Maldecir la suerte es maldecirse a sí mismo. La suerte es
hija de uno mismo, de tu trabajo y empeño.
Maldecir el futuro es condenarse a uno mismo. El futuro es
nuestro camino.
Maldecir al destino es vano. El destino no podemos
gobernarlo si es tal y si el destino es algo que uno se forja, nos maldecimos a
nosotros mismos. ¿Qué sentido tiene entonces?
Maldecir lo que uno no puede poseer es inútil. Si tanto
quieres tenerlo, lucha por ello y si no, déjalo pasar, dedícate a lo que sí
está a tu alcance.
Maldecir, maldecir. ¿A qué conduce?
En mi opinión, a nada. No sirve nada ma´s que para ser
desgraciado.
¿Por qué no bendecir?
¿Bendecir lo bueno que tenemos? ¿Bendecir la dicha de ser
aforttunados al gozar de tanta gente buena que está dispuesta a ayudarnos?
Bendecir el que podemos salir a la calle en libertad,
bendecir el que podemos disfrutar de un sencillo placer?
Bendecir, bendigo a quienes se preocupan por mí, a quienes
me regalan un oloroso frasco de perfume o un paquetito sorpresa con su lazo y
con su envoltorio de afecto, continente de deleites.
4 comentarios:
Y sobre todo bendecir a quienes te regalan soberbios bombones, eh, Jejeje.
Tienes toda la razón, Alberto. Bendecir siempre, dar gracias y llevar con resignación y conformidad todo aquello que nos ocurre y que no es muy agradable de llevar. Ésa es la aptitud, figura.
Un abrazo y todas las bendiciones por estar ahí siempre entreteniendo y haciéndonos sonreír con tan buen rollo.
Rosa, yo te bendigo a ti por tu paciencia para conmigo.
¿Así que rollo eh? jejejej. Rollo de primavera, rollo de papiro, rollo de ¿aburrimiento? juajua.
Cuídate y gracias siempre.
Besos bendecidos.
Jejeje, Alberto, te reirás con mi característico lenguaje, porque sé que hace gracia, ameniza las conversaciones y te acerca a las personas... al menos, así me parece a mí, espero no ponerme muy pesada.
Chao, bacalao!! Jijijiji
Rosa, me apunto al bacalao y a tu simpatía que nunca cansa y siempre anima.
Lo dicho.
Besos bendecidos sin chao.
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