Pues sí, como ayer prometía, vaya aquí la crónica de un fin
de semana de relax en el Balneario Hotel Termal del Burgo de Osma (Soria).
En mayo de 2012 tuve ocasión de recorrer la localidad como
senderista tras pasear por el Cañón del Río Lobos. Entonces tuve ocasión de
conocer la catedral y lo que, en ella, se encierra con una muy detallada visita
guiada.
Este pasado, en cambio, el motivo del viaje era muy
distinto. Resulta que gané uno de los tres premios que daban como estímulo para
participar en un curso sobre la mejora de atención al cliente y de
resultas de él, elegí ese balneario, a partir de alguna recomendación y por
estar comunicado mediante transporte público desde Madrid.
Como en tantas otras ocasiones, además iría bien acompañado.
El establecimiento se asienta en la antigua Universidad de
Santa Catalina, un edificio plateresco del siglo XVI.
Llegamos el viernes noche y regresamos el domingo por la
tarde. Entre medias, como bien he dicho, lo que hice fue una cura de relax
entre los chorros de agua, el ambiente alejado del bullicio habitual y la buena
gastronomía, paseos por el centro del pueblo, “túmbing” y poco más.
Empiezo casi por el final, por aquello de ser original,
jejej, y comparto la reflexión que hacía en medio de la siguiente imagen:
Es domingo, sobre la una del mediodía. Estoy recostado sobre
una amaca saboreando una infusión. Música ambiental de fondo y sonido de agua
son los sonidos que me acompañan. La gran piscina delante entre columnas y con
el techo a modo de cúpula que deja pasar el sol meseteño..
Es increíble el estado de relajación en el que me encuentro
y no puedo dejar de pensar en cómo mis padres se han dejado la piel por mí y
porque yo pudiera tener lo mejor. Tanto como trabajaron duramente en el campo
por mi futuro y yo allí. Sé que mi felicidad y las metas que voy alcanzando son
su mayor satisfacción. Me emociono. Me parece increíble: el que ganara el
premio, el que yo esté en ese lugar fantástico, lujoso podría decirse. Un
establecimiento de 4 estrellas en el que me tratan como a un señor, elegante,
que te ofrece todo tipo de detalles. No puedo dejar de recordarles y rendirles
mi homenaje.
El viernes tras llegar y ubicarme en la habitación,
toqueteando el mobiliario y demás botecitos, para ubicarme, toca cenar. Nos
leen la carta repleta de sugestivas propuestas, que hablan de canelones
rellenos de manzana, arroz meloso de boletus, lubina, esturión o milhojas de
solomillo. Y no digo ya los postres, con su tarta costrada, la sinfonía de helados,
el mosaico de frutas o las cañas
zamoranas. Resulta ardua la tarea de elegir, pero lo hacemos. Un vinito Ribera
del Duero de la casa no puede faltar como acompañamiento.
El sábado por la mañana, desayuno bufet. Como siempre, en
estos casos, a uno le gustaría que le pasearan por lo que se expone y fuera
eligiendo, en vez de que te sienten en la mesa y te pregunten, sin que tú sepas
a ciencia cierta (aunque lo imagines) lo que hay, qué te apetece. Pero vaya,
que no me quedo con hambre, un completísimo plato de fruta fresca troceada y limpia,
el inevitable zumo de naranja, el café con leche y el surtido de bollería se
encargan de ello.
Y nada, hecho lo cual, viene la hora de aprovechar el SPA.
Me preparo. Vaya pinta que debo llevar, me imagino a un chinito mandarín,
jejeje: gorro, albornoz y zapatillas. Bajo a la piscina y Yolanda me ayuda a
llegar hasta la escalera, ella se encarga de guardarme el bastón, las
zapatillas y el albornoz. Allí, me irán guiando por el circuito que la
integran: unos botoncitos van activando los distintos chorros, a modo de
masajes naturales, por las distintas partes del cuerpo y en diversas
posiciones, de pie, tumbado o sentado.
Más de dos horas pasan en un soplo y a la salida nos ofrecen
una infusión mientras me seco y reposo. ¡Una pasada! La misma operación la
repetiré el sábado por la tarde y el domingo por la mañana. Vamos, que me pego
a remojo cual gordo garbanzo para ser echado al cocido.
Nos habían dicho que al lado, a eso de las 12 del sábado, se
procedería a la matanza del cerdo. Pensamos ir, pero se nos fue el tiempo entre
chorro y chorro y cuando llegamos el cerdo estaba ya colgado. Eso no nos priva
de hablar con el matachín, de tratar de visitar el Museo de la Matanza y probar
alguna cosilla rica rica.
Siesta, piscina y cena componen el programa de la tarde (qué
manera de sufrir).
Hemos tratado de visitar el pueblo, preguntando por alguna
guía. En la Oficina de turismo, lo mismo que ha pasado con el Museo de la
Matanza, nos dicen que no hay nada por el estilo, más allá de la catedral. Así
que nos conformamos con dar un paseo y poco más. Isabel, una simpática muchacha
nos ayuda y nos lleva a tocar una escultura del cochino.
El ambiente está muy animado en la Calle Mayor y la Plaza de
la Catedral. Hay charangass.
Al azar, tomamos vermuts (nótese el plural, jejeje), regados
con torreznitos y morcilla, en bares como Mesón Marcelino, Casa Pacheco o El
Círculo. En todos ellos nos ayudan y tratan con la sobriedad y nobleza
castellanas del soriano de pro.
Del pueblo nos habría gustado conocer más, saber de su
Historia, escudos y edificios por los que pasábamos sin verlos. Preguntamos por
el Ucero, con idea de escuchar su sonido, pero nos dicen que es complicado
llegar.
Es momento de entregar la llave, hacer las cuentas y pedir,
por pedir que no quede, que nos acerquen hasta la estación de partida. Lo hacen
encantados. Otra, de las muchas atenciones que tuvieron con nosotros.
En definitiva, uno de esos lugares a los que uno le gustará
regresar aun sabiendo que será difícil por aquello de que hay tanto que
recorrer… Agradecer muy sinceramente lo bien que se portaron, recomendarlo
vivamente y esperar a un próximo viaje.
Ah, y que no se me olvide: nos informan de que
disponen en braille de la relación de tratamientos termales. Genial. Si vuelvo,
que no duden en que le echaré un dedazo, que no un vistazo, jejejeje.
Pongo enlace a su página web por si queréis visitarla:
http://www.castillatermal.com/hoteles.php?ent_id=2
1 comentario:
¡Cuánto sufrir y mientras yo corrigiendo exámenes y haciendo deberes de alemán! Pero ya me vengaré, ya...
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