Permitidme que abuse de vuestra fidelidad y afecto para,
esta tarde de miércoles, recordar emocionado cómo hace justamente a esta hora,
hace un año, celebraba el bautizo presentación de mis Huellas de Luz.
Llegaba el momento de salir a escena después de semanas de
intensos preparativos y nervios, de ilusión por lo que, quería que fuese, un
acto emotivo y especial.
Habían venido ex proceso mis padres, hermano, cuñada,
madrina y sobrina. Había venido mucha gente a acompañarme, una pasada.
Habíamos cuidado todos los detalles sin escatimar esfuerzos:
desde los intervinientes hasta la copa de celebración.
Había preparado mi discurso con minuciosidad. Debía ser una
alocución no muy larga, cálida y que no olvidara a nadie de los que habían
hecho posible que ese martes estuviéramos allí.
Me sentía con responsabilidad para tratar de atender a todos
dentro de mis limitaciones, a que la gente se sintiese a gusto.
Había invitado a mucha gente y mucha gente me había
respondido de forma favorable, todo un lujo y un orgullo.
Había querido que todo en el acto estuviese cargado de
simbología: desde el lugar, el Centro de Innovación de BBVA (innovación e
inclusión), la alusión a las madrinas del libro (Carmen, Elena y Nuria), los
intervinientes junto a mí (incluida mi sobrina Susana), Joaquín Santos, responsable
de la Oficina de Voluntarios del Banco; Javier de Juan, maestro editor; Ramón Herrera,
padre de Alaine y beneficiario; Leonor Pérez, presidenta de la ONCE; y Amando
de Miguel, sociólogo y escritor. No puedo olvidar, ni podré, las palabras de
todos ellos, tan cariñosas y alentadoras, luz a mi ceguera.
Aún recuerdo cómo hasta allí venían a saludarme, cómo Javier
de la Nava condujo el acto con maestría, ese aplauso eterno que recibí (corona
laureada de afecto), ese humor genial de Paloma haciéndonos reír, ver a mi
familia emocionada por mí, toda la gente que venía a que le firmase y me
felicitaban.
Y sí, cómo no, la sorpresa que Elena, con su discreción y
entrega, con su complicidad, quiso depararme: la voz, mediante
audioconferencia, de Merceditas, José Mari, Juli y Vicente. Qué emoción al
escucharles.
Apenas pude darme cuenta de cómo pasaba aquella
tarde calurosa de verano, cómo todo salía bien, cómo percibía que la gente se
sentía a gusto. Yo qué sé.
Un día feliz, muy feliz para mí en el que compensé muchos
momentos de oscuridad, en que me resarcí de pasadas frustraciones y
exclusiones.
Un día grande que me regaló tanta gente como allí estuvieron
y cómo participaron para que todo saliera adelante.
Jamás pude soñar ni imaginar que un día, yo, aquel niño que
era un problema, disfrutaría de un día tan maravilloso, que sería protagonista
y receptor de tanta generosidad.
Quienes allí estuvisteis, quienes me ayudasteis mi eterna
gratitud.
Quienes os alegráis conmigo, quienes compartís mis éxitos,
mi eterna gratitud.
Sin vosotr@s no es que hyo no sea nada, pero soy muy poco.
¡Gracias, gracias, gracias!
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