Comparto este pequeño texto que, dentro de un rato, leeré en un sencillo concurso de redacción y lectura en braille, convocado por la ONCE de Madrid.
Como siempre, me mueve el afán por compartir recuerdos y animar a participar.
El concurso consiste en leer en braille durante 5 minutos un texto relacionado con alguna efeméride. 2014 está poblado de aniversarios famosos y la ONCE ha querido tomar como lema del concurso eso de las efemérides.
Que te guste.
Aquel primero de octubre era lunes, claro. Era mi primer día en la Universidad. El aula 3 de la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza poco tenía que ver con las clases en las que había estudiado anteriormente. Era mucho más grande y con un tufillo de años y años de presencias y, tal vez, de fantasmas de algún Pericles o Augusto o vaya usted a saber quién.
Me sentía perdido, pero ilusionado a un tiempo. Intuía que daba inicio al camino que me conduciría al sueño de arqueólogo. Las fantasías novelescas de adolescente podían empezar a hacerse realidad.
Comenzaron a llegar otros chicos y chicas. A nadie conocía. Me había sentado en la primera fila, no por nada, si no por ver mejor la pizarra.
Y entonces apareció el señor catedrático. Se trataba de Guillermo Fatás y sería el encargado de impartir la asignatura de Historia Antigua. Un runrún percibí a mi alrededor, se decía de él que era un hueso duro.
El impacto fue de los que no se olvidan: con su toga y su birrete, llamándonos de ustedes y amenazándonos con sesudos manuales en alemán.
Estaba anonadado. Vaya jarro de agua fría.
Nos dijo que sus clases eran charlas temáticas, pero que para aprobar su asignatura deberíamos consultar la bibliografía que nos iría dando. Uf, qué miedo.
Acabó la clase y pasamos a otras: Prehistoria, Geografía Descriptiva, Literatura y Filosofía. Menuda mañana, ah, y Latín, naturalmente. Y todos soltándonos sus listas de libros y referencias que deberíamos conocer y estudiar.
El tiempo pasó. A Guillermo Fatás lo nombraron para desempeñar un cargo público y fue sustituido por otro profesor mucho más bennévolo, el curso fue transcurriendo y yo aprobando. Del sueño desperté con la conciencia de que el león no era tan fiero como lo pintaban, ni mucho menos.
Llegaría tercero y se convocaría una larga huelga que acabó sin resultados y que casi hace que nos cargáramos el curso. Pero también durante ese 1987 mi vista decidiría dejarme tirado y me obligaría a asumir que un ciego arqueólogo no casaba bien.
Ya sólo me quedaba acabar la carrera como fuera para obtener el título y transformar los deseos de desenterrar civilizaciones muertas en certezas de ser descubridor de palabras e imágenes vivas, gracias a unos puntos, de los que nada sabía en 1984, pero que he aprendido a amar profundamente, los puntos que un tal Louis braille nos dejara en 1825.
Pronto hará de todo aquello 30 años, pero aún veo en mi retina el aula, los pasillos de la Facultad, gente corriendo de un lado a otro, chicos y chicas alborotados, el señor catedrático con su porte marcial y su voz de trueno, como si los que, a sus pies estábamos, no fuéramos si no miserables legionarios prestos a morir frente a las aguerridas tropas del gran Viriato.
Más aún, no he olvidado mis tiempos universitarios: mis incursiones a la cafetería de Interfacultades donde desayunaba unos dobladillos soberbios, mientras otros bebían cerveza y pasaban las horas; mis peregrinaciones de edificio en edificio del campus para asistir a las clases, gente sentada / tumbada en el césped cuando apretaba el calor... No sé. Fue una pena que la carrera la terminara con bastante desencanto, pero al menos ahí está aquella experiencia y el título que lo atestigua, un título que para obtenerlo me obligó a grandes esfuerzos al no ver, pero que también me trajo el apoyo sincero y constante de mi hermano y cuñada, y de otros compis que me dejaban los apuntes y leían lo que no veía, sin olvidar que los profesores, por lo general, también me ayudaron a superar las materias, eso sí, sin regalármelas, pero comprendiendo mis dificultades en un tiempo en el que la tecnología no ofrecía las posibilidades de hoy.
miércoles, 7 de mayo de 2014
Una efeméride personal
Publicado por Alberto en 5:13 p. m.
Etiquetas: Así soy
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1 comentario:
Y más efemérides que vendrán. Un abrazo.
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