Buenas noches. Para ti.
El gusano de seda y “El cuaderno del viejo profesor”
¿Qué pueden tener en común un minúsculo gusano que sabe que
su destino es acabar metamorfoseado en mariposa de alegres colores y un
cuaderno de tapas gastadas, un cuaderno escrito con dolor en Aüswitz?
Érase una vez una mañana de primavera en una morera plagada
de gusanos. Ajenos a la espectación que levantaban, marchaban tranquilos en pos
de su destino.
Uno de ellos, pequeño y suave, fue a parar a la palma de la
mano de una guapa mujer y entonces la magia hizo su labor: la guapa mujer se
convirtió en mariposa de increíbles colores y alas de terciopelo, y el gusano
pasó a formar parte de su mundo, ejerciendo de paje, sirviéndola en todo.
Aquella mariposa y aquel gusano fueron volando hasta
aterrizar en un bonito libro. El libro estaba abierto pues alguien lo leía,
emocionado al conocer la historia del protagonista y su alumno.
Las páginas hicieron de colchón y la tinta de las letras, de
néctar que saciaron su sed.
Tan enfrascado estaba quien leía que ni cuenta se dio de los
recién llegados hasta que le estorbaron al taparle las tres últimas líneas de
la página 185.
Quiso espantarlos con un manotazo, pero le hacían cosquillas
en el dedo pulgar, el que chupaba para pasar de hoja.
Se fijó que gusano y mariposa se hubiesen parado de nuevo,
unas líneas más adelante y, de un golpe, cerró el libro. Creyó que así acabaría
con ellos, pero estaba muy equivocado. La magia volvió a actuar y el viejo
profesor se hizo amigo de la mariposa y alegró sus días de martirio en el campo
de la muerte y la oscuridad, contemplando los azul cielo, verde prado, amarillo
sol y marrón suavito de la mariposa.
El que leía cambió de libro, se olvidó de él. Ya nada quería
saber, ignoró que con aquel libro disfrutaba como nunca. Ah, ingrato lector.
Y un buen día llegó una niñita buena que le leía libros a su
abuela analfabeta hasta la madrugada. Y encontró aquel libro olvidado y lo
abrió y cuando llegó a la página 186 y posó la yema de su dedito con la que se
guiaba, una mariposa, la mariposa, y un gusano de seda, el gusano de seda, la
saludaron con una tenue cancioncilla.
¡No podía creerlo! Abrió desmesuradamente sus ojos y lo que
contemplaron, no fue la desolación ni la muerte, si no un prado verde que se
perdía a lo lejos, bañado por un sol dorado, enmarcado por un cielo azul
radiante y un camino de tierra por el que se vio caminando, corriendo, para
abrazar a un venerable anciano de barbba blanca, mirada clara y sonrisa limpia.
Esa niñita terminó de leerle la historia a su abuelita y al
hacerlo se ganó la complicidad de sus nuevos amigos, el gusano de seda y la
mariposa.
Y aquel viejo libro olvidado por un desconsiderado lector
pasó a formar parte, ya para siempre de Rosa Mari. ¿Y sabes qué? Que el libro
también era mágico y que siempre que aquella niñita, luego mujer, sufría, el
libro le devolvía la ilusión y la sonrisa.
Y por eso yo te digo que no dejes de creer en la magia de la
amistad ni abandones a los libros. ¿Quién sabe lo que puedes perderte si lo
haces.
Con cariño, Albertito.
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