Llegado a estas fechas me gusta compartir contigo mi
personal balance del año, no por presumir ni vanagloriarme o dar envidia, si no
por agradecerte todo lo que haces por ayudarme para conseguirlo y servirte de
estímulo porque, no lo dudes, es posible atreverse a soñar con alcanzar metas y
conseguirlo. No podemos resignarnos a dejar que los días pasen si no a pasar
nosotros por los días dejando nuestra huella y recibiendo la energía de la
experiencia.
Pues bien, si 2014 fue un año de turbulencias enmocionales,
éste diría que ha sido el de la redención y la plenitud.
Han sido muchas las experiencias inolvidables vividas,
muchas las personas nuevas que he encontrado en mi camino y muchos los momentos
compartidos a cuenta de esas experiencias y esas personas de las que tú, sin
duda lo sabes, has sido protagonista principal.
Comenzaba enero con una visita a Fitur inolvidable, cogido
del brazo de el gran Dieguito en la que dimos muchísimo color con azafatas de la
feria y discurso improvisado en el auditorio de Mi Nube.
Febrero me depararía un cocido fastuoso en Casa Carola con
el que daría inicio a esa mágica relación con los quintos del 64 del pueblo
manchego de Cabeza Mesada, recibiría la noticia de que había sido galardonado
con el primer premio Tiflos de Cuento para escritores con discapacidad visual y la impartición de una charla a padres de
niños con Síndrome de Down de la mano de Rocío, y la Fundación Lakus Aragón en
Zaragoza, sería fantástica dando a la familia su verdadero valor y esencia.
Marzo acabaría con un viaje a Oporto y Guimaraes en el que
visitaría una de las librerías más maravillosas del mundo y conocería a Sveti,
la dulzura en persona, además de a Teresa, una de las jardineras de la luz
hecha teatro salmantino.
Abril me llevaría nuevamente a tierras murcianas y al
alicantino pueblo de Rojales y sus leyendas para que mis ojos del corazón
volvieran a iluminarse con la luz del Mediterráneo y la amistad.
Mayo haría que me adentrase en el mundo de la ópera y la
accesibilidad en el Teatro Real de Madrid, algo que culminaría en julio con mi
encuentro con Plácido Domingo junto a la Fundación Vodafone y la tecnología,
pero también viviría la ceremonia de entrega del Tiflos y un nuevo viaje a
tierras de Jaén.
En junio volvería a mi Asturias querida para presentar, ya
lo había hecho también en Madrid y Murcia, Mis pequeñas odiseas, pasearía por Candás
y Luanco además de sentirme todo un marqués celebrando el cumpleaños en la
Vetusta de Clarín. y recibiría uno de los mejores premios que jamás habría
imaginado recibir, ser declarado Quinto de Honor un 13 de junio. Y yo que
pensaba que me había dejado los alfileres para ponérselos a san Antonio y
resulta que recibí semejante distinción a cambio. Qué cosas, Albertito.
En julio regresaría a tierras vizcaínas para emocionarme con
la hospitalidad vasca, , además participaría de una experiencia pionera de la
accesibilidad al mundo de la pintura en el Museo del Prado, al visitar la
exposición de réplicas en relieve “Hoy toca el Prado”.
.En agosto un nuevo viaje europeo nos conduciría a la tierra
de los cuentos y el diseño, del Lego y el Diamante Negro, Dinamarca.
En septiembre me imaginaría trasladarme en el tiempo junto a
los monjes del monasterio de Silos y el desfiladero de Yecla, mis madrinas
viajeras me regalaron su compañía y aliento, como tantas otras veces.
En octubre
culminaría, yo también haciendo presente al braille, los actos de homenaje a
Santa Teresa de Jesús, yendo a Segovia a leer un par de poemas de los místicos
castellanos, igual que lo hiciera, en mayo, en Salamanca o, en marzo, en Madrid, en la propia ONCE.
En noviembre volvería a practicar la solidaridad por medio
de Alaine y la Fundación que lleva su nombre, descubriría la forma de sentir el
Alto Tajo y me liaría la manta a la cabeza para pasar un día mágico en La
Cabrera junto a brujas y princesas del bosque maravillosas, siendo objeto de la
interpretación al piano de una dedicatoria especial.
En diciembre, por fin, llegaría el reencuentro con Barcelona
y mis queridos Jaume y Merceditas, la Cultura saldría a mi encuentro en una
semana que resumía el año a través de la lectura de Kafka, la música de Amaya
Montero, la fantasía de Alicia en el País de las Maravillas y el teatro de
Calderón de la Barca.
Doce meses, doce experiencias increíbles.
¿Y las personas? Mis nuevos amigos y amigas, mi luz: a
Angelines y Pedro, a Inma y Antonio los conocería en la Carola entre plato y
plato de cocido; a Maribel, Juan Carlos y Leire, yendo a Valladolid para
encontrar la senda del tiempo; a Maribel, Jesús y Quique, al querer lograr que
la Cenicienta supiera que siempre es Princesa sin que importe que den las 12 de
la noche; a Marta, al buscar la risa en el ingenio de Luis Piedrahita; a Mayo
Muñoz volviendo en un autobús de Soria a Madrid; y a Vicente o Pilar, al acogerme
entre los que cumpliremos 50 años al año que viene y que una vez estudiamos
juntos hace ya tanto.
Sí, nuevos amigos y amigas, pero también los de siempre
siguen ahí: Elena y Nuria, Carmen, Paco y Pili, Diego, Miguel, José Mari… y los
que habiéndose distanciado sé que siguen queriéndome como si no hubieran pasado
los años.
La literatura, cómo no, también ha sido fiel compañera de
mis días a través de esos Motivos para sonreír que tanto han gustado, de esas
definiciones de la Vida en 100 palabras y esos cuentos de mi amiga la Vieja
Dama. Y la lectura, gracias a las tertulias en el Ferreiro y Casa del Libro o a
recomendaciones que me atraparon.
Fui objeto de
entrevistas periodísticas memorables que jamás creí protagonizar, comenzando el
año con toda una página en el Heraldo de Aragón, gracias a Nuria; apareciendo
en la Revista Tiempo y la Nueva España o en medios de ONCE además de que la
radio también me ha querido escuchar con recomendaciones viajeras y literarias
en El dinosaurio de Radio Pinatar, Gente Viajera de Onda Cero o Los ojos de
Bartimeo de Radio María y el Mundo de las palabras perdidas de AS Radio.
He descubierto lugares magníficos para degustar en buena compañía
ricos manjares como la Tetería Vailima, el Federal Café o el restaurante
Palacio de Cibeles.
En la parte laboral estoy mejor considerado que en años
anteriores, siguen contando conmigo para impartir charlas, en este caso, sobre
la importancia de los cuentos a la hora de transmitir valores, el Club Braille
que desde hace 11 años coordino, ha mejorado en su participación y actividades
y he continuado aprendiendo para hacer llegar mejor la lectura con todo lo que
significa para todo el mundo, pero en especial para los ciegos.
En fin, seguro que me dejo cosas, seguro que debiera
mencionar a más personas y anécdotas, pero no quiero alargarme. Es mucho lo
experimentado y compartido durante este año, la salud se ha portado y mejor
aún, mi familia sigue junto a mí al completo. 2016 llegará, es año bisiesto,
seguiré queriendo hacer más, compartir más, aprender más; vivir, en definitiva.
Cumpliré medio siglo de existencia y creeré, a pesar de todo, que es tan poco
lo que hago por ayudarte y ayudar a hacer de este mundo un hogar más cálido. Sé
que es poco, pero por poco que sea, cada vez que con algún gesto mío alguien es
un poquito más feliz y se emociona, mi ceguera se transforma en luz radiante.
Gracias por ser arco iris en mi horizonte, por acompañarme y
comprenderme, por dejarme ser uno más.
Felices fiestas, feliz 2016 y que la luz de la ilusión te
acompañe siempre.
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