Buena noche de domingo. Feliz semana.
Aquí mi nuevo cuento desde las sombras.
Un abrazo y que estés bien.
Conversaciones de madrugada con la Vieja Dama
-Tíííííaaaaa, va, porfa porfa porfa. Oséa, date una vuelta y
déjame que tengo cita con la manicura a las 11 y no estaría bien que te me
lleves con estas pintas. No estoy maquillada ni me han hecho los rizos. Va,
tía, tía tía, joooo. No te me lleves aún. Es que, oséa, me pillas mal. Mañana,
después de que termine la fiesta de Pilarín y Cuquito puedes hacer conmigo lo
que quieras. Bueno, tía tía tía, no. No me cortes con esa guadaña tan fea y tan
roñosa que usas. Si quieres yo mañana compro un estilete de diamantes de la
marca Puñalín y lo hacemos bien. Es que, tía tía tía, mi cuellecito es muy
delicado. Bueno, es que, no te lo tomes a mal, pero mira que vistes mal, ¿eh?
No vas a la moda, tía. Tienes que venir conmigo de compras, tía.
La Vieja Dama sin hacer comentario alguno, parca como suele,
da un certero tajo en el pijo cuello de Chavelí. La ha despachado sin más, eso
sí, empachada de tanto tía tía tía y con sus ojos gélidos, cuando la aurora
asoma por el horizonte en determinada céntrica calle a la que da la discoteca
fashion de la que salía a eso de las 5 de la madrugada una elegante muñequita de
porcelana rayana los cuarenta años.
Los amigos y familiares de la pija se lamentan de cómo han
encontrado el cuerpo, mellado sin cuidado alguno por unos dientes herrumbrosos
de guadaña. Si al menos hubiera tenido compasión de ella… con lo fina y cul que
siempre fue la pobre Chavelí y acabar así.
-Disculpe, hermosa doncella. Yo creo que a usted la haría
feliz un hombre como yo, conquistador de amores, galante como nadie, todo un
caballero. Ya sé que a usted ningún hombre la ha conquistado. Pero es que yo,
si me da una oportunidad, la haría la reina del amor. Que no ha nacido hembra
que se le resista al Manolo. Déjeme que le diga que tiene unos ojos como la
noche sin luna, llenos de misterio y enigmas, que su boca es como una tarta de
fresa, su cuerpo como el sarmiento de la viña de uvas moscatel. Vamos, mujer,
que mis brazos son la fábrica del placer y no te digo nada si pruebas mi estaca.
La Vieja Dama, incólume a galanteos y zalamerías no lo duda.
Clava su guadaña en el corazón de aquel fantoche. Engreído donjuán. Lo hace con
saña y brutalidad. Por todas las mujeres a las que él rompió el corazón.
Cuando pocas horas después, a eso de media mañana, lo
encuentren, más de uno se dirá que ha tenido su merecido. Aquellos que tanto le
envidiaban en vida, ahora son los que más critican su egoísta talante mujeriego,
sordo siempre a las heridas que producía en las almas de tantas como cayeron en
las trampas de sus trucos de seductor.
-Vamos, no lo dudes. Llévame contigo. Estoy muy cansado. Me
duele mucho. Nada hay que me ate a la vida. Este cáncer implacable, la soledad
del abandono, los años. Mi vida está cumplida. Es tu hora, la madrugada siempre
lo ha sido. Sé que estás en la cabecera de esta cama. No lo dudes, actúa
conforme tu deber. Lo sé, sé que muchas veces te reté, me burlé de ti y te
desprecié. Lo sé, pero ahora te imploro que tengas piedad de mí y acabes con mi
calvario.
Esta vez sí, la Vieja Dama sonríe malévola, expulsa su fétido
aliento sobre aquél que tanto le implora y… pasa de largo.
Cuando le visiten las enfermeras y el médico de turno para
verificar sus constantes vitales tan precarias, se volverán a sorprender. Cómo
es posible que aún viva aquel hombre al que dieron por desahuciado hace tanto tiempo.
Es increíble. Saben que sufre, que por mucho que las drogas hagan su efecto
sigue sufriendo. Deberían aplicarle la muerte paliativa, pero no pueden
hacerlo. Tal vez mañana… después de otro amanecer…
-Señora, perdóneme. Mis hermanitos y yo necesitamos a mis
padres. Mis padres son muy buenos, ¿sabe? Bueno, algún día nos regañan, pero sé
que nos quieren. No se los lleve aún. Son muyh jóvenes y muy buenos, por favor,
señora. Yo le prometo que me voy a portar bien y… no sé. Si quiere le doy mi
álbum de cromos y mis coches de juguete. Son mi tesoro, pero se los podría dar
a cambio de que deje que mis papás vivan.
Mientras toñito, en sueños, habla así, entre lágrimas, a una
vieja señora fea en el quirófano del hospital están operando simultáneamente a
una pareja a la que acaba de traer la ambulancia, tras un brutal accidente.
Ellos se dirigían a casa, después de haber dejado a sus cuatro hijos al cuidado
de los abuelos para que pasaran el verano y un conductor suicida, un loco que
conducía en dirección contraria les haya envestido sin que ni siquiera se detuviera
a comprobar el daño que su loca imprudencia ha ocasionado.
-Por favor, señora _Toñito continúa hablando en sueños_ no
se los lleve aún. Aunque se queden paralíticos, deje que vivan. Yo les cuidaré.
¿Será capaz la Vieja Dama de compadecerse de ese mocoso? No.
Una llamada de teléfono despierta a los abuelos a las 7 de
una mañana de julio en el pueblecito malagueño donde residen. Ellos aún no
saben lo que sí conoce el bueno de Toñito. La Muerte no le ha escuchado. ¿Olvidará
alguna vez aquel sueño que de niño tuvo? ¿Creerá, acaso con el tiempo que
simplemente fue una pesadilla?
-No es verdad que yo sólo actúe de madrugada. Es cierto que
es ésa una buena hora para mí. Hace fresquito, el día nuevo despierta las
ilusiones del mundo y a mí ya me va bien. Pero mi trabajo no tiene hora, en
realidad. Los humanos se empeñan, muchas veces, en ponérmelo fácil, en hacerme
ir a destajo. Recuerdo, cómo olvidarlo, aquel campo grande en la polaca
católica. Aüswitz, creo que se llamaba. Y tantos otros sitios en los que no
disponía ni de un instante para limpiar la sangre de la guadaña. Algún día
escribiré acerca de mis sentimientos. Algo hizo, digo al hablar de mí, aquella
novela de título “La ladrona de libros”. Está muy bien, como ejemplo, pero ¿y
todas las veces en que se han burlado de mí y luego me han pedido ayuda? ¿Y
cuando me han tachado de falta de sentimientos? Con la tal Chavelí no fui capaz
de perdonarla, semejante lenguaje tan empalagoso y semejante falta de seso a
sus años; con el fantoche donjuán es con quien menos tuve dudas, lo merecía y
más aún habría tenido que ensañarme con sus despojos; con el petulante viejo
avaro, me pareció que debía aguardar turno; y con los padres de aquel niño que
tanto me suplicaba, lo hice por ellos, habrían sufrido mucho viéndose inútiles
meros objetos que respiraban, ése iba a
ser su futuro, lo hice por ellos aunque Toñito no lo comprendiera. Hay tanta
gente que no me comprende…
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