domingo, 2 de junio de 2013

Escuchar



Nuevo domingo, nuevo cuento. Buena semana de junio. Que os sea propicia.
Con cariño. Mucho ánimo.

-¿Ayudar usted? ¿Usted qué va a ayudar? Si está para que le ayuden? Si es ciego. Adónde va con sus utopías de héroe muerto. Los héroes muertos no salvan vidas. Olvide esas vanas ilusiones. Dedíquese a sobrevivir con sus rutinas y deje que otros seamos quienes hagamos las cosas, quienes nos encarguemos de todo.
-Pero… ¡yo quiero sentirme útil! ¡Quiero soñar con que puedo hacer algo por los demás!
-Bah, vanas ilusiones de loco soñador. ¿Qué haríamos con usted? Ni puede conducir ambulancias, ni sabe reparar lo que se estropea ni ve para controlar goteros que se gastan.
-Pero…
-Ni podría recoger a drogadictos tirados en los supermercados de la droga o buscar indigentes con un cartón de vino por única compañía. Si tanto empeño tiene, haga donativos. Comparta su dinero.
-Dinero no me sobra y, por otro lado, dar unos míseros euros a nada conduce. Estoy cansado de que se me pida limosna aquí y acullá. Pretendo hacer algo más.
-Pues si dinero no quiere darnos, olvídese. Déjenos trabajar a los que podemos solucionar los problemas.
-¿No me darán, ni tan siquiera, una oportunidad?
-Es que en nada le podemos ubicar.
-¿En nada? ¿Y el escuchar? ¿Y el comprender?
-Con la escucha y con la comprensión no se come.
-Ya. Entonces… me voy, triste ciego de mí.
-Váyase en buena hora. Tenga la conciencia tranquila. No puede hacer nada más.
Alguien, bastón en ristre, se marcha desesperado y desesperanzado. Una vez más le han dicho NO. Qué triste destino el suyo: ser ciego.
  ¿Llorar? Si ya no le quedan lágrimas. Tantas veces ha sido rechazado que ya qué más da. Debería estar acostumbrado, resignarse a asumir que sus límites están en sus ojos velados. Apañárselas para ir tirando y dejarse de confiar en los cantos de sirena que su alma le canta.
¿Qué le queda entonces ahora? Se había ilusionado al creer que igual le admitían allí. ¿No decían que eran tan solidarios y acogedores? Propaganda, mucha palabrería hueca. A la hora de la verdad, a los únicos que admiten son a los de siempre.
Siéntate un rato en ese banco. Te sobra tiempo. ¿Qué vas a hacer en casa tan pronto? La casa se te cae encima solo como vives.
El tiempo transcurre. Te vas calmando. Hace bueno y se escuchan pájaros que interpretan melodías alegres. La gente pasa delante de ti. Escuchas sus voces, te imaginas cómo serán, qué historias podrían protagonizar, fragmentos de conversaciones denotan citas alagüeñas, historias de trabajo, compras…
¿Puedo sentarme a su lado?
-Claro que sí, señor. Espere, que me aparto para que esté más cómodo.
-No, hijo. Si sitio hay de sobra. Que ocupo poco.
Silencio. Tic tac tic tac.
-¿Se está bien aquí?
Sí, no se está mal.
-Es usté joven. Ya me gustaría tener sus años. A sus años ni frío tenía nunca. Qué tiempos aquéllos. Y qué hambre pasé. Ahora hay de todo.
-Puede ser. Pero no se crea, que en todos sitios cuecen habas.
-Sí, y en mi casa a calderadas. ¿Es usté mu refranero?
-Sí, algo me gustan. Aunque ya se sabe: hombre refranero, hombre puñetero y de poco dinero.
-Vaya vaya. ¿Es nacido aquí o vino de lejos? Yo, de un pueblo de Jaén, de la sierra.
El anciano desconocido, al menos de eso tiene la voz,  habla y habla. Bueno, que hable. No me importa escucharle y que me cuente su vida, si quiere. Quién sabe. Aunque el tipo de la ONG dijo que escuchar no sirve, igual estaba equivocado.
-Bueno, me marcho ya. Que en la residencia ponen la cena pronto. Aunque, ya ve, ahora que puedo no tengo gana y cuando tenía gana no había que comer. Cómo semos el personal. Muchas gracias, oiga. Espero no haberle molestao. Es que resulta tan difícil encontrar a alguien con quien hablar hoy día… Me ha hecho un buen favor, me ha alegrao la tarde.
-¿De veras? Si dicen que escuchar no alimenta.
-Pues a mí me ha alimentao más que lo que me van a poner de cenar de aquí a poco. Unas verduras hervidas o unas sopas y un pescao. En cambio, a usté le he contado cosas de antaño, recuerdos. No hay nada mejor para mí. Fueron tiemp’os mu malos pero era joven. Ahora no tengo fuerzas pa nada. Ale, adiós.
-Adiós, buen hombre y gracias.
-¿Gracias me da, joven? Gracias,, ¿de qué?
-¿De qué?¿ De que me ha alegrado el día. Y no es que fuera fácil precisamente hacerlo.
-Pues si le parece quedamos para mañana y le sigo contando.
-Ah, ¿le ayudaría si lo hiciera?
-Mucho, me ayudaría mucho. Más de lo que cree. Aunque chochee y le aburra. Tengo tanto que contar… y nadie que quiera escucharme…
-Pues hasta mañana, buen hombre. Buena noche.
¿Lo ves? ¿Ves como sí puedo ayudar? Que te den, listo sabelotodo solucionador del mundo. Yo me quedo con mi banco y con mi viejo. Quédate tú con tus grandezas de héroe vivo. Que yo, muerto no estoy aún y, mal que te pese, para ese anciano no seré un héroe, pero soy algo.


2 comentarios:

Rosa Sánchez dijo...

Di que sí, Alberto. No todo el mundo sirve para una misma cosa, pero si cada persona sirve para una cierta cosa. Ya sabes que siempre digo que hace más quien quiere que quien puede. Y muchas veces escuchar, o dedicar un poco de nuestro tiempo a alguien, para esa persona es un gesto más importante y valioso de lo que pensamos.
Un abrazo de luz y que sigamos escuchándonos muchos años. Con cariño y afecto.

Alberto dijo...

Rosa, hágase: que sigamos escuchándonos por muchos años aunque sea con la intermediación de una traviesa asistenta.
Que sigamos tendiéndonos manos de complicidad y apoyo.
A seguir ahí.
Besos escuchados a las finas hierbas aromáticas de bamboo y rosa.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...