En homenaje a esta gran escritora que hoy ha fallecido,
comparto el comienzo de uno de sus magistrales cuentos, tan llenos de ternura y
emoción.
Nos queda la magia de su literatura.
La rama seca
Ana María Matute
1
Apenas tenía seis años y aún no la llevaban al campo. Era
por el tiempo de la siega, con un calor grande, abrasador, sobre los senderos.
La dejaban en casa, cerrada con llave, y le decían:
-Que seas buena, que no alborotes: y si algo te pasara,
asómate a la ventana y llama a doña Clementina.
Ella decía que sí con la cabeza. Pero nunca le ocurría nada,
y se pasaba el día sentada al borde de la ventana, jugando con
"Pipa".
Doña Clementina la veía desde el huertecillo. Sus casas
estaban pegadas la una a la otra, aunque la de doña Clementina era mucho más
grande, y tenía, además, un huerto con un peral y dos ciruelos. Al otro lado
del muro se abría el ventanuco tras el cual la niña se sentaba siempre. A
veces, doña Clementina levantaba los ojos de su costura y la miraba.
-¿Qué haces, niña?
La niña tenía la carita delgada, pálida, entre las flacas
trenzas de un negro mate.
-Juego con "Pipa" -decía.
Doña Clementina seguía cosiendo y no volvía a pensar en la
niña. Luego, poco a poco, fue escuchando aquel raro parloteo que le llegaba de
lo alto, a través de las ramas del peral. En su ventana, la pequeña de los
Mediavilla se pasaba el día hablando, al parecer, con alguien.
-¿Con quién hablas, tú?
-Con "Pipa".
Doña Clementina, día a día, se llenó de una curiosidad leve,
tierna, por la niña y por "Pipa". Doña Clementina estaba casada con
don Leoncio, el médico. Don Leoncio era un hombre adusto y dado al vino, que se
pasaba el día renegando de la aldea y de sus habitantes. No tenían hijos y doña
Clementina estaba ya hecha a su soledad. En un principio, apenas pensaba en
aquella criatura, también solitaria, que se sentaba al alféizar de la ventana.
Por piedad la miraba de cuando en cuando y se aseguraba de que nada malo le
ocurría. La mujer Mediavilla se lo pidió:
-Doña Clementina, ya que usted cose en el huerto por las
tardes, ¿querrá echar de cuando en cuando una mirada a la ventana, por si le
pasara algo a la niña? Sabe usted, es aún pequeña para llevarla a los pagos...
-Sí, mujer, nada me cuesta. Marcha sin cuidado.....
Si queréis saber cómo termina, pinchad en el siguiente
enlace y lo sabréis.
Buena tarde de miércoles.
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