Buena noche:
Demasiado tiempo hacía ya que no compartía contigo uno de
mis cuentos. Espero te guste éste.
Un abrazo y feliz semana.
El regalo inútil
Poco importa el lugar donde se ambiente esta historia o el
tiempo o, incluso, quienes sean sus protagonistas.
Lo que de verdad importa de ella es su mensaje.
Un niño pobre recibe un rico regalo. El pobre niño, al que
podemos llamar Johny lo abre ilusionado. Le han dicho que es algo único y
especial. Lo abre sí, pero a él nada le dice en principio. No es algo que él
conozca en su mundo de chabola, suciedad y despojos.
Si hubiera podido lo habría devuelto o destrozado en mil
pedazos de rabia.
Si aún hubiera sido una tableta de chocolate o una botella de
buen vino o un cartón de tabaco o un manjar similar. Pero un libro, a él nada
le importa ni seduce.
Piensa, con el ingenio que da la necesidad, que lo venderá
al trapero en cuanto pueda y aunque le dé cuatro perras, algo será.
Se lo regaló la señora rica que iba de vez en cuando por
allí a repartir su caridad. Migajas, acaso, pero algo eran sus ropas usadas
aunque buenas aún, sus alimentos caducados pero comestibles aún. Y hoy le venía
con ese regalo.
A él, al Johny, que se hizo mayor sin tiempo de ser niño,
que ha aprendido a sobrevivir como las ratas entre la basura.
¡Un libro!
Tentado está de despanzurrarlo pero no, no se lo puede
permitir. Al menos, el trapero algo le dará y si no, lo echará a la lumbre para
alimentarla.
Ha quedado con la Pili en la esquina del descampado que da
al sol. La Pili es resultona y vivaracha, se entienden bien. Los machitos de la
pandilla dicen de ella que no está buena y que no vale un pimiento, pero a él
le cae bien. Es más, si quisiera ser sincero, diría que le hace tilín. Tanto que
le regaló la bolsa de canicas y su colección de chapas.
La Pili no termina de llegar así que se aburre. No quiere
pensar, no sabe qué es eso que llaman celos, pero piensa en qué andará para
llegar tan tarde. Si fuera su chica, la tendría siempre para sí.
Abre el libro. No sabe por qué, pero le gusta. Tiene bonitos
dibujos pintados de colores vivos. Pasa las hojas.
Casi sólo son fotos lo que contiene. No son fotos de tías
desnudas, pero qué bonitas son.
Algo le pellizca al Johny en el corazón. Es un pellizco con
textura de sueños.
Los ojos se le pierden entre las imágenes tan distintas a
las que su retina está acostumbrado a contemplar.
Es el mar aunque él no sabe lo que es. Es un bosque aunque a
su alrededor únicamente hay asfalto y chapas abolladas. Es unas montañas
nevadas aunque él sólo conoce el barro y el polvo. Pasa hoja tras hoja. Pasa
sus dedos mugrientos por las hojas, siguiendo el contorno de los dibujos.
-Johny, ¿qué es eso?
La Pili ha llegado sin que, ni siquiera el rapaz se haya enterado.
La Pili se pone en cuclillas para quedar a la altura de eso que dicen libro.
-Mira, Pilita. Déjame tu mano y recorre conmigo. ¿Sientes lo
mismo que yo?
-Johny, estás raro. ¿Qué te pasa? No me has dado ni un beso.
-¿No lo notas? ¿Es que no lo ves?
-Notar, ¿qué? Sentir, ¿qué?
-El mar y el bosque y las montañas y la nieve. Es una
pasada. ¿Es que no lo ves?
-Estás mu raro, Johny.
Y es que, no; no era un regalo inútil el que le hizo la
señora rica. Era un atlas del mundo con sus mapas en color y fotografías
representativas del mundo.
Johny no venderá el libro al trapero. Johny comprenderá cuál
es su destino y, por eso, le pedirá a la Pili que le espere y que cuando
regrese será rico y se casará con ella y vivirán en un palacio y no le faltará
de nada.
Y aunque la Pili no le crea, confía en él porque también
ella le quiere, aunque aún no lo sepa.
Y pasarán los años y el muchacho recorrerá aquel mar y aquel
bosque y aquellas montañas y aquella nieve de aquel libro que un día pensó
tirar a la lumbre o vender al trapero por cuatro perras porque era un regalo
inútil.
Y sí, un día lejano regresará en pos de la Pili, pero la
Pili ya no estará allí, en el suburbio. ¿O sí? Quién sabe. ¿Tú qué crees?
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