Nunca se me dieron bien las matemáticas y, sin embargo, los números
han sido protagonistas de mi vida.
El 5 porque fue el día en que nací, el 6 porque 6 son los puntos del
generador braille, el 57 que es mi montadito favorito de los 100 montaditos, el
152 es el autobús que pasa por la puerta de mi casa y la línea 1 de Metro es la
que cojo cada día para ir a trabajar.
100 son las palabras como máximo que puede tener un
concurso al que cada año concurso y que nunca gano y 212 minutos duraba la
película de Ben Hur con su famosa carrera de cuadrigas.
No hablaré del 69 ni del 666 ni de la chica del 17
ni de la niña bonita que es el 15.
Hablaré de un 17 de julio en que llegué a Madrid y
del 1 de junio en que se publicó mi primer libro. Sí, soy de letras pero los
números han marcado mi vida.
No tengo ni
idea de qué es eso de los números primos, ¿por qué se llamarán primos y no
sobrinos? Como tampoco de los naturales ni de los enteros o los racionales.
Sólo sé que las mujeres más guapas lo son a los taitantos y que por menos de un
euro pocos pinchos te puedes tomar.
Y sé que una docena de huevos son 12 aunque haya que
echarle un par para enfrentarse al mundo, que algo que es de 10 es lo mejor que
puede haber y que cuando no hay nada más que añadir se dice que ni 1000
palabras.
Sí, soy de
letras y sé que una historia como ésta puede construirse con números. El 5, el
6, el 57, el 152, el 17, el 69 o el 1000 y que son 310 palabras con las que se
compone.
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