domingo, 9 de junio de 2013

Entre paellas y ciegos



Recién llegado de mi periplo valenciano que ya contaré comparto mi cuento dominical de cada semana.
He intentado jugar con las palabras e invitaros a la sonrisa a cuenta de ellas. ¿Lo habré logrado?
Que estéis bien.
Con cariño.

-Chica, entre visitar al dermatólogo y jalarme una paella rica rica, de ésas que llaman ciega, no hay duda. Me quedo, jejejejje, con…
-Con la paella, claro.
-No, no, neim. El dermatólog está muy , pero que muy bueno, también es ciego y me lo comería.
-Vaya, ¿te lo comerías?
-Sí, y no dejaría ni los huesos. Está como un queso.
-O sea, que te va más el queso que la paella.
-NO sé. A mí lo que me va es el dermatólogo. Aún recuerdo cuando le conocí por primera vez. Mi tía Gertrudis, ella sí que sabe, acudió a él para que le curase su calvicie tras haber experimentado con toda clase de mejunjes y sales minerales. Estaba harta de probarlo todo y necesitaba una solución, era joven aún y no quería usar peluquín. No sé lo que hizo con ella o con su piel, qué arte alquímica usaría, pero lo cierto es que al cabo de pocas semanas volvía a lucir un melenón. Total que con semejante acicate me fui para su clínica, un pisito discreto, para ver qué era capaz de hacer con mi acné y mis ronchas celulíticas.
-¿Celulitis tú? Pero si estás más flaca que flaca. Si por caderas tienes un pedazo de recta que para sí la quisieran los locos de la carretera. Calla, calla. Qué ocurrencias.
-Que sí, tía. Que me veía horrible. Total, que para allá que me fui. Además, como era ciego pues no se daría cuenta de mi espantosa facha.
-¿Y te curó?
-Ya lo creo. Lo primero que me dijo: “vaya buena pinta que tiene”.
-Claro, era ciego.
-Oye, oye. Sin faltar, ¿eh?
-Ay, hija. Cómo te pones por nada.
-Total que me pasó sus dedos de filigrana por las zonas a curar y cada vez que lo hacía notaba un cosquilleo…
-Ya ya, me parece que tú lo que buscabas era que te curara otra cosa.
-Uy, mírale. Si viene por allí.
-¿Por allí? ¿Quién?
-Sí, boba. Es que no ves nada.
-Bueno, parece que todo se pega: el dermatólogo, ciego; yo que no veo nada y tú, ahora, emperrada en que vayamos a conocer no sé qué bodega en El Ciego, un pueblo de no sé dónde.
-Sí, en La Rioja. Y, de paso, luego vamos a La Guardia que hacen un festival muy chulo en torno a las fábulas de Samaniego.
-Ah, muy bien. En El Ciego pillamos un ciego que flipas a base de vino va, vino viene y luego nos vamos, fabula fabulandus, a darles palique a los animalillos como aquel burro al que le sonó la flauta por casualidad o la cigarra o la zorra y sus cuitas con las uvas. Y aún querrás, claro, que invitemos a tu don Juan ése que por allá viene, cómo eres. Me gusta, me gusta el plan.
-Ay, sí. Que así él nos guiará entre tanta cieguería.
-Pero cómo puede ser que un ciego entienda de pieles?
-Toma, pues tocando, cómo va a ser. Supongo que entre pieles y pellejos él se las apañará bien con esas manos que ellos usan tanto y tan bien.
-Sí, claro; pellejos de vino. Ah, pues tendré que mirar yo de que me eche la mano encima a ver cómo me ve. Que sí, que sí; que es tuyo, ya sé.
-¿Mío? No creo. No tengo ni idea de si estará casado o soltero o yo qué sé.
-¡Don Crispín!...
-Uy don Crispín, tócame el culín, ejejej. Con ese nombre…
-Pero mira que eres cotorra.
-Hola, cómo está. Que soy la Lupe, su paciente.
-Ah, guapa. Cómo me alegro de encontrarla. ¿Cómo está?
-Bien, muy bien. Aquí con una amiga. Chon, te presento a don Crispín, mi dermatólogo.
-Ah, encantada. Hablábamos precisamente de usted.
-¿Ah sí? Ya se sabe: hablando del rey de roma, por la puerta asoma. ¿Y qué decían de mí?
-Pues que queremos ir al pueblo de El Ciego y nada mejor que un ciego para guiarnos por él. ¿Podría…? Lo pasaremos bien.
-Hombre, si se trata de hacer turismo y de hacerlo tan bien acompañado como con ustedes, no veo motivo para negarme.
-jajajja. No, si ver no ve nada, ¿cómo iba a ver motivo?
-Chica, no seas picajosa. No te burles de don Crispín.
-Que no, que no. Que tiene razón, jejejej. ¿Chon ha dicho que se llama? Chon es a chinchín como crespón es a Crispín tirintintín.
-Vaya, vaya, muy graciosos los dos.
-Lupe… no te pongas tan seria que no pasa nada. Entonces, ¿contamos con usted para el viajecito?
-Claro que sí, sin dudarlo. Díganme cuándo y nos organizamos. Tengo la sensación de que estará genial. Bueno, les dejo que tengo prisa, me esperan en el colegio de videntes con sus bolas de cristal y todo.
-¿Qué dice? ¿Va a que le adivinen el futuro?
-No, voy a curarles las verrugas. Que mucha bola y mucho adivinar pero tienen la piel hecha una pena. No sé si es que harán conjuros con epidermis de sapo y rabos de lagartija o qué. En fin, bueno; ya me dirán, que me apunto a la excursión.
-Muy bonito. Tú haciendo chistecitos con él.
-¿Celos, querida? Vaya vaya. Si lo he encontrado simpatiquísimo. Tú lo que pasa es que eres muy cortada. Deja tu contención y lánzate. Ay ay, cuánto tengo que enseñarte.
-Sí, sí; muy lista pero estás como yo, pa vestir santos. Vamos, pintando monas.
-Y gatos, si hace falta. El caso es pintar.
Ya ya, bueno. Vámonos a la agencia de viajes a buscar folletos y luego nos tomamos algo. Y no te pases con mi Crispín, ¿eh? Que te conozco.
-Que no, mujer. Que tú eres mi amiga. Y en esta guerra nuestra amistad es la que gana.
-Ay, Chon. Si es que eres más maja, tía… ¡Dame un abrazo!
-Toma un abrazo. Lupe, dame un abrazo. Y que nos quiten lo bailao. De ciego a Ciego y tiro porque me toca.



  




     

3 comentarios:

amelche dijo...

Para mí que la Chon se lo roba, ya verás tú... :-D

Rosa Sánchez dijo...

Uy, Alberto, un dermatólogo como ése necesitamos más de una, jejejeje, que si no sale un grano que tratar, se pinta, ya te digo que sí. jejeje.
Bueno, que los aires valencianos te hayan sentado bien, que lleves el humor y la ternura a flor de piel y que pronto regreses contando tus aventuras por ese lugar de cuyo nombre no quiero acordarme... Con cariño y humor valenciano.

Alberto dijo...

Ana, jejejejej. Cuánta confianza tienes en esa amiga tan buena... Lo que dices daría para un dramón turístico / amoroso. Estaría bien, jejejej.
Besos de culebrón viajero.

Rosa, no me iiría mal ser ese dermatólogo que más de una, dices, necesitáis. Todo sea por tocar...
¿Y qué lugar es ése de cuyo nombre no quieres acordarte? ¿Será acaso la isla de Cieguerín? jejejje.
Bueno, que esa misma ironía y ese mismo ánimo vaya también a rosa de tu piel, digo a flor de tu piel, jejejeje.
Besos dermatológicos.

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