Narrar que ayer, para mí, fue uno de esos días en los que me
he sentido pleno por haber cumplido otro de mis objetivos marcados para este
curso, afrontando una nueva aventura: viajar en globo, es una gran satisfacción
por aquello de que lo que se comparte enriquece y se hace grande.
La cuestión estriba en proponérselo, ser tenaz y buscar
quién pueda ayudarte a cumplirlo.
La proposición era ya antigua: desde que leía a Julio Verne
de niño aquel libro suyo de Cinco semanas en globo se convirtió en sueño,
aventuras, viaje, sorpresas, emoción.
Con el tiempo uno madura (jejejje, o no), lee cosas en torno
al origen de la aeroestación, con los hermanos Mongolfield y cómo surge en el
último tercio del siglo XVIII algo increíble: ¿cómo es posible que una bolsa
que se llena de aire caliente pueda mantenerse suspendida en la atmósfera sin
que caiga por su peso?
Y finalmente no está demás esa cuota de romanticismo, y
fantasía, que acompaña a esta disciplina de los globos.
Me preguntaba: ¿qué se sentirá a una altura considerable
sostenido por una barquilla y una lona sin otra protección que el gas caliente
que hace que se eleven? Y más aún sin ver. Ya sabéis: nada mejor que un ciego
que quiera experimentar eso de otear el horizonte a vista de pájaro, jajajaj.
La tenacidad viene de querer hacer algo y cumplirlo. No echarse
atrás, aprovechar la ocasión, empeñarse. El piloto, Laureano Casado, nos dijo ese axioma que asevera: “navegar en
globo es como la vida: te subes a él pero no sabes adónde te conducirá y para avanzar
deberás aprovechar las oportunidades que las corrientes te presenten”. La
tierra desde la que partes, el fuego que alimenta la energía que lo sostiene,
el aire que lo guía y el agua que aúna
lo anterior.
Y el apoyo, en mi caso, aprovechando el servicio de la
Asociación de Ocio Inclusivo Igualar.
Con estas premisas, sustentado en mis cómplices de siempre,
Nuria y elena, nos pusimos a ello.
Le pedimos a Igualar: búscanos un presupuesto para montar en
globo. Poco tiempo después nos dijeron: ya lo tenemos: transporte con monitor
de apoyo, viaje en globo durante una hora, brindis con cava, diploma y
desayuno.
Y todo eso, un 13 de julio del 13, bonito capicúa. Como para
ser supersticioso.
Supondréis que la espectación que se nos generó fue grande:
al final nos embarcaríamos Nuria y Aurora, Carmen y Miguel, Elena y yo. En
principio, saldríamos de Ocaña pero al final, las condiciones de corrientes
atmosféricas hicieron que partiéramos de segovia (la incertidumbre del axioma,
uno nunca sabe desde donde saldrá ni dónde llegará).
Eso sí, el madrugón no nos lo quitaba nadie: a las 5.30 h. vendrían a recogernos.
Al llegar, ya estaban los globos, 6 en total. El nuestro,
amarillo y verde.
A nosotros, se unirían tres personas más, una madre con su
hijo y la prima de aquélla. Nos presentamos, se hicieron algunas fotos, quienes
veían nos comentaban la jugada, aunque no tanto como para hacerme idea exacta
de lo que ellos veían, eché en falta mejores descripciones visuales, aunque
supongo que debe ser difícil transmitir a una persona que no ve lo que, desde
las alturas están viendo los que ven, no sé. Y llegó el momento de partir.
La primera sorpresa: subir a la barquilla. Yo pensaba que
estaría a ras de suelo y no sería nada más que levantar la patita y
franquearla. Pero no. Resultó que estaba elevada como un metro. “Pongan un pie
aquí (un estribo) _nos pusieron la mano en el lugar_, el otro aquí, dense
impulso y apoyen el culete en el borde barra de la estructura y giren el torso
para que las piernas estén dentro de la barquilla y déjense caer. Ya está.
Uffffff.
¿Cómo era el globo? 25 metros de altura (como un edificio de
8 pisos), 6.000 metros cúbicos de aire y una estructura de cuerdas que lo
mueven, a modo de timón. 4 botellas de propano lo impulsan.
Despegamos. No noto nada. ¿Seguro que nos hemos movido? Y
tanto, como que estamos a 300 ms. Sobre los monumentos de Segovia, con su
acueducto, su catedral y su alcázar. Seguimos subiendo, hasta 1000 ms. Sigo sin
notar nada. No se, no tengo sensación de movimiento, hace un giro panorámico,
lo mismo, no se oye nada, más allá de los calentadores de gas que lo regulan y
propulsan.
Quienes ven, nos van describiendo. Hemos pasado ya la ciudad,
qué curioso; ahora campos de cereal, unos cosechados, otros no; algún animal
corriendo; nos alineamos con el resto de globos, como simulando una escalera de
colores, qué bonito.
Todo se ve mínimo desde lo alto.
Y el cieguito que sigue sin notar nada. Sí, cuando hay
silencio, sin el ruido propulsor, se siente mucha paz, pero es tan efímera…
cuando estamos cerca del suelo, olores a cereal y paja secos, el gas en
combustión, los quemadores crepitando.
Le pregunto a mi móvil, excéptico: “¿dónde estoy?” Me
responde: “en Valverde del Majano”. ¿Es verdad? Sí, pudiera ser. Se ven, a lo
lejos, las montañas de la sierra de Guadarrama.
El tiempo pasa deprisa. Ya casi llegamos, una hora de vuelo
ha pasado en un instante. Antes planeamos en vuelo rasante sobre un trigal, es
el único sonido que me impresiona, como si lo peináramos.
Se prepara el aterrizaje. Nos explican cómo debemos ponernos
para evitar posibles percances: con las manos agarradas a un asa de cuerda
firmemente atada a la barquilla, las rodillas flexionadas y la espalda bien
apoyada con la cabeza inclinada hacia abajo. Al tocar suelo, daremos algunos
botes. Lo normal.
La maniobra, como todo el trayecto es resuelta por Laureano
con precisión de maestro, del que lleva miles de horas de vuelo y ha
protagonizado numerosas aventuras para el programa de televisión, Al filo de lo
impposible.
Ya estamos. ¿Adónde nos ha llevado el globo y la corriente?
Vuelvo a preguntarle al móvil: “estás en Hontanares de Eresma.
El piloto presume ante los de los otros globos de que se ha
ubicado gracias a la información proporcionada por… ¡un ciego! Milagro de los
milagros. Jejejejjejejejej. Me encanta.
Tras bajar, se procede a plegar el aerostato,
nos dejan tocar la tela especial, los anclajes y la corona de aluminio ”hiperresistente”
en la que convergen todas las cintas – costuras. El proceso no es demasiado
largo: desinflan el globo, recogen la tela haciendo como un puro y doblándola
para guardarla en una bolsa (iba atada a la barquilla, habíamos preguntado por su
función, a alguien se le ocurrió pensar si no ssería _¿a mí, acaso?_ que era
para depositar los vómitos de los pasajeros mareados, jjejejejejeje) y montan
en un remolque la cesta de media tonelada de peso que ha soportado a 11
personas, 4 bombonas de propano y la estructura.
Después vendrán los comentarios y valoraciones, el brindis
con cava y ese almuerzo prometido en la famosa localidad de Zamarramala.
Laureano nos presenta a su equipo, incluido Angel Vallés, ex
librero jubilado de 71 años, fotógrafo y enamorado de la ciudad del cochinillo
y el acueducto.
También nos relata otros viajes en globo: desde aquéllos en
que ha presenciado peticiones de mano y bodas hasta los que ha llevado a
personas enfermas que no querían morirse sin cumplir su sueño. Sin olvidar
alguna despedida de soltera, etc.
Y cómo no: nos habla de sus hazañas y percances por el mundo
en la isla del volcán Estrómboli, Canaíma, o los Andes. Todo ello regado con
nuestra curiosidad y preguntas incesantes.
Regresamos a Madrid con sentimientos encontrados: la
satisfacción del sueño cumplido, cierta decepción por lo vivido pues esperaba
más emociones, ganas de más charla compartida con Laureano y quienes
participamos en la actividad, alegría por haber compartido mi mundo de ciego
con quienes nos han acompañado, poniendo humor y amor en acciones y palabras…
El sábado transcurrirá feliz, reposando lo vivido y haciendo
algo más aún: asistir a una función de teatro accesible con audiodescripción
_para algo que se hace, habrá que aprovecharlo y fomentarlo_ en el teatro
Sampol, “Noche de reyes” de Shakespeare. Vamos Elena y yo, el sitio es ignoto
para nosotros y alejado de casa, ¿cómo ir? ¿En taxi? No, no; en Metro, primero,
y luego en autobús. Ya sabéis eso de “lo fácil no es divertido…”. Llegamos
justo a la hora de comienzo. La obra es una comedia de enredo difícil de seguir
por la mezcla de personajes y trama pero nos gusta por su moraleja y humor. A
la salida, esperando a que Miguel y su primo vengan a buscarnos para tomar algo
en una terraza próxima a la ermita de san Antonio de la Florida y el río
Manzanares, nos aborda una de las actrices muy interesada en conocer qué nos
había parecido la función y su accesibilidad. Nos llamó la atención su interés
y nos hizo gracia comentar la obra con una de sus protas. Algo nada habitual.
La guinda fue cenar en terraza junto al río, entre exuberantes
risas a cuenta de historias de ciegos y cieguerías mil. Jajajjaja. Total, que
nos dieron las 2, como la canción. Ahí es nada, casi 24 horas de momentos y
experiencias.
Y eso: que ya he subido en globo, he plantado un árbol y he
publicado un libro. Y ahora, ¿qué? Pues qué ha de ser: seguir buscando retos
que superar, no le haría ascos, por cierto a montar en submarino
(jajajajjajaja, y mirar a través del periscopio, jajajaj), y yo qué sé, lo que
surja siempre que sea compartido y lo haga con buena compañía, como la tuya,
naturalmente.
3 comentarios:
Hola, Alberto.
Cuando te leía pensaba que el viaje en globo había sido en mi ciudad ya que este fin de semana se ha celebrado la fiesta aerostática que desde hace años se viene celebrando, y por un momento he llegado a pensar que habíamos estado cerca y no nos habíamos visto, ¡que susto me he llevado, jajaja!
Pues aprovecho para invitarte a dicha fiesta pero ya tendrá que ser para el próximo año.
Es una fiesta muy bonita porque participan unos 500 globos... Es decir, las mañanas del jueves, viernes y sábado el cielo de Igualada es un globo sobre otro globo pero cuando parece que es más espectacular es el sábado por la noche, que es cuando se exhiben todos en el aire aunque no levantan el vuelo. Yo no puedo decir si es bonito o no, pero así me lo asegura quienes lo ven.
Ah, ya me he leído la primera huella, ¡te felicito!
Te dejo un beso...
Jejeje, querido Alberto, para ti los conceptos “aventuras, viajes, sorpresas y emoción” son realidades casi diarias, sueños realizados al alcance de esa minoría privilegiada que tiene los suficientes coj… como para llevarlos a cabo, pues la mayoría del resto de los mortales nos iremos al Parnaso (por decir algo) sin ver ni percibir muchas de esas cosas que para ti ya no suponen un reto sino una realidad, como subir en globo.
De pequeña veía una serie de dibujos llamada Willy Foc, donde un intrépido zorro aventurero se había propuesto recorrer el mundo en ochenta días. Y de todas aquellas aventuras confieso que los viajes en globo es lo que menos me atraía, que haberlos, los había. Prefiero seguir soñando y delirando con los pies en la tierra, jejeje, por si acaso. Así el batacazo es más liviano. Aunque no descarto, por supuesto que no, cuando celebremos la despedida de soltero de algún escritor afamado, subir en globo si es que soy invitada. Nunca digo que no si detrás se esconde una buena causa.
¿Cierta decepción, dices? Jejejeje. Alberto, un viaje en globo se queda corto para ti, sobre todo después de los periplos vividos en el viaje a Pilar de la Horadada.
Has subido en globo, has plantado un árbol, has publicado un libro, te has atrevido con la poesía y has viajado hasta mi casa… ahora sólo te queda tener un hijo. Ale, a por ello, que tú puedes.
Jejeje. Con el cariño de siempre pero con un poquito más de sentido del humor. Un brindis por esa maravillosa Segovia, su acueducto y sus cochinillos. Y, por supuesto, por ti. Un abrazo de otro reto superado.
PIedad, me alegro de vayas leyendo mi libro. Que te guste o no, me hagas la crítica.
El problema de esa fiesta es que ni tú ni yo la podemos ver y hay cosas que hay que verlas para disfrutarlas que sino pierden sentido.
Ale, cuídate y buen martes.
Besos de buena lectura.
Rosa, Amiga: me alegra de que uses conmigo uno de tus buenos sentidos, el del humor.
No, a lo del hijo no me atrevo ni comprometo. Eso te lo dejo a ti que sabes muy bien cómo hacerlo, que a las pruebas de Myriam me remito.
Quizá tengas razón con lo de la cotidianeidad y las sorpresas que uno se encuentra en el día a día.
Bueno, que tú también haces muchas cosas y sueños.
Ah, que si fueras al Parnaso serías huésped de honor en ese territorio.
Besos de humor.
Cuídate.
Publicar un comentario