Buena noche de domingo.
Aquí regreso con otro caso más del detective y su
confidente. Espero te guste.
Feliz semana de aires navideños.
Un abrazo de vida y luz.
Un siniestro puzle
-Jefe, han traído este paquete para usted. Me temo que no va
a ser de su agrado.
-Muchas gracias, Adela. Si me dices eso, es que ya conoces
qué contiene.
-Bueno… una pierna de mujer y una carta. La carta le reta a
usted a que descubra a quién pertenece y a que encuentre el resto de trozos en
que ha descuartizado el cadáver. Vamos, un siniestro puzle.
-Pues qué bien. Con lo que siempre me han gustado a mí los
puzles y hoy me retan a éste. Es como si quien quiera que me lo plantee
conociera esa afición mía.
-Pudiera ser. Algún admirador o algún antiguo rival,
envidioso de sus dotes.
-A ver, deme. Corte limpio, cubierto de hielo, tacto suave
de mujer.¿Y la carta? “…Te crees el mejor, pero yo soy mejor que tú. Siempre lo
fui. Las sombras del pasado se alargan hasta triunfar…” y la firma se inscribe
en dos corazones rodeados por un rectángulo blanqueado.
-Mandad la pierna a
los de medicina forense para que la analicen y cotejen los datos con el ADN. Yo
mientras, miraré qué lugares hay en Madrid que contengan corazones en su nombre.
-¿Y la autoría?
-De momento, me temo que poco podemos sacar en claro. Las
letras provienen de recortes de periódico.
Por fin, creo que tengo una pista… la plaza de los Sagrados
Corazones, cerca de Concha Espina. Iré para allá. Tal vez, haya algo más para
mí.
-Una limosnita, por favor. Una limosnita para mis hijos. ¿No
será usté Benino Pére? Alguien me dijo que venía de parte de otro alguien y que
un hombre con su facha de bonachón, andar pausado y anchuras de cuerpo, antes o
después, se passaría por la puerta de esta iglesia en la que pido desde hace
años. Y que si venía le diese esta carta y esta llave.
-Maldita sea. Deme y tenga, ande. Antes de que me
arrepienta. Con 20€ se apañará el día aunque lo que tendría que hacer es
detenerlo.
“Bien bien. Veo que sigues siendo el madridista que fuiste.
Vete ahora a la consigna de Chamartín y busca la taquilla que abre esta llave.
Una nueva pieza del puzle te aguarda.”
-Aquí está. Otro
paquete. Me temo lo peor. ¡González, veniros para la estación de Chamartín.
Tenemos otro regalito, pero no quiero abrirlo aquí, delante de la gente. Venid
rápido.
-Sí, ahí lo tiene: dos brazos. La misma textura, el hielo y
otra cartita.
-¿Alguna noticia de los de la forense?
-Poca cosa. Mujer blanca, de estatura regular y buena forma
física. Poco más. A ver si con los brazos hay más suerte. Al menos, podremos
buscar las huellas que saquemos de las manos.
-Eso si no se las ha disuelto con sosa
-¿Y la nota? Otro jeroglífico más: el signo de bravo y una
pared pequeña y un canalón. Ya sabemos dónde hay que ir para encontrar otra
pieza.
-Sí, me temo que sí. Vamos para Bravo Murillo a ver si aún está
abierta la sede del Canal.
-Ya nos queda menos para componer el puzle… ¿Dónde habrá dejado
la cabeza de la chica? Porque está claro que se trata de una chica.
-Jefe, ¿ya ha pasado por el Canal? Si así ha sido, no busque
más. Ha llamado su asistenta, la Sole, toda histérica. Que un mensajero le
llevó a su casa el paquetito y que como olía raro lo abrió y lo que vio casi le
da un soponcio. Así que ande para casa que ahí tiene la última pieza.
-Señorito, ay qué cosas le mandan. Y qué pobre la chica…
¿Quién será?
Pero Benigno Pérez ya sabe a quién corresponden todas las
piezas. Es su amor de instituto, Ana Suárez. Qué desgraciada, morir así. Morir
para representar la venganza de aquel cabrón del Chino que, ya entonces, tanto
le odiaba. Sí, estaba preñado de la rabia y del odio y de la mezquindad y de la
cobardía. Le llamaban el Chino aunque, en realidad, su nombre era Jesús Llanos,
natural de Leganés, pero su físico era más propio de los de aquellas tierras
que las de éstas, pequeño,, fornido y de mirada oblicua y ojos rasgados. Benigno
le había perdido la pista tras sus últimas fechorías con la droga y el
proxenetismo como aliados. Y ahora se presentaba como si saliera para el baile
de adolescentes en el que demostrar que es más macho que Benigno.
¿Dónde podría buscarlo? Creía que estaba en la cárcel
después de que le cayeran 10 años a cuenta de explotar a aquellas chicas.
Cuando Benigno se adentre en su despacho para conectarse a
los programas informáticos que puedan iluminar la oscura búsqueda del jugador,
notará una presencia familiar aunque impalpable. Sí, otra vez la siente cerca
aunque hacía algún tiempo desde la última vez.
Se sentará en su silla de trabajo, encenderá el ordenador y
entonces la voz, una vez más, le susurrará al oído:
“Alberto Aguilera, nº 1.
Ajá. En esa
dirección, antigua sede de un concesionario de coches, ahora se encuentra Juegotrónica,
una tienda de juegos electrónicos, un museo de robótica y parece ser, además,
que cuenta con una colección de puzles única en todo Madrid.
-Vámonos para Alberto Aguilera. Deprisa. Sé dónde hemos de
buscar al autor de este macabro juego. Vamos deprisa, pero sin alertar. Nada de
sirenas o luces azules. Discreción ante todo. Me adelanto a vosotros mientras
habláis con la jueza para ordenar la detención. Cuando tengáis todo arreglado,
os vais para allá. Espero poder con él yo solo, al fin y al cabo, es lo que
busca,pero por si acaso, no dejéis de acudir.
-Chino. Ya estoy aquí. Da la cara de una vez. No seas el
cobarde que siempre fuiste.
La tienda está cerrada. Son más de las 10 de la noche. La
tienda debiera estar cerrada, pero no lo está. Benigno saca la pistola de
reglamento y entra. Todo está oscuro y en silencio. Los drones, las réplicas de
autómatas y personajes de Star Wars salen a su encuentro como fantasmas. Sigue
avanzando porque sabe que su rival de juego está allí. No quiere, pero sabe que
no le queda más remedio. Baja la escalera. Sigue avanzando, sigue el silencio…
Ah… no.
-Estás ahí.
Un siniestro chirrido suena como si fuera el clarín del
miedo o la corneta mortal del infierno. Todo se pone en marcha salvo las luces
del local.
Benigno Pérez percibe que tendrá que ser ágil si no quiere
ser aplastado por los autómatas. Intenta buscar refugio, pero no lo hay. Es
como si los robots, aparentes muñecos inocentes de plástico y metal notaran el
calor de su presencia. El ruido va en aumento hasta convertirse en atronador.
Dispara una vez, dos veces, tres. Sabe que de nada le sirve y que no debe gastar
toda la munición. Al menos, deberá guardar una última bala para acabar con el
Chino. ¿Dónde estará?
Una maléfica risotada se oye por encima del estruendo y
sobre su cabeza.
Gira la vista pero la risa rebota en un eco mortal por todo
el local. Se pregunta cuándo llegarán sus ayudantes para sacarle del apuro pero
no llegan.
Vuelve a la escalera para subirla. Tiene que haber algo. Sí,
recuerda y deduce. Si aquello era antes un concesionario de coches debía de disponer
de una plataforma elevadora para presentar los vehículos al cliente ppotencial.
Allí ha debido de subirse y desde ella debe dirigirlo todo.
Muy bien, pero dónde estará, qué hacer. El tiempo se le
acaba. Se halla arrinconado por los autómatas. Una mano le empuja hacia arriba.
Cree que es uno de esos juguetes pero la voz de su confidente amiga la siente
en su oído.
-Ven conmigo. Déjame que te lleve.
Y así será como llegue a la plataforma y vea los ojos
amarillentos del Chino. Ojos brillantes de odio y victoria.
-Chino. Mírame, aquí estoy.
El Chino no puede evitarlo y al enfrentar la mirada del
detective firmará su sentencia de muerte.
Las luces se encienden, el ruido se apaga. La vida triunfa
frente al odio. La Vieja Dama se marcha satisfecha con su botín bajo el brazo,
otra alma más, otra muesca de emoción en su relación con el bueno de Benigno
Pérez.
-Jefe, ya estamos.
-Sí, ya podíais haber venido antes.
-Buen trabajo. Un disparo en cada ojo. Vaya tipo.
-Era un miserable. Si yo os contara. Pobre Ana Suárez.
-La quería, ¿verdad?
Benigno da por sola respuesta unas lágrimas. Recuerda a Ana,
con sus trenzas y su minifalda y su cara de ilusa y su sonrisa de bruja. Ay ay
ay, Ana Suárez, qué pobre. ¿Por qué no le quiso a él en lugar de al Chino?
1 comentario:
Muy estresante!! Muy bueno. Por unos momentos se me ha encogido" el corazón,entre tanto latón. Enhorabuena!
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