en el bus, le pregunto al móvil por dónde voy y éste me ayuda en cierta medida.
En Guijo, prueba superada, me dirijo a una tienda de  productos artesanos (mermeladas y licores) antes de que den la 1 para, en la iglesia de Nuestra Señora del Socorro (nada más apropiada la advocación ante mi aventura), asista a la misa.
Soy la sensación de los feligreses, tanto que el cura se me ofrece para llevarme de vuelta. Yo se lo agradezco y le pido que mejor me acerque a cierta charca con chiringuitos que me han dicho y donde tengo intención de tomar algo.
La vuelta resultará ardua ya que desde la charca no se toma la misma carretera por la que llegué. Isabel, como mi sobrina, me pone en la pista y me dice que en un momento dado encontraré un cruce que deberé tomar a la izquierda. El tiempo va pasando, y yo con mi bastón y mi bolsa de “produtos” ando y ando, no hay nadie a quien preguntar, pasan coches pero ninguno para, me digo que si fuese la hermosa serrana enseñando muslamen sí lo harían, el caso es que no llego nunca. Se me hace larguísimo. Los duendes de la fantasía quieren jugar con mi incertidumbre. En fin, llego llego. He andado, entre la mañana y la tarde 13 kms.
El lunes será más fácil. Vicente, el guía que he contratado vendrá a buscarme al Parador. Con él disfrutaré de una jornada espléndida. Tiene experiencia en actividades con discapacitados, incluso dispone de una barra direccional con la que haremos algo de senderismo. Me ha organizado una visita sensorial en la que los sonidos del agua y los pájaros, el tacto de la flora y la magia de la Historia hecha leyenda serán los actores que me acompañen. Descubriré cómo canta la oropéndola, que el musgo en los troncos de los robles indica el Norte y que la riqueza de la tierra ofrece sus dones desde la noche de los tiempos en forma de castañas, frambuesas y cerezas, pimentón y tabaco. Con sus ojos veré las gargantas de Jaranda y la Olla, el mirador donde la Serrana tiene su estatua y la cascada el Calderón, donde se rodaron episodios, más o menos eróticos, de la serie Hispania, además del pueblo Garganta La Olla, con sus calles y plazas, su Casa de las Muñecas (prostíbulo de lujo, ahora casa particular,  del siglo XVI, pintado de azul y con una muñeca en relieve junto a su puerta) y su iglesia renacentista con una hermosa pila bautismal.
El martes voy a tener una guía inesperada para acommeter otra jornada. Natalia se ha ofrecido a acompañarme en mi marcha. Se sorprende ante mi deseo de llegar hasta Cuacos. Se sorprende pero acepta el embite. 15 kms. De andada entre fincas de famosos y bosques de robles y frutales. Llegamos, claro que sí. Un amigo de ella, el notario, nos irá a buscar para hacer la vuelta en coche. La excursión, con ella, es entrañable y da para comentar de todo un poco. Aún más hace, me llevará por la tarde, ya en su coche, hasta la plaza mayor de Cuacos en la que me hará una bonita foto y tomaremos algo y luego volveremos a tomar algo con su amiga Rosa, la farmacéutica, otro encanto.
El miércoles descubro un agradable rincón en un cercano parque, rodeado de fuentes y frescor de sombra. Aquí haré tiempo a que se haga la hora de ir a comer a un curioso restaurante: el Puta Parió. Una cueva, en su origen, que ahora es un agradable lugar de comida típica extremeña y que lleva por nombre una expresión muy coloquial. Unas contundentes migas y cochifrito de cabrito es lo que corresponde. Vamos, que si había adelgazado algo los días anteriores, entre zancada y zancada, lo recupero sin más ese día.
Esta tarde, la última antes de regresar a casa, trato una vez más de circunvalar el castillo pero es imposible. Me pierdo, mientras me preguntaba qué diría cierta placa que he tocado en una pared (yo supongo que será algún recuerdo inaugural o referente de presencia histórica singular pero no; tan solo es el anuncio del polideportivo del pueblo) y menos mal que pasa por allí, camino de su casa, Beatriz que me ofrece su brazo y compañía. Me dice que si no me importa, vamos a casa de su madre un momento y luego ella me lleva al Parador. Acepto encantado, mientras su hermana se prueba un vestido para una boda, yo bebo el vaso de agua que me ha ofrecido sentado en el patio. Digo, con mi proverbial ironía: “puedes probarte aquí el vestido que yo no te voy a ver, jejejej”.
El jueves será el día del regreso. No he tenido ganas de aventurarme en pos de una recreación de aldea celta ante el poco interés de la persona que supuestamente debía enseñármela, así que aprovecharé la mañana en esa especie de terraza, sala de columnas y cómodos butacones del castillo, que calman el espíritu y avivan la imaginación.
Recojo las cosas, hacemos las cuentas y me vuelven a llevar al apeadero desde donde se sale para Madrid.
Hasta aquí, la descripción de los días. Ahora el balance y comentarios.
He de decir que el lugar como tal es muy agradable, tanto el castillo como la zona, con mucha agua y vegetación pero es muy complicado para moverse una persona ciega sola. No hay nada de accesibilidad ni en un sitio ni en el otro.
El personal del Parador muy atento conmigo en todo momento, sin ninguna duda. Con detalles como el de Natalia o todas las explicaciones del resto del personal. Ahora bien, a nivel de accesibilidad echo de menos el braille en la carta del restaurante o que hubiese una réplica / maqueta que ayudara a comprender cómo es el lugar. La habitación la tuve fácilmente localizable, eso sí y también localicé con cierta facilidad el patio y la terraza.
Han sido muchas las personas que me han ayudado estos días, ya he mencionado a algunas. Los de Puta Parió me llevaron con el coche al Parador, Teresa, una simpática señora se ofreció a hacerse una foto conmigo con el fondo de una de las torres y Mario, un entusiasta malagueño, se mostró fan mío pidiéndome una tarjeta con mis datos para leer mis crónicas y demás.
El balance no puede ser más positivo. Cierto es que he tenido dificultades de movilidad, pero me he apañado lo suficiente como para conocer la zona, relajarme con los olores y sonidos, y descubrir nueva cultura.
No puedo dejar de mencionar la importante ayuda que me ha ofrecido el Iphone indicándome más o menos por dónde andaba y diciéndome qué era aquello que tenía delante de mí con la cámara de fotos, subiendo algunas de ellas, hechas por mí a las redes sociales. Descubrí sin que nadie me contara que frente al banco del jardín había una estatua (luego me dijeron que era un homenaje a la madre), etc.
En fin, para terminar respondo a esa cuestión que tantos se hicieron: “qué hace que tú, siendo ciego, te empeñes en realizar un viaje en solitario a una zona que no conoces de nada? La respuesta es mi deseo de ser uno más que viaja, de estar y aprender, en definitiva, de vivir plenamente.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...