Buena noche de domingo.
Ya el domingo pasado nuestra amiga la Vieja Dama reapareció
y hoy toma ya su protagonismo que espero tenga durante un buen tiempo. Espero
me inspire para hacerte disfrutar con los casos del detectve Benigno Pérez al
que iremos conociendo poco a poco.
Un abrazo, feliz semana y gracias por tu cariño.
El crimen del palacete
Él no lo sabe, pero yo le voy a echar una mano. Es que me
cae bien ese detective de homicidios. Se le ve bonachón, con su calva y su
prominente barriga y sus manos gordezuelas. No, no es ningún Adonis. No valdrá
para modelo ni las niñas de postín lo aceptarían como pretendiente y, sin
embargo, a mí me ha caído bien desde el primer momento en que lo he visto
venir.
He oído que le llaman detective Pérez y debe estar encargado
de este caso, el de la muerte del heredero del palacete.
Claro, yo debo estar aquí porque me lo llevaré conmigo. Ya
saben… soy la Vieja Dama, la dueña de los muertos y en cuanto levanten el cuerpo,
yo me marcharé con su cadáver una vez finalicen los trámites judiciales y
criminalísticos. De momento, aguardaré agazapada tras el cortinón.
Bonito sitio este palacete, bonita la calle Orfila a la que
da. He oído decir que a él se le denomina Palacete Coca. Típico de finales del
XIX con sus columnas, sus alfombras y arañas, sus butacones y muebles de
artesanía fina.
De los muertos que hoy debo recoger me ha parecido oportuno
llegarme hasta este edificio del barrio que llaman Madrid Aristocrático para
dedicarle mis atenciones antes que a ninguno otro. Y es que, tras entrar en la
capital por aquellos suburbios de noche y sombras, después de dejar que aquella
muchacha repartiese su luz entre ellas, no podía dejar de venir.
Desconozco, porque tampoco me importa, quién habrá avisado
al detective Pérez, pero cuando yo ya llevaba un buen rato contemplando al
muerto, acogiéndolo entre mis amorosos brazos, han llegado los de la Policía al
mando del tal Pérez.
Y aquí estoy, sin perderme una detrás del cortinón. Nadie me
ve, faltaría más, creen que estoy a horcajadas sobre el buen señor. Buen señor
que es un vejete en bata de cuadros que simula haberse disparado un tiro en la
sien, cual suicida de pro. Todo apunta a esta causa como móvil, sin que falte
una bonita nota de despedida, pero ni a mí ni al bueno de Pérez se nos ha
escapado que hay algo más.
¿Por qué la pistola está en el lado izquierdo si el agujero
de bala lo tiene en la sien derecha? ¿Por qué no hay rastros de pólvora? Si
hubiera sido un suicidio, al muerto no le habría dado tiempo a limpiar la
herida y lo del arma en esa posición… No, definitivamente, no cuadra lo del
suicidio.
Yo ya sé que cuando hagan la autopsia descubrirán que en su
hígado hay una importante dosis de láudano. Se lo voy a susurrar al oído de mi
amigo.
-Chicos, intuyo que este caso va a resultar más difícil de
lo que aparenta. De mis lecturas deduzco que este hombre ingirió una bebida
atípica de estos tiempos. Mirad las pupilas. No son normales.
Bien, bien; amigo mío. Me gusta que me escuches. Eso del
láudano ya no se usa. ¿Por qué lo ingeriría? Ahora hay otras drogas más
potentes para calmar el dolor.
Y otra cosa le voy a decir. Como pretendan identificarlo a
través de las huellas dactilares, no podrán pues sus dedos no las tienen. ¿Por
qué? ¿Por qué habría de borrarse las huellas un señor respetable, dueño de un
palacete como éste?
-Jefe, es raro esto. He buscado en las bases de datos el
nombre pero no aparece en ninguna. Deberemos tomarle las huellas para ver quién
es.
-No lo hagas, Tim. No las encontraremos. Ya te digo que todo
es muy extraño. Menos mal que ahora los medios de comunicación andan
entretenidos en otros asuntos, que si no, nos iban a freír.
-Seguro que algo se le ocurrirá, jefe.
-Me da que de nada nos van a servir los avances en la materia
de criminalística. Algo me dice que nos las estamos viendo con todo un misterio
de los gordos y que no podremos darle carpetazo así como así, que como no lo
hagamos bien, nos van a tachar de imbéciles ingenuos.
Ya voy viendo qué ha pasado. Pero… cuando se lo susurre al
detective, ¿me creerá? Me cuesta creerlo a mí, que tanto sé de la vida y de la
muerte. El muerto murió hace mucho aunque aparente haber muerto hoy. Acaso,
haya habido algo que le haya ayudado a morir por fin definitivamente.
-Qué frío hace esta noche. Llego tarde. Espero que mi
víctima no se haya ido ya. Seguro que me estará aguardando. El señuelo que le
mostré es demasiado valioso como para que no esté. Por otra parte, ésta es su
casa y las caballerizas están habitadas.
-Pase, está abierto. ¿Lo ha traído? Déme la capa y
caliéntese cerca de la chimenea. Le serviré una buena ración de este ron añejo
que calienta hasta un muerto y que recuerda a piratas, bucaneros y marineros
locos.
-Pensé que me recibiría vestido con su traje elegante
habitual y no en bata y zapatillas.
-No es falta de respeto, es que soy muy mayor y despedí al
servicio para que no nos molesten. Déjeme ver el libro. Qué maravilla. ¿Y dice
que en él se encuentra resuelto el enigma hermético de la inmortalidad? ¿Qué
tengo que hacer para comprenderlo?
-Beber esta pócima mágica.
-Déme.
-No. Antes déme usted a mí lo acordado.
-Es que no pude conseguirlo todo.
-Entonces no hay nada más que hablar.
-Espere, le podría dar mi vida si dice que con ese libro la
vida es eterna.
-Se arrepentirá si lo hace.
-No importa, quiero el libro a toda costa y no me importa el
precio que me pida.
-Ya le dije que mi precio era todo. ¿No tiene las escrituras
de sus posesiones y los pagarés y los títulos de valor? Entonces no hay libro.
Y si me ofrece la vida, será con condiciones. Su vida me otorgará lo que los
papeles deberían otorgarme. Todo lo suyo será mío.
-Cruel se muestra quien tan poco posee. Un libro.
-Un libro por el que usted está dispuesto a entregarme su
vida como si fuera a dar su alma al demonio.
-Posiblemente, usted sea el mismísimo demonio, pero a mí no
me importa. Tantos años investigando, dejándome los ojos en bibliotecas y
anaqueles, antros oscuros del saber antiguo, anticuarios y librerías de viejo
hacen que nada me importe.
-Bien. ¿Se reafirma entonces en ofrecerme su vida a cambio
del Hermes ad Eternum? Si lo hace, deberá posar sus manos en una solución
química que prepararé para eliminar sus huellas, desaparecerá todo rastro suyo
y habrá de apurar esta botella.
-Todo haré si me entrega el libro. Démelo y déme la botella.
Tome mis manos, tómelo todo pero entrégueme el libro.
-Don Ignacio Coca de Ascunce, yo le conjuro a vagar por las
paredes de este palacio que ahora es de mi propiedad como todo lo suyo. Con su
renuncia a todo a cambio de este manuscrito pasa a ser un ser fantasmal que
acarreará la desgracia de todo aquél que quiera poseerlo, ya que de usted no
es. Beba y firme.
Eso es lo que sucedió una noche de noviembre de 1905 en este
lugar y eso es lo que ha sucedido desde entonces en este lugar. La maldición se
cumplió hasta que ayer, por fin, aquel loco pudiera romper el maleficio y
comprendiera que su única salida era destruir el libro y pegarse un tiro. Por
eso, y así voy a decírselo a Pérez, no encontrarán libro alguno en este
palacio.
-Jefe, ¿se ha dado cuenta? En este palacio no hay libros. Es
curioso, sólo hay estanterías vacías. Un palacio con su biblioteca vacía.
-Jefe, venga, venga. En la chimenea hay un montón de cenizas
aún calientes. Habrá que analizar a qué corresponden.
-Ah, sí sí. Una H mayúscula, letras raras sueltas. Parecen
latín. No sé. Ojalá podamos reconstruirlas. Me da que en ellas encontraremos
las verdaderas razones de este suceso. Habrá que esperar. ¿Ya ha venido su
señoría? Si así es, nosotros poco tenemos que hacer ya aquí. Tan solo habremos
de esperar a que reconstruyan las cenizas.
Benigno Pérez no puede contarlo aún, pero ya sabe qué
ocurrió la noche de noviembre de 1905 y lo que ha ocurrido esa madrugada y
pronto podrá cerrar el caso. Yo, por mi parte, me marcho en pos de otro muerto.
1 comentario:
Querido Albertito: Estás hecho un Sherlock Holmes. Ahora entro muy poco en el blog, ya que estoy más por Facebook. Paso para decirte que el día 26(Dios mediante) presentaré en La Casa de Galicia de Madrid a las 19:30 mi próximo poemario: Amarré la distancia en el cordón de mis zapatos. Si te cuadra y quieres me gustaría darte un abrazo.
Que sigas con las etapas tan gratificantes; comidas, paseos, amigos, escribir y vivir de esa manera que también haces.
Un abraciño.
Rosa María Milleiro
Publicar un comentario