Buena noche de domingo.
Otro cuento y otra semana más.
Que estéis bien.
Con cariño.
El castillo de arena
Qué felices son Nico y Cani jugando en la playa. Con el
rastrillo, el cubo y la pala sueñan con emular a los grandes arquitectos con arena. Aquello que su imaginación de niños
les anima a levantar es su mejor obra, aunque el resultado pronto sea engullido
por la sal y las olas.
Qué felices son los padres y madres de esos niños.
Despreocupados se bañan o tumban para dorar sus más o menos esbeltos cuerpos,
mientras cotorrean y se dejan arrullar por la música del mar.
Nada les hace temer. Están de vacaciones, no hay peligro.
¿No hay peligro?
Qué poco saben. Ignoran que están a punto de cometer un
terrible error.
Nico y Cani se han conocido días atrás en el hotel y con la
espontaneidad de su candor infantil, que les lleva a confiar sin más se han
hecho amiguitos. Y sus padres encantados de verles felices. Se han presentado y
saludado. Saben que sus destinos se separarán al final de la estancia en aquel
hotel de playa y veraneo. Pero, entretanto, se dejan mecer por la efímera
felicidad. Se juntan a la hora de desayunar y quedan para ir juntos a la pisci,
a la playa y a las actuaciones nocturnas que ofrece el establecimiento como
principal atractivo.
Más les habría valido hacer muñecos de nieve. ¿Muñecos de nieve
en plena canícula estival? Sí, muñecos de nieve.
Comenzaron la tarea. Habían regresado de la siesta con una
idea clara: hacer el mejor castillo de todo el litoral. Empezarían con el foso,
luego irían levantando las paredes, con su puerta y sus ventanas, y acabarían
coronándolo todo con las almenas.
Casi anochecía ya cuando dieron por finalizada la faena.
Buscaron unos alambres para hacer el rastrillo y entonces…
Entonces, un rugido lesdevoró.
No sabían que justo allí, siglos atrás, se había localizado
el Castillo del Caballero Negro. Un ser sanguinario y malvado, que violó,
mancilló y asesinó sin piedad. Que fue maldecido después de que se fugara de las
mazmorras de la Prisión Real y encontrase refugio en aquel emplazamiento,
haciendo de él, un santuario del terror. Doncellas raptadas, rapiñas y felonías
sin tasa se cometían desde allí. Se afirmaba que era el demonio y que el
castillo era su guarida.
Mucho tiempo hubo de pasar hasta que otro extraño héroe le
derrotara gracias a un ardid.
Al ocaso fue vencido mediante una lanzada de hierro
candente. Y al tiempo que el monstruo caía, también lo hizo el castillo.
Durante siglos se escuchaba, a la vez que el gemido del mar,
herido por las tormentas, sonidos terroríficos.
No podían saber aquellos niños que la derrota del Caballero
Negro se había logrado con una condición. Nadie podría edificar otro castillo,
aunque siquiera fuese una mera réplica.
Con su acción, Nico y Cani rompieron el conjuro.
Esa noche una infernal tormenta acompañó a los desesperados
progenitores y demás agentes en búsqueda de los niños.
El mar parecía desatado por fuerzas de gigante. Enormes olas
lo barrían todo. ¿Todo?
Todo, no. El extraño castillo de arena se mantenía incólume.
Se mantuvo incólume a la mañana siguiente cuando los rastros
de la tormenta nocturna dejaron paso a la devastación.
Nada había ya que hacer. Las felices vacaciones se habían
convertido en una desgraciada pesadilla.
El luto y el llanto serían los recuerdos que les quedarían a
aquellos ilusos turistas que habían llegado hasta allí con la inocencia de la
felicidad.
Ah, si hubieran mirado a través del alambre de la portezuela
del castillo… tal vez habrían descubierto la verdad.
Ahora, esa próspera playa se ha quedado desierta,arruinada
por aquella tragedia. Nadie se atreve a acercarse hasta ella. Nadie osa
aproximarse al castillo porque quien lo ha hecho, afirma haber escuchado
sonidos extraños, llantos, clamando auxilio, vocecillas infantiles.
¿Tendrán alguna oportunidad aquellos pobres niños? ¿Por qué
no habían de gozar de ella? Lo mismo que fue posible la derrota primera del
Caballero Negro, tal vez…
Tal vez haya alguien que esté en condiciones de derribar lo
que dos chiquillos ingenuos construyeron una lejana tarde de agosto. ¿Quién podrá
ser?
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