Dado que el pasado
jueves no pude compartir contigo mi tradicional esbozo de poema, lo hago ahora,
sabedor de que lo acoges con tanto agrado.
Que la dulzura del
cariño y el amor dejen en ti siempre placenteros momentos de felicidad y
sueños.
Un abrazo siempre
agradecido.
Dulzura
Jugo de cereza y mango,
almíbar chorreante;
Tu cuerpo, manantial
inagotable de placer.
Un abrazo tuyo,
meriendas de fuego y pasión.
Crema de merengue y
vainilla, de gusto perecer;
Tus besos, apetecibles
siempre, por detrás y por delante.
Bizcocho esponjoso,
cabello de ángel;
Tu piel y tu melena,
comer sin fin.
Un roce de tus manos,
fuegos artificiales, sublime emoción.
Pastel de hojaldre,
milhojas de ropa interior y sedoso batín;
Aroma de tu despertar, frescor
de amanecer.
Caramelo que chupar sin
prisa, boca contra boca;
Sonrisa radiante al
saberte saciada, meca de algodón azucarado.
Una llamada tuya,
promesa de mágica fusión.
Chocolate caliente
donde mojar mi sueño dorado;
Manjar de dioses, tu
amor, esencia remota.
Trufas heladas,
píldoras de deseo y libertad;
Tus ojos pícaros,
ladrones de mi destino.
Guindas con nata, frondosos
árboles de mi eterno camino;
Maestra y guía, sabia tutora de mi soledad.
Dulzura, me pregunto qué es;
Tú me lo enseñaste con un adoquín y una galleta.
Y ahora ya solo me quedan estos versos, junto a la almohada
y la manta,
Cobijo de nuestros suculentos banquetes.
Un abrazo tuyo, meriendas de fuego y pasión;
un roce de tus manos, fuegos artificiales, sublime emoción;
una llamada tuya, promesa de mágica fusión;
una sonrisa de tus labios, velero en el mar de la ilusión.
Dulce milhojas, sí, , dulce tu boca de cereza;
Dulce bizcocho, sí, tu dulce piel de caramelo;
Dulce chocolate caliente, sí, dulce tu espalda de trufa;
Dulce almíbar, sí, tu dulce susurro de vainilla.
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