Buena tarde de miércoles.
Un nuevo brindis por el humor. Que te haga sonreír este
nuevo diálogo de mis amigos don ciempiés y doña oruga.
Un abrazo guasón.
De bocazas y charlatanes
-Paaaare, que ya estamos. Ufff, menos mal. Me duele hasta el
colodrillo del pipiquillo.
-Qué quejica es. Si le he llevado como a damisela de
franela. ¿Así ya estamos? Déjeme tocar. Uuummm. Se está calentito y suena de
perlas. A ver… a ver… sí, aquí podré dejar mis tangas y aquí… uy qué mullido.
-Es musgo. Tenga cuidado, no se ahogue en esa caca de vaca.
Blandita y…
-Ay no. Que me mancho. Espero que aquí pasemos menos hambre.
-Sin duda que así habrá de ser. Chupe chupe…
Oiga… qué se oye ahí abajo?
-Déjeme mirar. Ah, es un sapo al que le están arrancando el
pellejo. Nosotros a lo nuestro… Ande, acérqueme a esa corteza de tronco para
aparcar el carricoche. Déme un empujón… oigaaaaa, no tan fuerte.
-Ahí se queda, yo me voy a organizar lo mío y a dar una
vuelta.
-Tenga cuidado no la vayan a confundir los que están
despellejando al sapo y le hagan una fimosis…
-¿Una fimosis a mí? Como no sea una reducción de pecho…
-Ah, no, eso no. Que entonces yo me quedo sin alegrías…
jejejej. Con lo bien que me lo paso viéndola… cuando curvea, uujummm cómo se le
mueve todo…
-Eh, que lo tengo todo bien puesto y bien firme… Pues no
será ciempuzo… habrá se visto con lo durito que tengo todo…
-Doña oruga… tráigame…
-Qué tráigame ni qué lléveme… todo el día pidiendo. Siempre
lamentándose. Que le den moñiga de alacrán. ¡Me voy!
-Ya vuelve, ¿eh? Poco ha tardado.
-Es que no me fío. Chilla tanto ese sapo… parece que se la
estén arrancando a mordiscos…
-Ya le dije yo que tuviera cuidado. Cuando se marchen yo le
aviso y nos damos un garbeo, pero ahora es mejor que me cuente otro chismorreo.
-Pues a cuenta del sapo, me acuerdo de esos humanos
charlatanes y bocazas, a los que se les llena la boca de grandes promesas y
juramentos para luego no cumplir nada. Si hablaran menos…
-Ah, yo he oído en ferias y mercados a vendedores de pócimas
y bálsamos… jejejje. Qué bien sabían pregonarlos. Tanto que hasta yo piqué
cuando me quedé paralítico. Aproveché un descuido de uno de aquéllos y me metí
en un frasco, más parecía charco de lo pringoso que era, y casi no salgo vivo.
Menos mal que una niña que pasaba por allí le dio una patada al frasco
derramando líquido y ciempiés y así yo pude arrastrarme para salir. Qué apuro
pasé.
-Hablan y hablan. Grandes palabras, magnánimas soflamas, bla
bla bla. Si charlaran menos charlatanerías… mejor les iría. Oiga oiga, a usted
ni se le ocurra pasarse, ¿eh? Ya bastante que se queje y lamente, que me pida y
diga, pero como se le ocurra pasarse… le pego con mi tetaza un guarrazo y me
quedo tan fresca.
-Cualquiera se atreve con la señorísima doña oruga. Menuda
las tiene… yo coma en boca. ¿A que se está bien en nuestro nuevo apposento?
-La verdad que sí, no lo negaré. Y podríamos poner una cortinilla.
-O un chinchorro de rama a rama…
¿Un qué? ¿Qué habla de chorros o chorras?
-Nada nada, jejejej. Ya le contaré. Usted, chupe y calle.
Está dulce el jugo de esta corteza…
-Dulce sí, y… hip hip hip. ¡Qué ciega me estoy pusiendo…! Hip
hip hip.
-Jjajajajajajaj. Doña oruga que se me está poniendo
contentita… uy uy uy qué bien nos lo vamos a pasar…
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