Buena noche, casi ya jueves.
Aquí un nuevo diálogo satírico con la malévola intención de
hacerte sonreír.
Que duermas bien y no te arruinen las sorpresas.
Brinda, brinda por esa fiesta de la mariposa… y ese coro…
jejej.
Un abrazo guasón.
De avaros y tacaños
-Hermana, repliega tus alas, no vaya a ser que el patoso ése
del ciempiés te las pise. Que mucho pies, pero ni pizca de tentempiés.. que
paso más hambre… que el moscardón de un tejón. ¿Te gusta cómo he adornado este
tronco que tenemos por morada? ¿Qué pedazo de visillos, de plástico fino; qué
vaseros, de hojalata de la buena; qué silloncitos, de piedra de río, la mejor…
Qué quieres, el ciempiés no es malo y me suele respetar en esto del orden y,
encima, me pide que le cuente chismorreos y cotorreos de los humanos, que tanto
me gusta.
-Qué, Señorísima Oruga, ¿ya le ha enseñado a su gentil
hermana nuestro suntuoso palacete?
-¿Palacete? Puaj, cuanto más me descuido, más me la mete.
-No seré yo el que le meta nada, que ni cuando se puso más
ciega de lo que es, hubo manera de meter. Otra cosa, ¿qué le parecería
organizarle un fiestuqui a su señora hermana, la de alegres colores? Podríamos
invitar a las libélulas de postín, saltamontes de aguas dulces, lombrices
orejeras y la nata del gusaneo.
-Gusaneo, que me meo. Se adelantó a mis planes, por una vez.
Resulta que va a cumplir años estos días y, ya que ha venido a visitarnos, no
se nos iba a escapar la oportunidad de celebrar su venida. La cosa nos va como
rabo al perro.
-Ah, entonces no habremos de ser tacaños en el acontecimiento.
Engalanaremos todo, sustituyendo esos visillos suyos y esos vaseros y esos
silloncitos suyos tan horteras y tan incómodos…
-Oiga oiga, ni se le ocurra tocarlos. Haga usted lo que
quiera, pero eso ni tocarlo.
-Bueno, bueno.. entonces me pondré la gabardina…
-¿Usted con gabardina? ¡Un ciempiés con gabardina… ésa sí
que es buena.
-Sí, gabardina que es cosa fina, con su cinturón a juego.
Pero otra cosa… habremos de regalarle algo bueno…
-Sí, pero no se me ocurre nada. ¿Y a usted?
-¿A mí? A mí, una funda para sus alas…
-¡Ni hablar!
-¿Pues con lo que tenemos por aquí… como no sea que le
hagamos un collar de pétalos rosas… Resulta que ayer se pasaron por aquí las
grullas y alguna pluma perdieron…
-Un collar y un brazalete y una diadema… toda de colores. No
me parece mala idea. Igual hasta encuentra trocitos de cristal para engarzarlos
en las plumas.
-Algo haremos, sí sí. ¿Sabe una cosa? Me gusta su hermana…
-¿Más que yo? Ni se le ocurra ponerle sus pies encima. Mi
hermana es mucha mariposa para un cojo ciempiés. No se ha hecho el néctar de
colibrí para la boca del ciempiés.
-Usted siempre tan alagadora… ¿y qué? ¿Hoy no me va a contar
nada de los humanos?
-Claro, a cuenta de nuestros gastos _ya puede ir guardando
cosas ricas para la merienda_, le contaré cómo son de avaros y tacaños. Tan
avaros que prefieren ser ricos en el cementerio antes que gastarse un céntimo
de más, que se les pegan tanto los dineros que los colorean y todo, tanto que
el color que más les gusta es el negro, y si saben que les van a invitar se
ponen más ciegos que yo y si son ellos quienes lo han de hacer, parecerían
tener vista de lince de lo que escatiman, y tienen a sus parejas con un vaso de
agua y un palillo por no gastar… Así que a usted ni se le ocurra tacañear en la
fiesta de mi hermana.
-Ah, no. Y hasta tendremos música del coro de grillos de
Ojete del Cangrejo, un coro afamado en toda la tierra.
-¿Un coro de grillos? Yo lo que había oído era aquello de la
jaula de grillos, pero un coro… ¿Y de dónde dice que son?
-De Ojete del Cangrejo, meca del canto grillero y
chicharrero.
-No sé… no me fío. ¿Qué música hacen? ¿No será…? Que usted
tiene el oído en los pies y… Además, mi hermana y yo hemos asistido a los más
grandes conciertos de música animal. Aún recuerdo aquel día en que estrenaron
la Sinfonía Canina del Nuevo Mundo, una obra maestra.
-No, estos sinfonías no tocan, pero animan mucho el bailoteo
agarrao.
-No, si los que son agarraos son esos humanos de los que le
hablaba. Ande, déjese de cháchara y póngase manos a la obra, que como tuviera
que ponerse pies a la obra, íbamos listos.
-Pues usted ya puede empezar a escoger las mejores plumas de
grulla que le decía, ahí abajo están todas. Y cuidadito no las vaya a elegir
con el ojo del culo que es el único sano que tiene…
-A que le doy una…
-Una, ¿qué? ¿Una picadita de sus morritos?
-¡Ciempuzo! ¡Lenguaraz!
-Lenguaraz, ¿yo? Pero si es usted la que siempre anda
paseando su lengua por todas partes menos por mi lomo cinco estrellas…
-¿Usted, lomo de cinco estrellas? Pero si no llega ni a
lentejuela, como para tener estrellas. Ande, ande. Váyase a hablar con los
grillos ésos y déjeme a mí con mi hermanita.
-Bueno, pero ni palabra de la fiesta, ¿eh? Que el que solía
arruinar las sorpresas en mi anterior vida de patinador era yo…
-Calle, calle, que yo soy muy discreta. Soy un mausoleo
cuando se trata de guardar secretos. Por cierto, ¿quiere que le cuente un
secreto?
-Ummm… menudo mausoleo está hecha usted. Si yo pudiera, la
contrataba como vocera mayor de la Tierra Ancha. Ale, adiós. No se vayan sin
mí, que enseguida vuelvo…
-¿Enseguida? Jaja. Un ciempiés paralítico va a venir
enseguida… jaja. Permítame que me lo crea… jaja.
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