Buena noche de domingo.
Que te guste la nueva peripecia de Benigno Pérez y su gente.
Con cariño.. un abrazote.
Feliz semana.
La ladrona de miradas
-Jefe, llaman de la comisaría de Carabanchel, que ha
aparecido otro cuerpo en el Parque Eugenia de Montijo con los ojos extirpados.
Como en los casos anteriores. Ya sabe… personas indocumentadas, vagabundos e
inmigrantes, gente de la calle. Todos igual, todos vaciados en los ojos. Otro asunto
que no tiene buena pinta.
-Sí, González. No tiene buena pinta. ¿Para qué querrán extirparles
los ojos. Qué sé yo. Tendremos que buscar en los libros de criminales famosos
por si encontramos alguna pista.
-No tiene buena pinta, pero usted acaba resolviendo siempre
los casos más difíciles. Fíjese cómo lo hizo con los anteriores.
-Ya, pero esta vez no tengo ni idea. Ni quien me ayude _se
dice_. La voz que las otras veces me ayudó no da señales de vida. Con lo bien
que me ha venido y ahora, sólo silencio. Vaya por allí y hable con vecinos, indigentes…
yo qué sé. Vístase de paisano, invéntese cualquier historia. Todo menos que le
calen que es poli. Yo, mientras tanto, me pondré a bucear en los archivos y
bibliotecas.
Y Benigno Pérez se pone a ello, aguardando que su misteriosa
confidente le susurre, cual candil en la oscuridad, algún consejo, como hizo
otras veces. Algo que no sucederá.
Es que, mientras tanto, la Vieja Dama se encuentra lejos de Madrid.
Anda recogiendo cuerpos en el penúltimo terremoto de esos países condenados a
la tragedia permanente, sin que importe que venga de la guerra, de la peste,
del hambre o de las catástrofes naturales. Tardará en regresar a Madrid porque
para ella, Madrid es su descanso cuando ayuda a su amigo Benigno. Y ahora no le
es dado descansar.
Pasan las horas, Benigno no encuentra nada. González, su fiel
subalterno, llega sin nada.
Bueno, sin nada no. De vuelta pasó por el bar de Rita en el
que suele parar para echar algún bocado y mientras esperaba, en la barra, vio
un anuncio hojeando la revista de cotilleos. El anuncio prometía que habíase
descubierto un nuevo avance en materia de cirujía estética. Dicha técnica
conseguía modelar la mirada a voluntad. Con semejante adelanto, no serían
necesarias ni gafas de sol ni lentillas para embellecer o disimular la mirada.
Venía un número de teléfono al que naturalmente había llamado. El resultado
obtenido fue que al otro lado respondía un contestador automático.
-¿Dejó mensaje?
-No, pensé que sería más creíble que quien llame sea la cabo
Bermúdez que siempre pega más que una mujer quiera adornarse. Alguien como yo,
con mi voz bronca de fumador, no parecería de fiar.
-Bien, vayamos a buscar a Adela Bermúdez y que llame.
-Jefe, he concertado cita para mañana a las cinco. También a
mí me salió el contestador, dejé el mensaje y a los 10 minutos me devolvieron
al móvil un SMS dándome la cita.
-Vaya, pero tenga cuidado. Eso de las miradas… suena a que
pueda guardar relación con los casos de los ojos extirpados.
-No creo que a mí me pase nada, al fin y al cabo, soy una
chica de hoy, que no está conforme con su físico. Usted no se me apure,
jefecito.
-No me seas zumbona, Bermúdez. Que no lo hago por creer que
no vayas a saberte valer. Es que me preocupo por mi gente. Ya nos dirás.
Nosotros, investigaremos qué hay detrás de semejante anuncio. ¿Cómo dice el
anuncio que se llama la empresa?
--Miralux S.L. Corporation.Veamos, qué datos hay en los
registros. Uuummmm… no sale nada. No hay datos. ¿Será una empresa fantasma?
Adela, al día siguiente, llegará a un moderno edificio de
cristal y aluminio, un lugar aséptico, limpio, impersonal. Una muy amable
señorita le explicará pros y contras, costes y ventajas de la operación. Todo
muy correcto y oportuno, muy prometedor pero muy frío. Una serpiente con piel
de promesas triunfadoras. Nada más que una oferta.
-Pondremos vigilancia a ese lugar y seguiremos a todos los
que salgan de él. Quizá encontremos algo.
Y sí, haciéndolo llegarán hasta una casa unifamiliar, en una
urbanización del Norte. A ella llegan todos, están un rato y se marchan. Cuando
lo hacen, salen con maletines que parecen especiales. Descubrirán que son refrigerados.
¿Qué llevarán en ellos? ¿Quién residirá?
La casa está también a nombre de la empresa del anuncio
pero, tras días de vigilancia, constatarán que es una mujer la que la habita y
que a ella llega gente constantemente.
-Es toda una señora, jefe. De perfil eslavo, fuerte, segura
de sí. Pienso que debemos actuar y detenerla sin más.
-¿Estáis seguros?
-Al menos es un hilo del que tirar. Y si no tiene nada la
soltamos sin más. Podemos colgarle eso de que es una identificación rutinaria a
extranjeros. Hable con la jueza y actuémos deprisa. No sea que la pajarita
vuele del nido.
-Bien, mientras la interrogamos, entraremos a la casa
discretamente.
-No tienen nada de qué acusarme. No es legal lo que
pretenden hacer. Lo pagarán caro. Les denunciaré ante derechos humanos y la
prensa.
-Señora, España no es la URSS ni la Guardia Civil es el KGB.
Aquí respetamos a la gente, pero es mejor que nos acompañe. Claro, que si se
opusiera… pensaríamos que tiene algo que esconder y pudiera acabar detenida.
-Vaya vaya vaya, lo que tenemos aquí. Un laboratorio
cosmético ilegal en el que hay cientos de ojos congelados. Estoy seguro de que
si hiciéramos análisis de ADN descubriríamos que pertenecen a los cadáveres a
los que les fueron extirpados. Menuda samaritana, la tal Sonievska Petrova.
-Parece ser que en su país era oftalmóloga y con la caída del
comunismo levantó el vuelo y se montó el chiringuito de las miradas bajo la
tapadera de Miralux. Ojos de pobres desheredados de toda fortuna que nada
cuentan para nadie.
-Sí, jefe. También aquí habrían triunfado de no ser por
nosotros.
-Sí, esta vez fuisteis vosotros quienes me ayudasteis a
resolver este misterio de ojos y miradas. Menuda ladrona, pero no de obras de
Arte ni de joyas, ladrona de miradas para venderlas a quien, sin que les importara
cómo, quisieran cambiarse la suya. Qué mundo éste de postizos y compraventa de
todo.
-Bueno, si hay quien compra órganos y niños y almas, ¿por
qué no habrían de hacerlo con las miradas?
-Vamos, González; llévanos al bar ése en el que leíste la
revista. Que os invito a unas cañas para celebrarlo. Supongo que las acompañará
de sus buenas tapas.
-Buenas, no; las mejores, jefe.
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