Buena tarde de jueves:
La lluvia, ah, la lluvia. Ella me evoca mi nuevo esbozo
poético.
Que la lluvia cómplice de pasión y amor os acompañe siempre.
Con cariño.
Lluvia
Un hombre y una mujer, piel contra piel, mantita de piedras;
Danzan la eterna danza de la vida.
Cómplice de apasionados amores sin fin.
Cabaña de troncos, refugio natural, les da cabida;
Mientras el fuego convierte todo en ardientes brasas.
Cantando van, cogidos de sus manos, anudadas;
No les importa empaparse de tu agua, son felices.
Testigo de palabras y abrazos de rosado matiz.
Saltando juegan, charco a charco, al travieso juego de las
perdices;
Sin que importe quién gane o pierda, promesas entregadas.
Tardes de otoño, mañanas primaverales;
Transcurren al son del beso, por ellos, preferido.
Compañera de encuentros del uno al otro confín.
Hojas acunadas, flores de renovado colorido;
Que alumbran, entre tu sonido, sus sueños siderales.
Melancólica melodía, posterior a la explosión de su amor;
Que mece, lánguidos susurros, arrumacos y caricias.
Bordadora, gota a gota, de un mágico tapiz.
Ventana abierta del goce, únicas delicias;
Ciegas lágrimas, a la vergüenza y el rubor.
Lluvia, ¿qué eres?
¿Testigo y cómplice sin fin?
¿Compañera y bordadora sin matiz?
¿A qué hombre y a qué mujer quieres?
¿Será a mí, ciego vagabundo, acaso?
¿Será a mi musa prohibida, tal vez?
Si tal fuera, quédate con ella hasta en su vejez;
Déjame a mí, por su dicha. Rendido, solitario fracaso.
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