miércoles, 15 de octubre de 2014

De jactanciosos y fanfarrones



Cuarto diálogo: de jactanciosos y fanfarrones

-Ufff, qué manera de llover…
-Sí, todo lleno de barro, qué guarrería…
-Usted siempre quejándose de la suciedad. Se ve que no ha tenido que arrastrarse como yo… doña Melindres.
-¡Melindres, yo! ¿A que le rompo el carricoche que le construí con las dos setas y el palito de romero… Que bien le viene para moverse de acá para allá sin que tenga que cogerse de mis antenas.
-Que sí, que sí. Que me va de maravilla. Ya le dije que le regalaré, a cambio yo, unas gafas de madera…
-¿Unas gafas de madera? ¿Pa qué? Se cree que por llevar gafas voy a ver? Mejor sería que me regale un abrigo de piel. Que ya se acerca el invierno…
-Ah, ¿y de dónde saco la piel?
-¿Pues de dónde ha de ser? De su barriga de gusano.
-¿Barriga? Pero si estoy más flaco que un colibrí. Si me viera, lo sabría.
-Nada, nada. Si quiere regalarme algo, regáleme una bufanda con su piel.
-Tirana se muestra, señora oruga. Ver no verá, pero caprichosa… es algo demasiado. Otra cosa… ¿sabe dónde ha ido la mosca?
-A la mosca que le den. Me la zampé esta mañana.
-¿Que se la zampóó? Cómo ha de ser eso…
-Pues cómo ha de ser. Por el oído la pillé y como ella creyó que no la vería, pues se descuidó y yo… zas… al buche.
-Mala pécora…
-¿Mala pécora? ¡Encima! Con la guerra que daba, todo el día zumba que te zumba… y el hambre hizo lo demás. Sabía a gloria.
-Muchas gracias por compartirla…
-Usted es alérgico.
-¿Alérgico yo? ¿A qué?
-Al trabajo y al pensar. Que todo se lo tengo que dar hecho. Ya podía entrenar su vista y avisarme cuando vea algo sustancioso. Qué hambre…
-Tal vez… ummm… podemos trazar un plan en equipo. Yo le digo y usted trabaja. Yo miro y usted actúa.
-Muy bonito… siempre tan vago.
-Oiga… esta tarde está de muy mala leche… y eso que se comió a la mosca. Igual es por eso que… Ande, cuénteme algo de los humanos…
-Humanos jactanciosos y fanfarrones. No tienen qué comer y presumen de los banquetes que se dan, no saben beber y compran los más caros vinos, no tienen un euro y visten a sus niñas de princesas, que su vecino de al lado tiene un coche, pues ellos, un camión; que un piso, ellos, un palacio. Ja, no son nada, no tienen nada. De qué les sirve tanta jactancia y tanta fanfarria. Me encontré en mi anterior vida con unos mendigos que se consolaban presumiendo que dormían en mejores bancos que sus colegas. En vez de ayudarse unos a otros para dejar los bancos y disponer de techo, se picaban unos a otros. ¡Inútiles humanos!  
-Siempre con su habitual ojo…
-Qué ojo ni qué bigote. Experiencia y nada más.
-Qué miedo me da. Si alguna vez nos separamos… ¿qué dirá de mí, pobre paralítico lisiado…
-Déjese de pobres ni pamemas, póngase en marcha y entonces se ganará mi admiración…
-Tal vez… la próxima semana… me han hablado mis colegas los saltamontes que podíamos cambiarnos al bosque, que ahora allía hay mucho de todo…
-Ah, pues si me lleva…

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