Buena noche de domingo.
Espero que estés bien. Feliz semana.
Aquí mi nuevo cuento, con cariño.
Un abrazo deseoso de enseñar y de que me enseñe.
Relatos a la luz de los valores
Nuria, Mari Mar y el valor de enseñar
Nuria y Mari Mar no deberían conocerse ya que van a cursos
diferentes dentro del colegio Luis Buñuel
de cierta gran ciudad, un colegio que nada tiene que ver con aquellas
escuelas unitarias de pueblo de los años sesenta y setenta. Es un colegio con
más de 500 estudiantes que van desde Infantil al final de la ESO.
Nuria tiene 11 años, es rubita, de cara pecosa y trenzas,
espabilada y movida; mientras que, por su parte, Mari Mar, de 13 años, es más tranquila, dulce y suele llevar pelo
cortado a lo chico de color castaño.
Pero es que Nuria y Mari Mar juegan juntas en el recreo
aunque resulte ilógico para quienes les presten atención, pocos por cierto. Los
papás de la una y de la otra, sin embargo, las animan a juntarse. Bueno, más
los de una que los de la otra.
Suelen intercambiar curiosidades, sorpresas y comentarios
sobre lo raros que son los mayores. Ah, y eso sí, comparten bocata.
Un día Nuria le explica a Mari Mar cómo son los pájaros de
su pueblo cuando vuelve de visitar a sus abuelos; otro, le cuenta lo difícil
que es eso de la conjugación de los verbos; otro más, que pilló a su hermana
dándose un beso en la boca con un chico y que a ella le dio asco verlos; Mari
Mar le pregunta acerca de las estrellas, o sobre las hadas, o por qué el sol se
esconde cada día. Nuria tiene respuestas; Mari Mar, preguntas.
A Nuria las de su
curso le dicen que es tonta por hablar con la tonta de la Mari Mar. A Mari Mar
nada le dicen, porque apenas si hay alguien que le hable fuera de los maestros.
¿Sabes qué? Que Mari Mar padece Síndrome de Down y todo le
cuesta mucho. Bueno, sí, bueno otra vez, todo no. Hay una cosa que no le
cuesta, y esa es sonreír. Sobre todo a Nuria. Cuando la siente cerca, para Mari
Mar, el mundo, su mundo, se llena de luz y alegría.
¿Y para Nuria? Nuria, ella, tan espabilada, tan lista, tan
perfecta _dirían algunos_ ¿qué le hace ser la única amiga de la niña a la que
todas las de su clase, llaman tonta?
Seguramente no lo sepa. Tal vez la dulce sonrisa de aquélla,
o las preguntas tan curiosas, o… ella qué sabe. Lo cierto es que está a gusto
junto a ella y no se aburre con ella.
-Nuria, ¿se pueden contar las estrellas del cielo? Si yo
pudiera, te regalaría una.
Puede que sea por estos gestos de Mari Mar por lo que Nuria
haga caso omiso de todo el mundo y pase su tiempo de recreo con su amiguita.
También piensa, ha pensado alguna vez, con su mente de niña
espabilada, que si ella no acompañara a Mari Mar, acaso nadie la acompañaría y
estaría siempre sola en el recreo, sola en aquel rincón apartado del patio.
Así que Nuria ha descubierto una cosa: que le gusta
enseñarle a Mari Mar lo que va aprendiendo y que aprende para enseñar a su
amiga y que cuando así lo hace, siente que se siente bien. ¿Será eso lo que los
mayores llaman valor?
Le preguntará a su abuelo la próxima vez que lo vea. Valor,
¿qué es eso del valor?
Su abuelo le dice que ser valiente es tener miedo y no
echarse atrás.
Su papá le dice que valor es lo que vale las cosas que uno
tiene.
Y su maestra preferida, la de Cono, le dice que valor es eso
que a las personas las hace ser buenas, como eso de ayudar a los demás,
respetar a los demás, pensar en los demás…
Sí, todo eso será, pero a Nuria no terminan de convencerle
las respuestas de los mayores, así que sabe lo que hará. Por una vez, será ella
la que pregunte a Mari Mar.
-Mari, ¿tú sabes que es eso del valor?
-Yo sí, claro, tonta… valor es lo que haces tú conmigo cada
día. Valor es ser mi amiguita, la única que tengo de verdad.
Y Nuria, entonces, no supo qué decir. Sólo que sus ojos
grandes se llenaron de lágrimas, mientras que Mari Mar reía como siempre, como
si en su mente de niña con Síndrome de Down una certeza se hubiera hecho
camino: que también ella podía enseñarle algo a su amiga Nuria. Y eso hizo que
se sintiera feliz, muy feliz. Claro que la respuesta recibida, a Nuria le
ocasionó la misma felicidad.
Así que, para ambas, aquel día quedaría grabado en sus
pequeñas mentes para siempre. Y mucho tiempo después, cuando las vidas de las
dos se hubieran separado, continuarían recordando aquello que la una y la otra
aprendieron ese día. Y hacerlo les ayudaría mucho mucho para no rendirse, ni
siquiera, cuando parecía imposible no hacerlo.
¿Querrías enseñarme tú a mí qué es eso del valor?
No hay comentarios:
Publicar un comentario