Buena noche:
Inicio, con éste, unos diálogos satíricos que pretenden ser
divertimento para ti, esperpentos “valleinclanianos” (entre comillas) a la luz
de mi pobre ingenio.
Espero que los acojas con tanta benevolencia como
acostumbras. Nuevos proyectos, novedades.
Que no se diga. El Albertito aguzando su vista de lince.
Un abrazo guasón.
De comilones y tragones
¡Ay ay ay! Negra suerte la mía. Perra vida la mía. ¿Qué
crueles dioses sellaron mi destino? Morir querría, mas morir no sé.
¡Mueeeerteeeeeee, ven ven ven! Ven a mí y llévame contigo.
-¡Basta ya. Quién así se queja. Si aún estuviéramos en un
tablao del Albaicín granadino o en la Semana Santa de saetas y clamores... Pero
ni Semana Santa ni tablao. Árido surco de tierra reseca. Castilla meseteña, sol
inclemente. Déjese de tanto lamento, y queja y míreme a mí si puede.
-¿A usted? Qué me importa a mí. Desgraciado de mí.
-¿No me va a decir quién es? ¡Mala azada le parta!
-Soy un ciempiés paralítico. Mi vientre, llagado está de
tanto arrastrarse entre termones y piedras. Cómo no habría de lamentar mi negra
suerte. ¡Un ciempiés paralítico!
-Bah, pues anda. ¿Y yo? Una oruga ciega. Qué se cree, que lo
mío son alaracas y zalemas? Aquí he llegado no sé cómo y aquí parece que hemos
sido condenados a vivir. ¿Sabrá acomodarse a mis saberes?
-¿Saber usted siendo ciega y oruga? Siempre se dijo: “oruga,
taruga”, ja.
-Pues a “ciempiés, ni del derecho ni del revés”. Chúpate
esa.
-Sí que viene díscola la señorita. ¿Y qué haremos semejante
pareja en este patatal?
-Qué habremos de hacer… murmurar y criticar. Humanos locos,
humanos bárbaros. Gigantes de minúsculo grano de anís.
-¿Criticar? ¿Despellejar? Pues menuda oruga está usted
hecha. No me extraña que ciega quedado haya. Habrase visto.
-Visto, no sé yo. Pero lo que es oír… tengo un oído canelita
fina.
-Bueno. Con tal de que me traiga alimento y diversión…
Venga, acomódese en esta hoja de castaño. ¿A quién va a criticar hoy?
-A los devotos del dios “Estómago”. Estómagos insaciables de
comer y tragar. Comer sin parar mientes en los miserables menesterosos del
hambre; tragones que tragan con tragaderas cetáceas latrocinios, corruptelas y
abusos. Comen hasta vomitar y vuelven a comer; tragan bolsas de basura llenas,
billetes, concesiones y prebendas. Comen con cubiertos finos, tenedores de oro
y cuchhillos de zafiro, no se manchan las manos, ahí les fuera tan limpias las
almas.
-Bonita imagen. ¿Los ve venir al fondo? Un orondo señor,
ancho más que alto, coloradote de calva pista de aeropuerto, las costuras del
frac amenazan reventón. Una oronda señorona de pliegues mayores a estos surcos
que nos acogen, collarona y atalajes de oropel y plastilina. Arrastran esas
bolsas de basura, mejillas grasientas de salsas y cremas.
-Venga, que le ayudo a darse la vuelta y hagámoslo juntos:
regalémosles un pedo acorde al tamaño de sus pecados. Ande…
-¿Andar yo? Usted lo viera…
-Déjese de cuentos y hágame caso. Bien perfumado, bien
melodioso… ¡peeeeeedo va!
-Ufff, qué gusto. Qué placer.
-¿A que se ha quedado a gusto?
-Tanto que ya los hemos liquidado. No está mal, nada mal.
Amiga… déjeme que la abrace.
-¿Abrazarme con sus pies paralíticos? Uy, y que me rompa…
-Ande, no sea gruñona. Que hacía mucho no disfrutaba tanto.
Cuénteme, cuénteme más que yo le describiré lo que vaya viéndose por aquí, que
me da, va a ser mucho y bueno. Como dijera el poeta… “el retablo de las
maravillas maravillosas”.
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