CARTA ABIERTA A MI BASTÓN BLANCO
Con motivo de celebrarse hoy el Día
Internacional del bastón Blanco, por la mucha ayuda que las personas ciegas
recibimos de él, he querido componerle esta sencilla carta a modo de homenaje.
Madrid, 15 de octubre de 2015
Mi muy querido bastón blanco:
A ti te escribo, como tantas veces
escribí, una carta. Sí, como aquellas cartas de niño a los Reyes Magos o ya de
mayor a quien tanto debo. Cartas de las que cuentan, como contaban cuando ni
había teléfonos móviles ni Watshapp ni correo electrónico. Cartas de aquéllas
que se esperaban durante días, incluso meses, aguardando su llegada con la
espectación de la enamorada o del que había partido lejos o de quienes se
habían quedado en los pueblos de mi Soria natal.
Sí, una carta te escribo para contarte
que ahora tú vienes del Canadá para guiarme y no tropezar pero que el primero
que conocí de los tuyos ya no recuerdo de dónde era. Hace tantos años… debió de
ser allá por noviembre de 1987. Me pusieron en las manos lo que, al principio,
me negaba a querer. No, no le quería porque eso significaba que ya estaba ciego
y eso no me gustaba. No, no os quería, quería seguir viendo aunque tropezara
con los escalones y los postes y las personas.Quería seguir viendo, quería que
no me vieran sin ver y llevaros significaba que ya no sería posible ocultar más
la ceguera ni la vergüenza ni el qué dirán.
Pero aprendí a quererte. Me enseñaron
que contigo la gente me ayudaría y no se burlaría de mis golpes o tropiezos.
Supe que tú, o tus hermanos, serías mi compañero de rutinas y zascandileos mil,
que vendrías conmigo al campo y a presentar mis libros y a descubrir lugares
nuevos y a tantas y tantas experiencias.
Hoy eres más moderno, más ligero, te
doblas y la contera gira. Incluso me enseñaron en una feria que os diseñaban
hasta de colores para que hagan juego con los ojos presumidos, aunque no vean,
de las chicas guapas, que como tengas que hacer juego con los míos… Aquél de
1987 pesaba y era largo y se enganchaba al deslizarlo por el suelo pero me enseñó
que si lo llevaba podía salir a la calle solo, sin necesitar de alguien que me
acompañara, y entonces el miedo y la vergüenza y el qué dirán quedaron atrás
porque eso de volar solo, bueno solo no, contigo, era muy grande.
Y aquí estamos hoy, dedicándote mi
motivo para sonreír del día y escribiéndote esta carta. Hoy, que es un día
capicúa, qué bien suena el 15, tan bien suena que hasta le llaman la niña
bonita. Y bien está que así sea porque el 15, tu día merece que sea.
Me acuerdo que te llevaba a la facultad
y me acuerdo cuando te llevé el otro día al monólogo de Luis Piedrahita, el
último sarao. Nos han pasado cosas, como cuando te atropelló, bueno a ti no, a
uno de tus otros hermanos que han estado conmigo, aquel coche y le dejó hecho
un 4 o el susto que me llevé cuando una anciana se enredó en otro y cayó cual
peso muerto sin que me dijera nada ufff, qué susto. ¿Sabes? La buena señora se
rompió la cadera. Cómo lo sentí.
Claro que también me acuerdo, y sonrío,
cuando dijeron, al ver tu contera _bola_ que cuántos querrían tenerlas así de
gordas, jejejejeje.
Amigo bastón, compañero de viajes y
citas. No pienses que porque cuando alguien que ve me ofrece su brazo te guardo
en el bolsillo o en la bolsa de viaje o te dejo en casa, no es que me olvide de
ti, qué va. Lo que pasa, seguro que me comprendes, es que me gusta que me
cuenten lo que se ve y tú, de momento, no has aprendido a hablar. Quizá algún
día… y entonces me cotillearás sobre las minifaldas en verano o las muecas del
invierno.
Termino ya esta carta. Termino y lo
hago dando las gracias a quien quiera que fuera, pensó en que un trozo de metal
pintado de blanco sería una buena idea para que la negra noche de los ciegos
dejara paso al amanecer de la participación y la autonomía. Sí, gracias a él y
a quien te creó a ti que hoy me has llevado al trabajo sin tropezar, a pesar de
los cubos de basura y los escalones al Metro y quienes estaban parados, de
charleta, parados sí, en medio de la acera.
Y una cosa más, la última, si alguien
duda en hacerse con otro bastón como tú, que no lo haga. Merece la pena
quereros porque haciéndolo, si ya la señora doña ilustrísima ceguera se ha
adueñado de sus ojos, se pueden recorrer muchos caminos.
Hasta ahora, en que volveremos a salir
a la calle.
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