Os debía cuento dominical por aquello de la crónica de mi
viaje en globo.
Vaya hoy para homenajear a esas Cármenes amigas que me
regalan su apoyo y recuerdo.
Por ellas, por la imaginación y la curiosa sonrisa.
¿Carmen? ¿Quién es Carmen? ¿Una niña? ¿Una anciana? ¿Un
hada? ¿Una hechicera?
Carmen no tiene edad, Carmen siempre se ha visto libre del
yugo del tiempo. Para ella no hay calendarios ni estaciones.
A Carmen se la pudo ver impregnando sus dedos en el pigmento
que decoraría la cerámica en los albores
de la humanidad, pero también como matrona romana y modelo de humanistas o
luchando en la frontera de la muerte por sobrevivir y enseñar a hacerlo a los
demás.
Tú, incluso, puedes
encontrártela cualquier día de éstos al volver la esquina o al abrir una
puerta.
¿Quién es Carmen?
Carmen es la espuma del oleaje que lame la playa a la que
arribarán los esforzados marineros que llegan sin apenas haber logrado botín en
lejanos mares.
Es el musgo que vestirá rocas milenarias y árboles
centenarios, alfombrando los pasos de quienes deslicen dedos acariciadores, que
aspiran a saber cómo escribir en la piel de la persona amada.
Es la estrella sonriente que titila en la noche, junto a la
luna, haciéndose faro de soñadores perdidos.
Es, en fin, la
mariposa de brillantes colores que aletea entre rizos y flores.
-Caballero, ¿me permite que le ayude?
-Claro, guapa. Cómo no. Ay ay, quién tuviera tus ojos de
luz.
-Señora, venga conmigo que le desvelaré el misterio de la
fantasía.
-¿Será eso posible? Enséñame a tejer con hilos de ilusión y
agujas de quereres.
-Muchacho, deja que te guíe por el pasillo de tu laberinto
de valeroso campeón
-Lléveme, sí, señora mía hasta las más bravías batallas contra
facinerosos y salteadores de honras. Quiero ser adalid de doncellas y nobles
causas, desfacedor de entuertos y ganador de simpares combates con dragones y
gigantes.
-Ande, no se aflija, buen anciano. Apóyese en mi hombro y
cuénteme cómo aprendió a silbar.
-Hija, si ya ni aire resta que insufle a mis vacíos
pulmones. ¿Qué habría de enseñar un viejo como yo? Labios mellados, dientes
derretidos, paladar amnésico.
Ese señor ciego, esa señora, ese muchacho, ese anciano, sin
saberlo, han conocido a Carmen.
Carmen es la guía luminosa de ojos velados, la imaginación
de la literatura, la arrojada lealtad y la sabia confidente.
¿Morirá Carmen algún día?
Mientras haya un corazón limpio, una mirada curiosa, un alma
soñadora, un loco sensible, Carmen vivirá.
¿Y si alguien ambicionara con poseerla para sí, únicamente?
No podrá hacerlo. Ella es esquiva de egoístas y
acaparadores. Los conoce de la misma forma que conoce al generoso.
Carmen tiene cuerpo de sonrisa, piernas de peregrino, manos de
peluche y cara de flor en flor, luce vestidos de confites y su melena es una
cascada de campanitas.
Siempre anda por ahí, haciendo piruetas sobre
la lluvia y llevando por sombrero el arco iris. Es traviesa, le gusta
sorprender y, sobre todo, sobre todo, donde verdaderamente se encuentra a gusto
es entre esos amigos que sólo tienen un corazón.
¡Carmen! ¿Eres tú?
Gracias por tocar mis dedos con tu pluma y hacerme cosquillas en el estómago de
enamorado de la poesía y la pasión. Eres hermosa, sí. Dirán algunos:
-¿Cómo lo sabes si no ves?
Y yo les diré:
-Ah, eso es un secreto. Un secreto que tal vez, sólo tal
vez, algún día te cuente mientras mordemos a dúo el algodón dulce de las nubes.
2 comentarios:
Preciosa es, en verdad, esa Carmen que te ilumina, que te inspira y acompaña. Esa Carmen, tan castiza y tan esbelta. Ahora sé: sólo la pueden ver los corazones puros, los amantes verdaderos de las palabras inquietas...
Precioso relato que me ha devuelto la sonrisa como el arcoiris sale tras el sol y la lluvia.
Un abrazo carmesí.
Rosa amiga, por un no o por un sí, vaya también para ti ese mismo abrazo carmesí.
Carmen es musa, es Amiga y guía. Carmen es la Mujer en mayúsculas, la que sostiene e ilumina.
Carmen es tú.
Besos agradecidos.
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