Buena noche, buen fin de semana.
En esta tarde de viernes se me ocurre este cuentecillo que
me gustaría dedicar a Dani, hijo de Gema. Espero le guste.
Con cariño.
La historia del enano que quería ser gigante
Hubo un tiempo en que había una isla en medio del mar. No
importa qué mar fuera, acaso el de la China o el del Japón o el Mediterráneo.
Esa isla siempre estaba verde y en ella todos sus habitantes vivían muy bien. Los
jardines siempre eran muy frondosos y en ellos crecían las más hermosas flores
y los árboles que dieran más sombra. La comida de los pobres era a base de
pastelillos y salchichas de cochinillos y hamburguesas de ternera. Si así
comían los pobres, imaginaos cómo comerían los ricos: langostas al caviar,
solomillos y lasañas. El vino del mejor no faltaba como tampoco los zumos de
las más exquisitas frutas. A los perros no es que los ataran con longanizas, no
no; los ataban con jamón ibérico Cinco Jotas.
En esta isla de personas felices como perdices, nació, sin
embargo, un hombrecillo enano en sí, aunque creció y se hizo gordo y cabezón.
Este enano no quería ser enano. Luchaba por hacerse gigante.
Hablaba y hablaba de lo mucho que sabía. Iba de calle en calle y casa en casa
ofreciéndose para hacer lo que otros podrían haber sabido hacer también, pero
que él decía saber hacer mejor que nadie.
Todo lo que los demás hacían, él decía que
sería mejor si él lo hiciera. Parecía que la isla no podría seguir a flote sin
su concurso ni nada funcionaría si él no estaba en medio de todo.
Muchos le creían, los ministros del Gobierno se dejaron
engatusar por sus encantos aunque los ciudadanos bien sabían que nada de eso
era para tanto. Le fueron dando cada vez más audiencia y prebendas. Y él
engordaba y engordaba. Se creía invencible. Se creía, por fin, haberse hecho el
rey de los gigantes.
A tanto llegó su soberbia y ego que hasta a la reina de la
isla quiso invitar a su fiesta de cumpleaños. ¡Menuda fiesta de cumpleaños!
A la fiesta nada
faltaría. Nunca habríase visto cosa igual. Qué luces y qué guirnaldas y qué
flores y qué de comida y bebida. Unos le felicitaban porque sí, otros porque
no. Pero la fiesta pasó y todo quedó. Tanto derroche y despilfarro de nada le
sirvieron. Solos quedaron los platos llenos de comida, los habitantes esa
semana estaban a régimen y rechazaron tartas y bollos. Hablaba y hablaba de
cómo había contratado todo al mejor y cómo al día siguiente lo volvería a
celebrar con su familia. Qué pobre. Aquel enano que quería ser gigante.
Sí, porque un día llegó la giganta aquélla que llevaba por
nombre Humildad y el enano que quería ser gigante fue derrotado sin remedio por
Humildad. ¿Qué pasó? ¿Cómo pudo ser?
Es que Humildad era muy pequeña y delgada. Tanto que había
que esforzarse mucho por verla. Y, por eso mismo, la gente la buscaba tanto. Al
enterarse el enano que quería ser gigante de que alguien le estaba haciendo la
competencia, al creer que otra, más aún siendo mujer, podía tener más
protagonismo que él, lo pasó muy mal, no podía permitir semejante afrenta. Así
que la retó.
La retó a simpar batalla de sabiduría. Claro, él sabía más
que nadie así que se sentía seguro.
Humildad aceptó, claro. Discreta, un poco apocada y
costándole hablar.
Llegó el día del reto. El enano hablaba de Astronomía
nuclear, Humildad le respondía; de Alquimia y libros herméticos, Humildad le replicaba;
de Literatura y Cine, ella le rebatía. Nada de lo que él exponía como
acostumbraba quedaba fuera del campo de Humildad a pesar de que ésta jamás
presumiera de nada.
Poco a poco el gordo y cabezón enano que quería ser gigante
fue menguando y empequeñeciéndose ante aquella giganta que se creía muy
pequeña. La derrota fue inapelable y el pobre enano que quería ser gigante se
hundió en el pozo más hondo del que se siente fracasado. Ah, pobre enano. Si
hubiera sido de otra manera.
No lo olvidéis, por muy grandes que nos creamos, por muy
sabios que digamos que somos, nunca debemos olvidar que la mayor de las
victorias se logra siempre si vamos de la mano de la gran dama cuyo nombre es
Humildad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario