jueves, 30 de septiembre de 2010
Felicidades, Maestras y Maestros
Publicado por Alberto en 5:17 p. m. 2 Dejaron su huella
Etiquetas: Anécdotas
martes, 28 de septiembre de 2010
Un cafecito
"¡Cuatro!", responde el alumno.
"¿Cuatro?", replica el profesor, arrogante, de esos que sienten placer en pisotear los errores de los alumnos.
"Traiga un fardo de pasto, pues tenemos un asno en la sala", le ordena el profesor a su auxiliar.
El profesor se enojó y expulsó al alumno de la sala. El alumno era el humorista Aparício Torelly, conocido como el Barón de Itararé (1895-1971)
Al salir de la sala, todavía el alumno tuvo la audacia de corregir al furioso maestro:
"Usted me preguntó cuántos riñones 'tenemos'.
'Tenemos' cuatro: dos míos y dos suyos. Porque 'tenemos' es una expresión usada para el plural. Que tenga un buen provecho y disfrute del pasto".
La vida exige mucho más comprensión que conocimiento. A veces, las personas, por tener un poco más de conocimiento o 'creer' que lo tienen, se sienten con derecho de subestimar a los demás...
Publicado por Alberto en 7:19 p. m. 2 Dejaron su huella
Etiquetas: Anécdotas
lunes, 27 de septiembre de 2010
Going-back
Publicado por Alberto en 9:00 p. m. 0 Dejaron su huella
Etiquetas: Canciones
domingo, 26 de septiembre de 2010
El viejo marino
Publicado por Alberto en 8:33 p. m. 2 Dejaron su huella
Etiquetas: Relatos
jueves, 23 de septiembre de 2010
Somos
como esos viejos árboles
batidos por el viento
que azota desde el mar.
Hemos
perdido compañeros
paisajes y esperanzas
en nuestro caminar.
Vamos
hundiendo en las palabras
las huellas de los labios
para poder besar
tiempos
futuros y anhelados,
de manos contra manos
izando la igualdad.
Somos
como la humilde adoba
que cubre contra el tiempo
la sombra del hogar.
Hemos
perdido nuestra historia
canciones y caminos
en duro batallar.
Vamos
a echar nuevas raíces
por campos y veredas,
para poder andar
tiempos
que traigan en su entraña
esa gran utopía
que es la fraternidad.
Somos
igual que nuestra tierra
suaves como la arcilla
duros del roquedal.
Hemos
atravesado el tiempo
dejando en los secanos
nuestra lucha total.
Vamos
a hacer con el futuro
un canto a la esperanza
y poder encontrar
tiempos
cubiertos con las manos
los rostros y los labios
que sueñan libertad.
Somos
como esos viejos árboles.
Publicado por Alberto en 5:21 p. m. 2 Dejaron su huella
Etiquetas: Canciones
martes, 21 de septiembre de 2010
In memóriam, abuelo
¿Que a qué se deberá esa nueva estrella? Yo os lo diré… es mi abuelo, que desde ese día y a sus 96 años de edad, partió para volver a compartir espacios con Susana, la que fuese su mujer hasta 1984 y que allá arriba le ha estado esperando hasta ese 17 de septiembre.
¿Qué puedo deciros de él y de su fallecimiento?
Publicado por Alberto en 11:58 p. m. 11 Dejaron su huella
Etiquetas: Así soy
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Fuentestrún: los logros de un pueblo y sus gentes
Publicado por Alberto en 9:21 p. m. 2 Dejaron su huella
Etiquetas: Así soy
lunes, 13 de septiembre de 2010
Zamora a través del tacto
Como os comentaba ayer al narraros mis andanzas zamoranas, os pongo el artículo que apareció en La opinión de Zamora, el pasado domingo.
Aunque tiene algunas inexactitudes tal vez sirviese para quealguno de quienes lo leyeron, tengan otra imagen de la discapacidad y de lo que puede alcanzarse con ganas.
Alberto Gil es un turista madrileño que ha aprovechado sus vacaciones para conocer Zamora, «una ciudad preciosa». Nada llamaría la atención en él si no fuera porque se trata de una persona ciega, que se ha atrevido a venir solo a una ciudad desconocida. Su día a día es toda una historia de superación, ya que realiza prácticamente todas las actividades que puede llevar a cabo una persona con visión normal. Ha aprovechado para conocer la Catedral, las distintas iglesias y monumentos de la ciudad o pasear por el Duero. Con el tiempo, ha aprendido a usar mejor otros sentidos, por lo que se trata de un viajero que saber apreciar especialmente bien todos los placeres gastronómicos que ofrece la ciudad del románico.
DIEGO GONZÁLEZ «La gente me pregunta que saco con viajar si no veo nada. Pues estar en los sitios, que es lo más bonito». Así resume Alberto Gil, un turista ciego de 44 años que visita estos días la ciudad, su experiencia viajera. «Como si los ciegos no pudiéramos hacer turismo?»
Alberto Gil, soriano de nacimiento y madrileño de adopción, llegó a Zamora el pasado domingo por la noche y se desplazó solo desde la estación de autobuses hasta el Parador, maleta incluida. «Fue fácil, cualquier persona a la que pido ayuda me la ofrece enseguida. Gracias a la gente me llevo una impresión inmejorable de Zamora. Nadie me ha negado acompañarme hasta cualquier sitio en los días que llevo aquí».
El turista destaca de Zamora su accesibilidad para personas ciegas. «Son cosas que los que tienen una buena visión no aprecian, pero por ejemplo la alfombra verde de la calle Balborraz me ha ayudado muchísimo cuando he querido acercarme al río. Sólo tengo que seguirla y me deja allí». Una vez en la orilla del río solo tiene que seguir el sonido de la corriente. «Además hay algo parecido a caminitos por muchas calles, se combina diseño y accesibilidad. Es una ciudad bastante fácil para los invidentes, casi todo el casco antiguo es peatonal y eso facilita mucho las cosas».
Alberto Gil apunta que, al carecer del sentido de la vista, ha aprendido a apreciar más otros, y la mejor prueba es el gusto. «He estado en pocos sitios dónde se coma mejor que en Zamora. Todo lo que he probado me ha gustado». Cosas como tomar una cerveza o un café en un bar tampoco quedan fuera del alcance de este turista, «lo único que tengo que hacer es pedir ayuda para que me digan dónde hay una terraza».
No debe ser fácil imaginar una ciudad que no se puede ver, pero para Alberto ya es algo habitual. «Yo tengo mucha imaginación, una de mis aficiones es escribir cuentos para niños. Es bonito imaginarte una ciudad entera por la que estás caminando». Además de esto, se confiesa un gran aficionado de la historia de España. «No puedo explicar lo que sentí al lado de la estatua de Viriato. ¿Qué pensaría si viera que tiene una estatua en su honor en una ciudad?, ¿Cuál sería su personalidad? Esto es vivir la historia».
En principio una de las mayores dificultades que se le pueden plantear a una persona ciega es reconocer los monumentos de una ciudad nueva. Alberto Gil tiene su propia técnica. «Lo que suelo hacer es acercarme a las tiendas de regalos y pedir al dependiente que me preste una figura. Como son réplicas exactas, con tocarlas se hace fácil tener una imagen mental del monumento en cuestión». De esta manera Alberto conoce la Catedral de Zamora o la estatua de Viriato «igual que cualquier otro».
Y no todo son maquetas. Antes de entrar a cualquier tienda de souvenirs el turista ya tenía una imagen bastante cercana de los monumentos. «Los invidentes sabemos aprovechar mejor otros sentidos. Más o menos tenía una idea de la amplitud y la altura de la Catedral gracias a la voz. Sólo hay que hablar y percatarse de dónde rebota el sonido para tener una idea aproximada, y bastante cercana, de la altura del edificio». Además aprovechó para tocar algunas partes del templo. «No me hace falta verla para saber que la sillería es impresionante».
El sistema se repite con la estatua de Viriato, pero la imagen no fue tan exacta. «Me ayudaron y conseguí tocar la cabeza de carnero y una parte del pedestal, pero no alcancé más arriba. Simplemente estar tan cerca es más de lo que conseguiría si la pudiera ver».
Durante su estancia Alberto Gil ha realizado dos visitas guiadas a la ciudad: una solo y otra en grupo. «Lo único que necesitamos es más tiempo para las visitas, tenemos que ir más despacio». Por lo demás, exactamente igual. «En la visita que hice en grupo simplemente tuve que agarrarme del brazo de la guía para seguir el ritmo normal».
Entre risas, confiesa que «algo que también me gusta mucho es escuchar las conversaciones de la gente que se sienta a mi lado en las terrazas o en algún bar. No porque yo sea un cotilla, si no porque me gusta imaginarme las caras de la gente por su forma de hablar y lo que cuentan».
Durante los días que ha pasado en la capital, Alberto Gil ha tenido tiempo de vivir alguna anécdota divertida. «Mientras paseaba por el Duero sentí que necesitaba sentarme. Espere hasta que pasó alguien y le pregunté por un banco. Debió entender que quería ingresar dinero, porque me contestó que no era de aquí. ¡Si sólo quería sentarme!».
Alberto Gil no cuenta en sus viajes con muchos instrumentos que le ayuden a desenvolverse mejor. Tan solo ha traído desde Madrid su bastón y un reproductor portátil de música para amenizar las horas. «En casa tengo más cosas para poder llevar a cabo una vida normal, como un ordenador adaptado con voz, pero a mis viajes sólo llevo esto». Con este material Alberto a viajado, solo, a Toledo, Ciudad Rodrigo, León, Barcelona y Soria.
Con el tiempo ha aprendido ha aprovechar las situaciones del día a día para poder guiarse. «La gente no suele darse cuenta, pero en la mayoría de los hoteles los números de habitación están escritos en relieve. Una persona con la vista sana ni se percata, pero a nosotros nos ayuda a no meternos en la habitación del vecino».
Apunta que no se ha planteado hasta el momento hacerse con un perro guía. «Mucha gente me pregunta que por qué no lo hago, pero es que un perro requiere muchos cuidados. De esta manera, cuando llego a casa tan solo tengo que doblar mi bastoncito y guardarlo en cualquier sitio».
Publicado por Alberto en 8:15 p. m. 2 Dejaron su huella
Etiquetas: La noticia
Zamora, la ciudad de los caminos
Zamora, la Perla del Duero, la ciudad del románico con sus murallas, su catedral, sus edificios modernistas,sus plazas y calles peatonales, Viriato, el Cid y doña Urraca.
Llegar un domingo a mediodía, comenzar la aventura decidiendo dar un paseo hasta su parador, un palacio del siglo XV en el que tenía reservado alojamiento. “¿Está lejos el parador? ¿Puede irse andando? Ah,no es difícil… ya te pongo en un punto y a partir de ahí, todo recto. Que disfrutes y tengas suerte”. Al cabo de un buen rato de callejear, objetivo cumplido.
Haces los trámites para que te asignen la habitación. Has de esperar a que te la preparen porque el día de antes ha habido una boda y aún no está disponible. Entretanto puedes tomarte la consumición de bienvenida con que te obsequian por ser Amigo de Paradores.
La habitación es amplia, no te da tiempo, entonces, de comprobar que en la puerta tiene el número en relieve. Eso sí, tocas los cuarterones de las puertas y balcón, típicos de Castilla. Haces el reconocimiento de rigor: el cuarto de baño con sus botecitos de aseo rotulados en braille, el escritorio, el sofá de dos plazas, las camas y dos silloncitos en torno a una mesa redonda. Preguntas cómo se maneja el aire acondicionado, pasas de la tele, pero no de la cajita con bombones que endulzan tu llegada. Hora es de buscar el comedor para alimentar cuerpo y espíritu.
Creías que la carta con los menús estaría en braille, pero no. Bueno, te la leen y piensas que habrás de ir probándolo todo, que debe estar buenísimo. De momento, una parrillada de espárragos, lomo de ternera de Aliste y cañas zamoranas de postre. Días vendrán para degustar ese bacalao a la tranca, ese arroz con boletus, ese trío de lechugas con frutos secos, manzana y queso fresco, ese gazpacho de sandía o ese solomillo de pato -este último manjar no llegaré a catarlo pues al pedirlo se confundirán y el solomillo que me preparen resultará ser de ternera (no será malo el cambio, qué va)-. Esos helados sobre tulipa de barquillo o esas aceitadas serán los postres ideales para acompañarlos. Un vino de la zona, cómo no: un rosado de nombre Valdeoscuro (por algo mis ojos están teñidos de ese color).
A la tarde, tras justa y necesaria siesta, pides que te enseñen el edificio con su patio interior acristalado, su pozo y sus escudos nobiliarios en columnas, su armadura a caballo, su jardín con la piscina, sus escaleras y pasillos de piedra cubiertos de una alfombra que te servirá de encaminamiento (el primero de los que irás descubriendo y que tanto te ayudarán a llegar sin perderte).
La tarde de domingo va declinando, piensas que es hora de buscar otro camino, el que te conduzca al Duero. Alguien te ayuda, cree que te caerás,que es muy difícil, que cómo se te ocurre explorar. Pero de algo sirven sus atemorizadas explicaciones. Escuchas el rumor del agua que quiere acompañarte, acaricias la barandilla que te servirá de guía y te concentras en memorizar el itinerario. Para una primera toma de contacto ya es suficiente.
La noche es amable, el clima bueno y el ánimo dulce. Busco una mesa donde pueda tomarme un café bajo la atenta mirada de aquel legendario luchador lusitano que acabaría siendo traicionado. Me pregunto qué pensará, si se sonreirá al ver cómo un ciego ha acabado allí, imaginando qué aspecto tendrán quienes le rodean, qué anécdotas y recuerdos le quedarán de ese viaje.
Al día siguiente, después de un majestuoso desayuno, visita guiada. Esta actividad, junto con otra que la complemente, hará que pise los puntos emblemáticos de la ciudad: el Portillo de la Traición, la Plaza Mayor, el Barrio de Olivares con sus aceñas y molinos, las iglesias -la de San Claudio tiene unos capiteles increíbles que puedo tocar, la de la Madalena, un sepulcro magnífico y la catedral, unos tapices y un coro superiores-.
Las guías te cuentan historias y leyendas, informaciones que te enriquecen: cómo los zamoranos disponen de su playa, la de Pelambres, cómo ha sido restaurado el castillo, cómo San Atilano encontró su anillo en el estómago de un pez o cómo, para acoger la exposición Las edades del hombre en 2001, renovaron el pavimento del casco histórico dotándolo de una textura granítica en el centro de las calles para señalar metas a las que dirigirse. Sin ellos pretenderlo, hicieron que para mí fuese fácil seguirlos.
El tiempo fue pasando. Me familiaricé con los paseos por el río -ni me caí ni me perdí-. Localicé unos bancos donde sentarme a escuchar el agua -a quien le pregunté por ellos debió creer que buscaba ingresar dinero ya que, en vez de mirar y verlos, se limitó a decirme que no era de allí (¡toma castaña!)- y atravesé sus puentes, el medieval de piedra y el de hierro con tablas en su acera (otro camino).
A alguien le llamaron la atención las andanzas de este cegato y los del periódico La opinión quisieron entrevistarle. El resultado lo tenéis aquí:
http://www.laopiniondezamora.es/zamora/2010/09/12/zamora-traves-tacto/462463.html
Con todo llegó el viernes, el regreso, el balance.
Una aventura plena, sentirse un turista más, en el sentido de explorador, el haber adquirido nuevos conocimientos a “primera vista”,de manera directa, haber transitado por la Historia, haber estado allí.
Las atenciones de quienes me ayudaron, unos con más normalidad y otros con extrañeza y hasta temor, la magia de pasear y soñar, la tranquilidad del entorno por el que deambulaba al ser peatonal, y el orgullo de haberme enriquecido otra vez más. Leer más
Publicado por Alberto en 6:33 a. m. 0 Dejaron su huella
sábado, 11 de septiembre de 2010
Mi vuelta al cole
Hace nada era 19 de agosto, daba vacaciones a Tiflohomero y expresaba mis deseos y reflexiones.
Hoy, 11 de septiembre, día tan cargado de significados, vuelvo al cole, retomo mi actividad con ilusión y ansias de poder seguir ahí aspirando a ser uno más.
Espero que me acompañéis en mi propósito porque vuestro aliento resulta esencial para mí.
¿Que cuáles son esos proyectos? Ahí van algunos…
Esforzarme más aún para que en mi actividad cotidiana, tanto laboral como personal, mis acciones puedan ayudar a alegrar el espíritu de quienes se crucen en mi camino.
Brindar mi experiencia y posibilidades, siempre menos de lo que me gustaría, para mostrar que merece la pena sonreír, mirar hacia delante y romper límites.
Continuar llenando mi existir de aprendizaje y vivencias.
Crear relatos en los que la fantasía envuelva la transmisión de valores y optimismo.
Y seguir dejando huellas a través de Tiflohomero, pero además vertiendo trazos de viajes en un nuevo espacio: “Explorando a tientas” que dejen constancia de una pequeña parte de lo que puede lograrse a base de empeño, tenacidad e ilusión.
¿Y beber cultura? ¿Saborear amistad? ¿Acariciar belleza? Claro, cómo no. ¿Quién podría resistirse? Estoy seguro de que vosotras y vosotros tampoco lo vais a hacer.
Mucho ánimo y adelante siempre, y si es con una sonrisa mejor aún.
Publicado por Alberto en 1:29 p. m. 3 Dejaron su huella
Etiquetas: Así soy