Buena noche de miércoles.
Nuevo diálogo satírico con tintes festivos. Que te haga
sonreír, jejejej.
Un abrazo guasón. Un brindis por el humor, aunque sea rosa o
negro o verde… o ciego.
De patosos y palurdos
-Qué asco, qué guarrería. Cómo lo han dejado todo de sucio.
La que nos queda ahora y el sueño que tengo.
-No se apure señora oruga que mañana lo dejamos todo como un
pincel. Lo importante es que su hermana disfrutó como nunca. Y cómo bailaba y
cómo se reía y cómo cantaba. Hasta conmigo se lo pasaba bien y todo. Y oiga,
que el regalo que le hicimos bien que le gustó. Estaba echa un bellezón con el
collar de plumas.
-Sí, eso es verdad. Pero yo no pude ver sus ademanes felices
ni tampoco cómo le brillaban las alas de emoción ni cómo se ruborizaba de
felicidad. Qué lastimica, qué desgraciada soy, quiero ver quieroooooo ver.
-No se me aflija, oiga usted. Haga como yo, imagine y no
sólo andará, si no que será la campeona del mundo.
-Pero si yo lo que quiero es ver. Andar, ando muy pero que
muy bien. Y por mucho que quiera imaginar… no la vi.
.Ande, no se enmohinezca. Piense en lo feliz que ha sido su
hermana. No llore, señora oruga. Que las orugas no lloran. Cuénteme chismes de
los humanos.
-hip hip. Sí. En una fiesta a la que asistí cuando veía, me
encontré con unos patosos que se las daban de sabiondos. Qué torpes y qué mal
quedaban. Se les notaba desde lejos que nunca se habían visto en otra,. Era una
pareja, ella andaba como un pato sobre zancos, jugando a equilibrista de circo.
Y él arrastraba el frac, no sabía llevarlo y cada poco se pisaba los faldones
del chaqué. Qué palurdos. Y cuando nos sentamos a la mesa tuve que ponerme el
babero…
-¿Usted con babero? Jajajajajaja. Esa sí que es buena, una
oruga con babero… parecería…
-No se pase, que el hecho de que esté depre por no ver, no
le da derechos. Le arranco sus inútiles pies y me hago mondadientes con ellos.
-Siga siga. ¿Qué pasó en la cena?
-Que pinchaban la sopa y sorbían el marisco. ¡Cómo se
pusieron de comer! Y cuando flambearon el suflé… jajajajaj. Gritaban como si se
fuera a quemar el mundo. Y después, en el concierto roncaban como locomotoras.
Qué zafios.
-Vaya. Se está muy bien aquí. Que esto no será el Gran
Teatro de la Ópera ni el Palacio Real, pero hemos podido berrear y gritar y
bailar y reír…
-Sí, y tirarse cosas entre el colibrí y la comadreja y
ponerse zancadillas el gusano a la lombriz y salpicar las paredes de nuestro
tronco como si quisieran asperjarlas con los venenos del escorpión y el
alacrán.
-Por cierto, ¿sabe algo de su hermana? La vi muy enalada con
un figurín moscardón que la tenía cual néctar de capullo. Qué injusto es todo
siempre. Ya sé, cómo se va a fijar en un ciempiés paralítico teniendo a un
moscardón ligón. Aunque luego la deje por otra, como hacen todos los de su
calaña, y tenga que ser yo el que le ofrezca mi lomo cinco estrellas para que
se desahogue. Siempre es igual… Como amigo lo que quiera, ahora que como otra
cosa… ni pies ni revés.
-Sí que nos ha dejado buenos la dichosa fiestecita. A usted
depre por no ligar y a mí por no ver. Menos mal que los del coro de Ojete del
Cangrejo animaron con sus cricrís y crocrós. Tengo que reconocerle que eran
buenos los grillos y la solista chicharra ya ni le cuento lo bien que
arrullaba.
-Ande, ayúdeme a ordenar un poco todo este batiburrillo, que
aún nos escoñaremos.
-Usted se escoñará, yo me espollaré, oiga oiga…
-Lo que quiera. Siempre tan puntilloso con la lengua…
-Qué más quisiera que puntillar con la lengua sobre su
boquita de piñón.
-Pruebe…
-Huy huy huy, qué cariñosona está. ¿No se arrepentirá
mañana?
-No sé. Ya le he cogido ley y qué mejor ocasión de ponerle
el “the end” a la peli de esta noche. Mi hermana no sé si regresará. Me dijo
que no la esperara levantada.. así que…
-Mire que abrazarle no podré…
-Cierre los ojos… ciempi.
-¿Me quieres, oru?
-Te quiero, ciempi.
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