Paz y bien. Feliz domingo.
Hoy mi amigo Paco Alvarez me ha recordado esa vieja historia
conforme en una habitación de hospital residían dos pacientes muy enfermos. Uno
de ellos, cada día durante una hora le contaba al otro lo que se veía a través
de la ventana y eso hacía feliz a su compañero, dándole fuerzas para continuar
resistiendo.
Al fin, el que contaba lo que se veía murió antes que el
otro, seguramente contra todo pronóstico. Así que el que hasta entonces había
escuchado pidió a la enfermera le acercase a la ventana para seguir viendo lo
que hasta ese día su compañero le describió. Una vez concedido el deseo, con
gran esfuerzo se aupó para no dejar de ver lo que tanto le había hecho feliz,
aquellas hermosas vistas que su compañero le narraba.
Con enorme sorpresa lo que vio fue simplemente una pared sin
bellos paisajes ni estanques ni niños jugando ni parejas de enamorados
queriéndose.
Tanto se sorprendió que le preguntó a la enfermera cómo era
que su compañero le hubiese contado todo aquello cada día, contado lo que
siempre dijo que veía si, en realidad, no pudo ser que lo viera.
A lo cual ella le respondió que era imposible que nada de aquello
hubiera visto porque ¡era ciego!
Se dio cuenta de que el compañero de habitación fallecido,
lo que había pretendido y conseguido fue hacerle feliz, darle esperanza y se
emocionó mucho.
Pero esta historia con semejante moraleja da mucho de sí
para reflexionar.
La parte buena: entregarse al otro para que éste sea feliz, siquiera
durante un instante, una hora para el enfermo del cuento que escuchaba las
descripciones, la importancia de la imaginación para generar ilusión y
esperanza, el sobreponerte a tu propio dolor, dejándolo de lado, para que los
de tu alrededor se encuentren bien, sean un poquito más felices, y el que siempre es posible ayudar a los
demás, hasta aquel ciego enfermo de muerte pudo ayudar a su compañero
simplemente con la palabra y la imaginación.
La parte que podríamos criticar o incluso calificar como
negativa: ¿está bien engañar / mentir / fabular por el hecho de crear esperanza
aunque esa esperanza se asiente sobre una fantasía inventada, inexistente?
¿Estuvo bien que el enfermo ciego tuviera engañado a su compañero? ¿Que no le
hubiese dicho que todo aquello eran simplemente visiones de postal para
alegrarle? Es verdad, su engaño dio esperanza y felicidad al otro, pero… ¿y
cuando se enteró de la realidad? ¿Qué podría haber pensado? Gratitud, sí, por
el esfuerzo creativo y la buena intención; o decepción, porque nada de lo que
él creía que se veía tras el cristal de la ventana, existía. No sé. Aunque, por
otra parte, igual, posiblemente, el propio ciego no pretendió engañar, quiso
ver lo que estaba afirmando que veía, quiso aferrarse a la ilusión, sabiendo
que eso les hacía felices, tanto a su compañero que le escuchaba con alegría,
como a él, sabedor del bien que hacía al otro.
Tal vez yo caiga en esa tentación aunque trato de no
engañar.
Tú sabes que cuando te digo guapa no sé si eres realmente
guapa o no, pero yo te veo así, con el corazón y te lo digo, no por decir o por
una mera falsa galantería, quiero alegrarte, verte hermosa.
Que cuando utilizo mi proverbial ironía no lo hago por engañar,
si no por el firme deseo de hacerte sonreír, aunque sea un poquito, por un
instante.
No sé si lo consigo o no, pero aspiro a ser como el ciego
del cuento, a contarte historias que te hagan feliz. La diferencia con aquél,
es que tú sabes que son producto de mi imaginación no del engaño o la mentira.
Hijas del deseo de hacerte un poquito más feliz, aunque sólo sea durante un
instante, mientras las estás leyendo / escuchando.
Un abrazo de postal.
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