Buenos días de lunes:
Aprovechando esta mañana festiva de la que gozo, después de haber disfrutado de un fin de semana inolvidable de encuentros e ilusiones, comparto mi nuevo cuento.
Que estéis bien y os guste.
Con cariño.
La mujer del acantilado
Qué agradable resulta pasear por esta playa de recortados acantilados. Su orografía dentada, refugio de olas bravas y caja de resonancia de emocionante sinfonía, sus evocadores recovecos de misteriosos habitantes, , su solitario entorno.
Me gusta no encontrarme con nadie en estos paseos matutinos. Otra cosa es cuando lo que pretendo es tomar el sol, alegrar mi vista con el espectáculo de hembras ofreciéndome su piel desnuda con curvas y turgencias.
.Entonces es otro el destino que elijo, arena fina, planicie, mar en calma.
Qué gusto da sentir en mi cara la turbulenta espuma rebotando en mis mejillas, escuchar al viento, espigones de roca que cual tambor atronador irrumpe con sus ecos de lamento.
Lamentos, sí, aullidos de tragedia y naufragios, pero también de naturaleza indómita, de la sobrecogedora inmensidad, escarpada, peligrosa, de vértigo.
.Paseo distraído, rutinas embriagadoras, tropiezo, caigo.¿Podré agarrarme a algo? ¿Me despeñaré sin remedio por esos muros de muerte tan espectaculares? ¿Qué me ha hecho tropezar si conozco tan bien estos parajes y siempre elijo la vereda correcta?
Tras, en el último instante recobrar el equilibrio miro. Lo que veo me atemoriza más que mi propia caída.
Los despojos de una mujer desnuda, carcomida, picoteada en sus partes blandas, sin duda que por las voraces gaviotas. Qué distinta es de aquellas otras esculturales beldades contempladas en la alfombra de arenas finas. Ésta se encuentra deteriorada, sus restos deberían repelerme, pero atraen mi mirada como otras veces lo ha hecho la barquichuela zarandeada por la tempestad.
¿Quién será? ¿Cómo llegó hasta allí? ¿Por qué se encuentra abandonada?
Por los alrededores de mi hotel no se ha difundido rumor alguno sobre una mujer desaparecida.
Y el caso es que no parece que lleve allí demasiado. Ayer, cuando pasé por este mismo punto, no estaba, o no la vi. No sé. Tendré que avisar a la policiía, aunque no me atrevo. ¿Y si me acusan a mí de algo que no he cometido? Claro que… no sé si la han matado o murió por causa natural. Qué extraño que nadie la haya reclamado.
Vamos, Santiago, acércate a ella. Tócala.
Una atracción morbosa me impele a hacerlo. Al menos, ella no protestará si la toco, no me expondré al bofetón con que me obsequiaría alguna de las de las arenas finas.
Dios mío, cómo puede ser.
Conforme voy posando mis manos en ella, se va deshaciendo, desaparece. ¡No puede ser!
¿Y allá abajo, al fondo qué se escucha?
Una risotada maléfica. Una risotada teñida de tono femenino.
Me asomo y…
Sobre una ola gigantesca cabalga la imagen de eso que yo he tratado de tocar y se iba descomponiendo.
-Ven veeeen beeeeeeeeeen.
Lo que yo vi como mechas deshilachadas de mechones pelirrojos, ahora es una melena de fuego. Lo que yo toqué y estaba descarnado, ahora es ojos que brillan como ascuas y curvas llenas.
El brioso monstruo marino, con forma de ola gigante, que aparece montado por semejante espectro se lanza hacia adelante, en pos de una de las cuevas que ha horadado los embates de noches y noches de tormentas. Se apodera de mi voluntad. Me dejo llevar, me arrastro hacia ella. Caigo caigo.
Oscuridad, ecos negros, ascuas rojas a lo lejos. ¡Es mi sangre!
Mujer, ¿dónde estás? ¿Dónde estás?
El mar suena, el mar habla, ¿se ríe de mí? ¿Es la mujer la que habla? ¿Es el mar?
¿Podré salir de este laberinto? ¿Quién era esa mujer que vi allá arriba, en el acantilado?
¿Sería acaso el mar?
lunes, 25 de noviembre de 2013
La mujer del acantilado
Publicado por Alberto en 1:20 p. m.
Etiquetas: Relatos
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1 comentario:
¿Por qué no trabajaste tú? Aquí todo el mundo currando y tú encima dando envidia. :-)
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