Buena noche, éste es el cuento que surge a partir del reto
que me lanza Pilar, una niña burgalesa a la que conocí en mi excursión a Santo
Domingo de Silos y que esta tarde, al pedirle una idea para él, me daba aquélla
según la cual los padres de unos niños morían y pasaban a ser cuidados por los
tíos. Ahí es nada. Jejejeje.
En fin. Feliz semana llena de aniversarios. Un abrazote.
La mejor decisión
¿Qué otra cosa podían haber hecho aquellos ancianos. La
edad, su situación económica, sus fatigas… hacían previsible que tomaran otra
decisión pero el recuerdo de una frase les hizo inclinarse por hacer lo más
inesperado e ilógico.
A los ancianos Pilar y Manuel les llega la noticia
despiadada de que el hermano de aquélla y su mujer, Antonio y Rosa acaban de
morir mientras realizan uno de sus viajes de solidaridad a la lejana India.
Parece ser que uno de los trenes Shatabdi de la Indian Railways, a pocos kilómetros de
llegar a su destino en Bombay, descarriló. Poco importa a qué se deba semejante
catástrofe, si a las lluvias monzónicas o a la sobrecarga de pasajeros o qué
más da.
El caso es que tendrán que asistir a la repatriación y demás
trámites funerarios, a las alabanzas que nacen siempre después del peor día,
aquél en que uno se muere y a los lisonjeos de unos y otros.
Pero a los buenos de Pilar y Manuel, que pasan sus días en
el pueblo, el problema que les quita el sueño, más allá de la desolación de
haber perdido a un hermano y una cuñada con los que tampoco es que tuvieran una
estrecha relación, es la situación que se plantea con las niñas que iban
adoptando cada vez que volvían de un viaje. No se ven capacitados para asumir
semejante responsabilidad. ¿Cómo van a saber criar ellos, desde su ignorancia y
ancianidad, a una adolescente rusa que trajeron de Astracán, a dos mellizas chinas
y a otra casi bebé que vino de no saben qué país africano, de ésos negritos del
África Tropical, como cantara la canción?
-Mujer, lo mejor sería que los de los Servicios Sociales los
reasignen a otras familias. Tampoco son tan mayores como para que hayan forjado
lazos de hermandad. Que no estando el hilo de la sangre como telar, los lazos
no se anudan igual.
-Sí, marido. Eso debiera ser, pero es que no puedo dejar de
pensar en aquella frase que mi hermano me dijo una vez, al principio de todo,
cuando yo le reprochaba que se fuera a esas tierras de Dios a ayudar, dejando
aquí todo. Me dijo: “hermana, el día en que el Amor no me deje ciego, estaré
muerto.” Me pidió que le dejara vivir. Y es que yo no dejaba de recriminarle y
decirle que estaba ciego por irse de casa y dejarnos abandonados.
-Sí, sí. Todo eso está muy bien. Él se iba a arreglar el
mundo, mientras a ti te dejó la vulgaridad de sacar adelante la casa y a cuidar
de tu madre con su Alzhéimer y todo y a sacrificarte por ella. Que no, mujer,
que no te reprocho nada. Mientras el Antonio y la Rosa se dedicaban a arreglar
el mundo, tú y yo nos quedamos en este pueblo, cada vez más aislados. ¿Y ahora
qué? ¿Ahora pretendes que nos traigamos a las cuatro mocosas y que las
adoptemos? ¿Tú te crees que se van a adaptar al pueblo y a nosotros siendo tan
distintos y estando acostumbradas a vivir en la capital? Qué sabemos nosotros a
nuestra edad de cambiar pañales o de repasar la lección o de las tonterías del
pavo que debe tener la rusa?
-Ay Antonio. Me dan tanta pena. Han debido de padecer tanto
al nacer y ahora que tenían una familia con cariño y cuidados que tengan otra
vez que empezar de nuevo me rompe el corazón. Ya lo sé. Ya sé que, porque no
pude darte hijos, no sabemos ni cambiar pañales ni repasar la lección ni calmar
los ardores de la adolescencia, pero sí sabemos, y mucho, de la Vida. Porque
para saber de la Vida no hay que ir a la Universidad ni recorrer el mundo. Para
saber de la Vida hay que vivir y tú, como yo, hemos vivido mucho. Hemos vivido
una guerra y lo que vino después y nos hemos adaptado a muchos cambios y
sabemos lo que es sufrir y lo que es sacrificarse y lo que es luchar. Pero
también sabemos reír cuando es fiesta y bailar y cantar, que anda que no se te
da bien a ti eso de las palmas y a mi las castañuelas, que bien que nos han
envidiado siempre cuando nos subíamos al escenario de la verbena.
-Ay Pilar, Pilar. Se ve que tú también estás ciega. Te ciega
la bondad y el corazón.
-Puede, Toñuco pero, como mi hermano me enseññó aquella vez,
también yo quiero seguir viviendo aunque me ciegue el Amor. Acogeremos a las
criaturas y las cuidaremos y querremos como si tuvieran nuestra sangre y les
daremos lo mejor. Y tú, aunque refunfuñes, también las querrás y les enseñarás
tus historias de cuando ibas de viaje a comprar huevos o cuando me conociste
cuando buscabas unas hierbas para curarte el mal de muelas y yo te hice el
emplasto que te lo curó.
Y sí, la decisión que tomen Pilar y Antonio será la mejor
porque ellos ejercerán de padres a sus más de setenta años y las niñas les
cojerán pronto cariño porque son hijos del abandono y la miseria. Al principio
les costará adaptarse, claro, porque en aquel pueblo blanco cordobés no hay
Metro ni grandes distancias y ruidos de ciudad. Pero el pueblo se colará en sus
venas y aprenderán a jugar entre la tierra y el río, a ser constructores de
juncos y dibujantes de amapolas y margaritas.
Los del pueblo también aprenderán a querer a esas personitas
tan diferentes y aún más sabrán querer al Antonio y a la Pilar. Todos echarán
una mano dándoles consejos o prestándose para dejarles cuadernos y libros.
Los años pasarán y las niñas crecerán queriendo a esos
padres tan especiales que también se apagarán porque la cera de la Vida se
acaba siempre consumiendo.
Y sí, un día las cuatro hermanas deberán consolar a su madre
porque el Antonio se morirá una madrugada de finales de abril, como si quisiera
que le aprovecharan para vestir el patio siendo un farolillo más entre las
flores perfumadas. Y pocos meses después, porque de otra forma no podría haber
sido, también habrán de consolar, pero esta vez a ellas mismas, cuando
encuentren dormida para siempre a su madre el día de la verbena de agosto,
aquella misma verbena en la que reinara tantas veces junto a su Antonio como el
mejor dúo del cante y la castañuela.
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