Buenas tardes:
Con profunda emoción, comparto este cuento
que da título a la recopilación de historias que meses atrás presentara a la
edición de los Premios Tiflos, 2014, en la categoría de cuento, que convoca la
ONCE anualmente a nivel nacional.
Y lo hago porque me acaban de dar la noticia
de que esa recopilación con título de “La partida de cartas y otras historias
de la vieja dama”, que semanalmente comparto contigo, ha obtenido el
primer premio. Es un orgullo y un acicate para continuar escribiendo. Más allá
de su cuantía económica , que también, lo más importante es lo que significa
para los escritores ciegos este premio.
Gracias por alegrarte conmigo.
La partida de cartas
Siempre es lo mismo: olor pútrido, sangre
derramada y miembros despojados de vida.
La muerte se da su festín sin hacer ascos a
nada. Todo le va bien y se deleita con el sabor metálico de las almas
miserables de quien acude hasta ella.
Da igual que sean prostitutas, mendigos o
criminales; señoras de buena sociedad,caballeros de elegante porte u honrados
trabajadores. A ella le da igual, el caso es no quedarse sin su ración diaria
de cuerpos inertes.
Tal vez sea así o tal vez no. Quizá le
atraigan más unos que otros. Vaya usted a saber. Cómo me gustaría
preguntárselo, encontrármela de frente, cara a cara en una partida en la que el
resultado no estuviera siempre fijado de antemano. ¿Se atreverá alguna vez a
afrontar el envite? ¿O tendrá que jugar siempre con las cartas marcadas?
No se lo he dicho aún, pero soy jugador
profesional. La muerte también será una profesional de lo suyo, pero lo mío son
las timbas y las apuestas.
Ya deniño ganaba a otros más mayores que yo.
Y si no ganaba por las buenas, no me importaba hacer trampas, el caso era
vencer a costa de lo que fuese.
He practicado en casinos y casas de juego,
más o menos, legales. Tugurios y establecimientos de lujo. Tengo un método muy
depurado gracias a una capacidad innata de adivinación que he ido
perfeccionando a lo largo de los años. Otros emplean métodos basados en la probabilidad
o la lógica. El mío, es mucho más sutil y certero. Consiste en concentrar la
mirada sobre esos pedazos de cartón plastificado y atravesarlos. Mi mente los
radiografía con precisión de cirujano y, a partir de la información obtenida,
el resto viene dado: apostar alto, perder alguna mano pequeña, para hacerme con
la principal.
Tengo fama y enemigos no me faltan, claro.
Los triunfos no caen en balde. Pero no me importa el riesgo.
Esta noche me han citado a un nuevo reto.
Dudé en asistir, pero al fin acepté.
Dudé porque el lugar no me gustaba. Se trata
de un antro en los suburbios de la ciudad. Ya les he advertido que no conozco
el miedo, pero tampoco es que me atraigan las encerronas previsibles. Y la
partida de esta noche suena a encerrona. Pero, qué más da. Soy ya viejo. Los
éxitos han sido muchos y la leyenda de mis proezas es imparable, hagan lo que
hagan. Cierto es que los contrincantes no parecen dignos rivales de mis
habilidades, así que he aceptado sin más, como el que espanta una molesta mosca
en las tardes de verano.
La mesa, al llegar está dispuesta. Mesa
redonda de viejo mármol rayado, cubierta del imprescindible tapete verde. Las
sillas son impropias del lugar, cómodos asientos torneados y cubiertos de
terciopelo rojo. Una barra de cinc, al fondo, paredes ennegrecidas por el humo
de guisos y cigarros pestilentes, iluminación a base de candelabros y bujías de
gas.
5 son los puestos dispuestos, aunque a mi
llegada seamos 4 los presentes. ¿Quién será el último jugador que ha de llegar?
La partida es de las bravas. No ofrecerá
segundas oportunidades: acertar la descubierta o perder sin remisión. Se irán
eliminando los jugadores hasta que sólo quede el ganador. ¿El premio? ¿No lo
han adivinado? La vida o la muerte. Únicamente saldrá vivo de allí, el ganador.
O sea, yo, naturalmente.
Nos sirven ginebra y ron, el tiempo pasa. Se
abre la puerta.
Una joven menuda y flacucha hace acto de
presencia. Se presenta enmascarada y ocupa el asiento libre.
-Caballeros. Ya estamos todos. La partida
puede comenzar.
Un jorobado contrahecho desprecinta la
baraja. Nos la muestra. Es como todas. No se resistirá a mis mañas.
Cada vez que uno caiga, cambiará la baraja.
No importa.
Es ya de madrugada, siempre las madrugadas,
cuando tan solo quedamos la muchacha y yo, y el silencio.
Sé que mi carta es mejor que la suya. La he
visto con nitidez. La descubro y aguardo a que ella lo haga, para finalizar. La
miro a los ojos, tapados con un antifaz.
Sonríe. ¿Por qué si va a perder?
Sonríe de nuevo y se lleva las manos a la máscara.
Continúa sin levantar el postrer naipe.
-Me gustan todos. Incluso usted.
¡No puede ser!
Levanta, al fin, su baza. ¡Gana ella! ¡Es la
muerte!
Mi cuerpo se desploma sobre el frío tapete
verde y el mármol negro.
Siento cómo unos brazos atenazan mi ser. Ya
no tengo fuerzas nada más que para darme cuenta de una verdad, quizá la únikca:
nadie puede vencer a la muerte.
Sígueme en Twitter como @cotainas, en Facebook como Jesús Alberto
Gil Pardo y, por supuesto, visítame y deja tus comentarios en
La diferencia enriquece, la solidaridad nos hace grandes.
Siempre adelante.
Saludos cariñosos
Alberto
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Alberto Gil Pardo y, por supuesto, visítame y deja tus comentarios en
La diferencia enriquece, la solidaridad nos hace grandes.
Siempre adelante.
Saludos cariñosos
Alberto
2 comentarios:
Hola, Alberto.
No podía dejar pasar ni un minuto más después de saber que has ganado el primer premio, para felicitarte por ello y decirte que me alegro de todo corazón. Sé lo que ello significa para una persona que tenemos la dificultad de no poder ver... ¡Siento una alegría muy grande que comparto contigo, que eres el protagonista!
¡Mil felicidades!
Hola Alberto. Somos Inma y Antonio, los de la quinta del 63 que se colaron en el cocido de los del 64, jajaja. Ayer nos dijo Elena que habías ganado el primer premio con este relato, no queremos dejar pasar un minuto más sin darte nuestra más sincera enhorabuena y sin hacerte saber la gran admiración que sentimos por vosotros. Muchísimas felicidades !!!!!!
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