Carta abierta a un tenedor
Amigo Tenedor, permítame usted que le loe y agasaje. Ah,
Tenedor Tenedor de mis manos el mejor.
Y dijeron de vos que érais instrumento diabólico. ¿Cómo
habría de ser tal? ¿Que porque veníais de Oriente y de las damas gustaban seros
usado?
Ah, maese Tenedor. Querría yo ser como vos… pinchando
pinchando en carne siempre habéis. Atenazado por blancas manos de damas y
damiselas con primor, sois . ¿Quién no querría vuestro destino entonces?
De una pieza se os hace, largo de mango y ganchuda es vuestra
cabeza.
Si de madera, para la sazón del horneado; si de metal, para
el trinchado; si de plástico, ahora, para las fiestas y excursiones. Dichosos
todos momentos de fortuna.
Junto al oceanográfico Neptuno os ponen, ¡gran honor! Junto
a Lucifer os pintan, ¡qué tentador ardor!
El primero sois en probar el macarrón y el asado lechón. Del
postre, ni se mienta al endulzar el bizcochón.
Y aún hay quien os busca para ser acróbata y catapulta. Sí,
catapulta con ese huesecillo en vuestro principio y ese juguetón impulso que
dan a vuestra ganchuda extremidad. ¿Y todo para qué? Para jugar a meter, meter,
bendita canasta, la bolita en el escote de la vecina.
¿Y la acrobacia? Ah, que hubo quien quiso pinchar grano a
grano, el arroz de simpar boda y la sopa de doña Garlopa. Ríanse ríanse de
circos y ballets, que vos, amado Tenedor, siempre seréis el primero entre lo
mejor.
De bautizos y bodas, sois convidado; de cuberterías,
primado.
Sí, definitivamente, maese Tenedor yo quiero ser vuestro amigo
mejor. Que de serlo, habreme de llevar a mi boca el mejor bocado y pincharé,
con vos, la boquita de mi princesita.
A un pariente vuestro, Tenedor de la saga de los Forcelli,
en la lejana Venecia, fuéronle dados penetrar en los salones junto al
Giacometto Casanova… Ah, qué prodigios vio. Cómo entre tortellini y farinetti hízose
de doncellas y casadas, el dueño y señor.
Tenedor, Tenedor, sed de mí, mi más ferviente servidor. Os
cuidaré y mimaré yh limpiaré yh lustraré. Que de vuestras puntas, bien
afiladas, cual lengua de arlequín, conservaré. Y del aparador, entre
cristalerías y vajillerías os colocaré cual si de aspirante a ministro fuerais,
siempre bien posicionado.
Larga vida, os sea dada, mi Tenedor, mi camarada.
Vale.
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