Buen domingo de abril. Tras la crónica de esa intervención
quirúrgica vaya hoy mi nuevo cuento. Claro que sí, que nada de perder las
buenas costumbres.
Hoy, que he salido a la calle después de días en casa, para
asistir a misa, el evangelio hablaba de
cómo Tomás, el discípulo de Jesús, se niega a creer hasta que no toque con sus
propias manos las llagas del resucitado.
Tal lectura me ha sugerido el cuento de hoy.
Que os guste y haga reflexionar.
Con cariño y de corazón, como siempre, recibid mis mejores
deseos y un cálido abrazo de luz.
En el nuevo tiempo todo se expresará a base de imágenes.
Nada que no pueda probarse con una fotografía o un vídeo tendrá valor. La
palabra será cosa del pasado, algo anticuado y sin valía
Los habitantes del país irán siempre dotados de dispositivos
electrónicos para ello, aparatos que capten los instantes que luego serán
transmitidos de forma inalámbrica pudiéndolos reenviar a voluntad sin límite.
Las ventajas de este sistema, dicen los creadores de
semejante precepto, son indudables: permanencia, certeza, fluidez, comodidad,
facilidad, expresividad gráfica, veracidad…
Habrán de desecharse expresiones pretéritas como “la palabra
dada”, “palabra de honor”, “te doy mi palabra” y otras de similar índole.
Nada, nada. Sólo imágenes, instantáneas tangibles que se
vean, pruebas de vida.
¿Y la imaginación? ¿El creer en lo que no se ve? ¿La
confianza? ¡Errores del pasado!
Así será todo. Sus personitas no lo dudarán. Harán fotos de
todo, mostrarán así los muchos lugares que frecuentan, la estupenda vida de la
que participan.
-Pero…
-Cállese impertinente moscón. Usted no sabe de lo que habla,
usted siempre oponiéndose a todo.
-Ya, ya. Todo eso está muy bien. Ahora que yo me pregunto
si, obsesionados como estarán pretendiendo fotografiarlo todo, buscar las
mejores vistas, penetrará en ellos la realidad que les rodee. Me parece que lo
único que les quedará será eso: la imagen externa, la apariencia. Y encima,
vista a través de un cacharro.
-Paparruchas de chalao intransigente. Con lo bueno que es
eso de que lo que tú ves en un momento, pueda hacerse partícipe a todos tus
amigos, a todo el mundo.
-Ya ya. Si no lo veo, no lo creo.
-Eso, eso.
-Pues… yo que no veo, ¿en qué creo?
-Mire, déjem en paz. Allá usted con sus problemas, búsquese
la vida. Yo marcho a seguir fotografiando el mundo.
-¿Y los libros? ¿Y las cartas entre enamorados? ¿Y los
mensajes de esperanza lanzados al viento?
¿Lo dudan? El anónimo resistente no obtiene respuesta a sus incorregibles
preguntas. ¿Quién iba a querer respondérselas? Todos están subyugados _¿cegados
diría él?_ ante la espectacularidad del criterio general.
¿A qué empeñarse en ir contra corriente? ¿Qué puede hacer él?
Además algo también le tienta: ¿por qué no ser como los demás? ¿Mostrar que él
también puede sacar imágenes? Algunas serán inútiles, pero otras habrá _menudo
es él_ que hasta superarán a las que hagan los supuestos videntes.
Dudas, deseos, inquietudes, certezas…
Una niña se acerca al ciego.
-¿No me va a fotografiar?
-A ti, niña, ¿por qué?
-Para que la guarde y el día de mañana pueda enseñarla a
quienes hablen de mí.
-¿Hablar de ti? ¿Por qué?
-Seré una estrella.
-Ah, buena es ésa. Sí que tienes ilusiones. Espero te salga
bien.
-Quiero hacer grandes cosas para ayudar a que los demás sean
felices gracias a mí.
-Bien, bien.
-¿Entonces?
-Es que soy ciego. Y las fotos que yo hago no sé si salen
bien.
-Pruebe que ya le diré yo.
-A ver a ver. Uy si me ha sacado distinta de cómo soy. Si lo
que ahí se ve no es otra cosa que… ¡Letras y más letras! Letras de colores,
pero letras al fin. ¿Cómo lo ha hecho?
-Es que mis imágenes se hacen a base de palabras aunque
estén pasadas de moda. Palabras que surgen de detrás, del fondo.
-Qué raro. Y el caso es que me gusta lo que veo. Son bonitas
estas letras.
Mientras esto sucede, alrededor de ciego y muchacha la
muchedumbre transita apresurada, pugnando por hacerse con la mejor imagen, sin darse
cuenta de que están dejando atrás unos curiosos azulejos que tienen escritas
frases.
En el nuevo tiempo,
sí. En el nuevo tiempo una mujer se ha convertido en experta recopiladora de
historias y romances, de frases inscritas en azulejos y placas. Se llama Ana y
desde su especialidad está logrando que en el mundo de imágenes haya aún hueco
para algo más, algo que por mucho que pocos quieran reconocérselo realmente,
cala hondo porque no se ve, porque hace sentir. Es aquello que, un lejano día,
un ciego le enseñó.
2 comentarios:
Olé ay, Alberto!! Luchemos juntos porque las imágenes no suplanten nunca a las palabras, porque una imagen (aunque digan que vale más que mil palabras) no haga sombra a aquéllas que cada día se convierten en los ojos de tantas personas... ya se apilen éstas en emocionantes cartas de amor, en blogs de palabras prohibidas o en guías turísticas de cómo transitar por España. Que yo apoyo la iniciativa de todo aquel que defienda la palabra con tan buenhacer como tú y elegancia.
¡Toma castaña! Un abrazo en el nuevo tiempo.
Rosa, gracias por la recomendación. Ya me gustan las castañas aunque más aún las castañuelas tocadas por chicas guapas como vos. jejejeje.
Sí, sí. Las imágenes están bien pero aún mejor lo están las palabras que convierten la imagen en sentimiento e imaginación. Tú eres de las sabias escritoras que lo consigues.
Cuídate y a seguir inquietando palabras prohibidas que son sentimientos nobles.
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