Buena noche:
Por fin comparto mi nuevo cuentecillo dominical.
Buena semana.
La guarida de la muerte
-Yo sé dónde hemos de buscar. Allá donde la ciudad pierde su
casto nombre. Entre las callejuelas que mueren en los puertos, en los antros donde los desheredados
de la vida se juegan el tiempo a la única carta que les queda por jugar, la de
la traición. Allá donde arrojan los dados de su futuro sobre el tapete del
delito y la pendencia. Ya sé, para ti, ésos son lugares prohibidos. Tú siempre
fuiste tan fino. Pues yo te lo diré… hazme caso y manda a alguien adecuado para
encontrar al hombre idóneo. ¿Qué digo hombre? Despojo. Sí, aquél que nada
temerá porque nada tendrá que perder, que todo lo entregará porque ese todo es
su única posesión.
-Bien, tú sabes dónde. Pero ¿y el qué? Sí, hasta ahora
desconocemos qué forma tiene. Estamos de acuerdo en que el reto no es pequeño.
Dar con el lugar en el que habita la muerte, su guarida. Sabemos que su
condición la hace inmortal, sí, ya ves, la muerte es inmortal. Pero lo demás
nos resulta desconocido: ¿qué aspecto tiene la casa? ¿Dónde vive? ¿Qué hace con
los cadáveres que nunca se cansa de amontonar y amontonar sin que le importe cuántos
ni cuáles sean?
-¿Qué te lleva a afirmar que sea una guarida? ¿Y si fuera un
palacio? ¿O un chalet en la playa? ¿O un piso de barrio? ¿Y si fuera un
castillo derruido o un caserón abandonado? Un cementerio no ha de ser, pues de
los cementerios es de donde más se nutre. Estoyh segura de que la solución al
enigma será otra. Nos va a costar, pero si nos hacemos con unas buenas imágenes,
conseguiremos la mayor de las exclusivas y pasaremos a la Historia.
Así dialogan una mañana de lunes en el despacho del director
de La Tribuna de Madrid, un hombre trajeado, cargado de espaldas y con ojeras,
y la veterana redactora que aún mantiene incólume su fe en un periódico que
durante años dominara el panorama informativo del país y que ahora se ha visto
relegado al triste papel del sensacionalismo y la crónica de sucesos. No
supieron adaptarlo a los nuevos tiempos tecnológicos y los costes de las viejas
rotativas que apenas ya nadie sabía cómo reparar, los antiguos métodos y la
distribución anacrónica le han abocado a una supervivencia agónica. Si no tienen
suerte, su suerte estará echada definitivamente. Habrán de echar el cierre de
manera irremisible. Esta es la realidad que pretenden torcer en esa reunión
crítica.
Maruja Tejada ha propuesto una alocada idea a su jefe y
amigo, el bueno de don Ramón Bocanegra. Es una locura, pero es genial y si lo
logran, todo cambiará para ellos. Remontarán el vuelo, volverán a tomar la delantera
a los nuevos diarios digitales, a los nuevos medios que, tanto daño, les han
hecho.
-Bien, adelante. Tampoco tenemos nada que perder. Siempre me
he fiado de tu criterio. Además si continúas a bordo de este buque que se hunde
sin remedio, mereces que confíe en ti. Siempre tuviste las mejores fuentes.
Seguro que a alguien conoces. Por algo me estás proponiendo esta quimera. Sólo
tenemos un problemilla, ja. No queda más tiempo. Si a fin de mes, no hemos
conseguido esa exclusiva que nos dé la salvación, habremos de cerrar definitivamente.
Ya no tenemos más crédito. Nos embargarán y los buitres se repartirán la
carroña. Tú encontrarás otro trabajo, como escritora o tertuliana. Yo me retiraré
para cuidar a los nietos y morirme lentamente, esperaré a esa Dama cuya morada
te has empeñado en encontrar en vida.
Dos días después, en una céntrica cafetería del Paseo de
Recoletos, Maruja le ha contado a uno de sus confidentes más leales el trabajo
que le pide. Varias jarras de cerveza sobre mesa de mármol son testigos del
encargo.
-Jefa… ¿sabe lo que me pide? Habla de un puerto, ¿de qué
ciudad? ¿Cómo habré de saberlo?
-Ratón, eres muy listo. Sabrás encontrar el hilo que te
conduzca al ovillo. No puedes fallarme esta vez. Habla con tus ratitas amigas y
poneros a husmear. En una semana necesito algo. Nos volveremos a ver en este
mismo sitio y a esta misma hora.
Ratón no deja de ser un mote de alguien al que hace honor
por su aspecto. Enclenque, de mirada febril y dientes salidos conoció a la
buena de Maruja el día aquél en que le iban a condenar a 30 años de prisión por
un delito del que no era culpable y, en el último momento, el testimonio de la
periodista le salvó. Desde entonces le ha servido sin doblez ni medida, proporcionándole
jugosas informaciones que a Maruja le han valido para llegar a la cima.
-Jefa, le traigo algo. Ya sé cuál es el puerto en el que
pescar. Me han dicho que un marinero que pasó por aquí, en dirección a
Torremolinos, buscando nuestro sol y nuestra buena vida, disfrutó de la noche
entre los brazos de una de mis ratitas, como usted las llama. Le contó que
conoció, en la Calle del Faro del Nieuwe Waterweg de Roterdam a una misteriosa
mujer que presumía de ser la Muerte y que iba a embarcar en un barco chatarrero
que haría escala en cierta isla del Báltico, que allá se encontraba su casa.
Tengo los datos de aquél. Usted sabrá si merece, o no, la pena el gasto de
pagarme el billete hasta allí y si se arriesga a que lo que, en realidad, nos encontremos
es con un farsante o con un borracho influido por esas historias del Holandés
Errante y demás buques fantasmas a las que los tipos de esa calaña son tan aficionados
y que suelen remojar con el ron y la ginebra.
-Nada, nada. Vete
para allá que yo me haré cargo de los gastos. Lo que sí quiero que tengas claro
es que necesitaré imágenes, no me valdrá con palabras. El público, hoy día, no
se conforma si no le das material gráfico que les dé certezas, como si creyeran
que las fotografías no mienten, ja.
-A sus órdenes, jefa.
¿Qué será lo que los madrileños madrugadores escuchen el 30
de aquel mes?
“¡Extra extra! ¡Localizada la guarida de la muerte! ¡Toda la
información en la Tribuna!
Así es. Ratón no
defraudó las espectativas de Maruja, como ésta tampoco lo hizo con las de su
jefe.
Lo que los lectores del periódico pudieron leer al adquirir
uno de los ejemplares, en 2 horas se agotaría la primera edición, fue que en la
isla Stadsholmen, la más antigua de la capital sueca, cerca de la Plaza Mayor
de la Ciudad Vieja, se alzaba una casa de piedra con dos alturas y buhardilla, además
de un jardín con pozo, a la que se entra
tras atravesar una herrumbrosa verja de hierro.
Las imágenes
anunciaban unas salas modestas y el jardín parecía bien cuidado. El relato que
las acompañaba exponía las peripecias para dar con el hogar de la Vieja Dama y
cómo había comenzado la pesquisa. Todo un reportaje ilustrado con fotografías a
color. No faltaban, como decoración, los muebles de conocida empresa del
sector, Faltaría más.
Del éxito pronto se pasó a la decepción. Los lectores
esperaban contemplar cadáveres amontonados, instrumentos propios de semejante señora,
esa guadaña, esa horca, esas insignias de calavera y tibias. Nada de eso. Todo
era de lo más normal y cotidiano. El morbo quedó desvaído entre la tinta y la
cotidianeidad. Sólo una puerta cerrada estimuló la imaginación. En ella sí se
observaba algo de lo esperado. Tenía forma de ataúd y daba entrada a un sótano.
No habían sido capaces, ni Ratón ni el viejo pirata de encontrar la llave para
abrirla.
Muchos compraron la Tribuna aquella mañana de finales de
mes. Y, entre ellos, también lo hizo una señora. Esa señora, de garras como
manos y mirada mortal se enojó vivamente al ver cómo su casa, a la que tanto
protegía, era objeto de escarnio. Entonces lo tuvo claro. Supo quiénes serían
los próximos a los que acogería en su seno mortal. Tal vez aquel periodicucho resucitara,
pero que se fueran olvidando de verlo los encargados del milagro.
Y que se cuidaran muy mucho de acercarse a su casa alguno de
aquellos cochinos cotillas. Ella les aguardaría con los brazos bien abiertos para
cerrarlos sobre sus gargantas.
2 comentarios:
Figura, me ha resultado un relato ameno, interesante, entretenido y magnífico. Me encanta el estilo utilizado y la temática. Me gusta cómo encauzas la historia y cómo mantienes el misterio... ya le hubiera gustado a Allan Poe haber escrito algo tan bueno...
Con toda mi admiración y mi cariño.
Figura misteriosa, gracias a ti. Seguro que tú superarías con creces este pequeño cuento. Te animo a que te pongas a ello.
Besos intrigantes.
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