Buena noche de domingo:
Aquí otra historia del bueno de Benigno Pérez. Que te
emocione.
Feliz semana navideña.
La visita al cementerio
Benigno Pérez se ve obligado a acudir al cementerio de san
Isidro. Él preferiría no tener que hacerlo. Ya bastante tiene con resolver
casos de muerte como para que en su tiempo libre tenga que ejercer como cicerone a la casa de los muertos con un
matrimonio amigo que ha venido a visitarle. Preferiría acompañarles por la Cava
baja a descubrir los bares de tapas castizos o hacer una ruta por las teterías
de la capital y enseñarles el misterio del ritual del té.
Le han asegurado que ese cementerio es uno de los más
importantes de Europa y que merece mucho la pena su visita. Le han hablado de
sus patios y mausoleos, de su entorno privilegiado y de que fue el lugar de
enterramiento de la aristocracia española del siglo XIX.
Muy bien, ya están en él. Pasean por entre las
grandiosas tumbas historiadas que albergan los miserables restos de personajes
de la talla de Diego de León, la duquesa de Alba o los Madrazo. Se siente el
silencio y la quietud propios del lugar. Los cipreses y flores son la vida que
compensa la muerte de quienes se creyeron invencibles.
Continúan la visita con las explicaciones de la guía y las
leyendas de fantasmas que habitan el lugar.
Todo esto soporta Benigno Pérez con paciencia resignada
mientras sus amigos se entusiasman con lo que contemplan, curiosos y hasta
impertinentes. Deben de creer que sólo en Europa hay grandes necrópolis dignas
de ser llamadas museos, como puede ser el judío de Praga, el Central de Viena o
el Pére-Lachaise de París a la vista de sus expresiones de asombro admirativo
que van destilando en cada parada sepulcral.
Y entonces, ya cuando
parecía que nada más quedaba por saber y el detective Pérez se veía liberado de
semejante cruz, al adelantarse para esperar a sus amigos, mientras ellos hacen
alguna foto indiscreta, recibirá su recompensa.
-No te vayas aún, amigo mío. Bienvenido a mi casa.
La susurrante voz de su confidente, la Vieja Dama se cuela
en su oído sin que nadie más lo sepa.
-Ven conmigo. Deja que ellos se entretengan en fruslerías.
Yo te mostraré algo digno de ver que nadie sabe ver.
-Eh, Benigno… ¿dónde vas? Que se nos hace tarde para comer.
Pero Pérez no les escucha. No puede escuchar otra voz que no
sea la de su confidente y amiga secreta.
Avanza apresurado hacia un mausoleo que pasó desapercibido
antes, durante la visita.
-Fíjate en esa figura de ángel que hay ahí arriba. ¿Te suena
de algo?
-Pues no, no me suena de nada. Será un angelote más por
mucho que lleve trompeta y sus alas sean de mármol.
Si alguien le hubiera escuchado o conocido, se habría
sorprendido de cómo un hombre aparentemente tan cabal y de facha bonachona estaba
hablando solo.
-Yo te diré qué significa ese ángel. ¿A que sí has estado en
el parque del Retiro y te has parado a contemplar su famosa fuente del Angel
Caído?
-Sí, eso sí. Siempre me llamó la atención de que esa fuente
se encuentre en ese parque.
-Claro, es que fue puesta a idea. Se sitúa a una altura de
666 metros y bajo ella hubo también otro cementerio. ¿Qué te parece?
-Curioso. Se ve que además de investigar muertos de ahora
tendría que investigar los muertos del pasado.
-Te enseñarían mucho. Cuando quieras yo te presento a
algunos.
-Ya. Ja. Cualquier día. Así termino de volverme majara del
todo.
-No te quejes, Benigno mío que si no te quisiera bien…
-Sí, sí. Ya te me habrías llevado y sería huesos y polvo
como todos ésos. Pero dime, antes de que los vivos me quieran ver muerto. ¿Qué
pasa con este ángel y con el Caído? ¿Qué tienen que ver el uno con el otro?
-Pues que son las caras de una moneda, la moneda que Caronte
siempre exigió para cruzar la laguna. El Caído representa al Mal y éste, al Bien.
-Ah. Vaya.
-Te conviene mirarlo bien porque también él te ayudará a
resolver enigmas cuando yo no pueda hacerlo porque esté afanada en recoger
cadáveres en tierras lejanas.
-Siempre es bien recibida cualquier ayuda para resolver unos
crímenes que hoy día cada vez son más complicados. Con lo fácil que resultaba
antes descubrir a los asesinos del puñal o el veneno. Pero ahora con tanta
tecnología cualquiera les pilla.
-Siempre se supo que no hay crimen perfecto y que el pobre
mayordomo no siempre es el culpable de todo.
-¡Benigno! Vamos, que se hace tarde.
-Anda, vete con tus amigos. Llévales a comer sesos y demás
casquería. Jajajajaj.
Y sí, Benigno regresa al presente de sus amigos. Lo hace
aunque antes hace algo de forma impulsiva: tira de una de las argollas que
adornan esa tumba. No sabe qué espera o por qué lo hace. Tira de ella para…
-¡Benigno! Qué hombre éste. Siempre en las nubes. Menos mal
que se le quiere. Se creerá que debe investigar qué pasó con el muerto que
descansa en esa tumba.
-¿Me ayudarás a desvelar la verdad de mi muerte? No, no morí
de muerte natural por mucho que el medicucho aquél firmara el parte de
defunción con las palabras mágicas de parada cardiaca. Ja.
Un escalofrío inevitable recorre la columna vertebral de
Benigno Pérez. Sabe que sus amigos se impacientan, que debe hacer de buen
anfitrión, pero… ¿podrá olvidar la súplica que acaba de escuchar de boca de
quien quiera que allí fue enterrado?
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