¿Acaso merece la pena recordar a cada momento lo difícil que
es sonreír siendo ciego? ¿Que quisiste visitar el Campo de San Francisco en
Oviedo y teniéndolo al lado, fuiste incapaz de atravesar, sin tener que
preguntar, la Plaza de la Escandalera? ¿Que pediste un taxi para ir a coger el
autobús que te llevaría al pueblo toledano de Cabezamesada y el taxista, sin
avisarte, te dejó 20 metros más atrás justo en el punto en el que al salir del
coche tenías una moto con la que tropezar sin tú saberlo? ¿O que tus propios
compañeros ciegos asturianos duden de que lo que escribiste en tu último libro
sea cierto y que pretendan que les convenzas de que realmente disfrutas
viajando? ¿O que no puedas ver a las guapas cabezudas vestidas de fiesta por
mucha minifalda o top que lleven a la verbena de la plaza? ¿O que seas incapaz
de encontrar la escultura de Ana Ozores en la plaza de la catedral ovetense por
cerca que esté? ¿O que cuando vas a adorar la reliquia de San Antonio de
Padua,en la misa mayor de la iglesia cabezuda el sacerdote que la porte no se
dé cuenta y te des un golpe en la frente con ella? ¿Vale la pena dar pena? ¿Que
te digan que qué pobre eres que siendo tan joven te quedaras ciego o que creas
que estás hablando con alguien y se ha ido sin avisarte o que crees que a quien
saludas es una persona en vez de otra confundiéndole el nombre?
¡¡No!! No vale la
pena dar pena. Lo que vale la pena es dar esperanza, ilusión y ganas de vivir
en plenitud.
Y por eso durante los dos últimos fines de semana he
zascandileado otra vez más de pequeña odisea en odisea. Entre el 4 y el 7 de
junio en Oviedo para presentar mi libro, celebrar mi cumple y recorrer alguno
de los pueblos asturianos; y entre el 13 y el 14, viajando a esa localidad
toledana lindante con Cuenca que es Cabezamesada para participar en las fiestas
en honor de san Antonio.
Porque, en absoluto estoy dispuesto a dar pena te diré que
me emocioné en el Centro de Prensa del diario La Nueva España con las palabras
de la concejala de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Oviedo y las de Joserra
al presentarme, que sonriera al decirme que no publique tan pronto mis motivos
para sonreír en Watshapp, que me tomé un desayuno principesco en la pastelería Rialto
para inaugurar mi año 49, que me impresionó visitar la Universidad Laboral de
Gijón y escuchar el mar en Luanco y Candás, lo mismo que el sonido de gaitas en
esa plaza de La Escandalera.
Igual que me emocioné y disfruté, o más aún, al recibir el
regalo de natural acogida y sincero cariño de los quintos del 64 en Cabeza, lo
bonita que fue la misa de San Antonio con el coro y la banda, lo mismo que la
procesión con los encares hacia las casas, el pasear por la calle del Aire o la
calle Ciega o por la Glorieta de Cabezamesada.
Sonrío porque sonreír sí vale la pena ante la maestría del
maitre del restaurante La cama de la abuela de Oviedo al ponderarnos sus
propuestas gastronómicas, asegurándonos que la tarta de manzana está especialmente
rica, expresión con la que me quedaré para decirle a a una cabezuda que está
especialmente guapa aunque yerre al pensar en mariposas y halos rosas; lo mismo
que sonrío al recordar cómo me regalan por el cumple los ingredientes
necesarios para guisar una fabada, a mí que no tengo ni idea de guisar o que
tenga un ojo excelente para coger la porra más gorda y mojarla en chocolate
pasadas las 5 de la madrugada después de haberme librado de que me atraparan
los toros de fuego, estando como estaba a resguardo en el portal de casa Pedro
y Angelines en Cabezamesada.
No, claro que no vale la pena dar pena cuando vas de acá
para allá bien acompañado de amigos como Elena, Joserra y Ana, Pedro y
Angelines, Antonio e Inma o Santi, y eres agasajado como al que más por Santos
y Paloma.
Sonrío ante la curiosidad de Amaya, Marián y Andrés, que
reservan un rato de su marcha palillera para preguntarme cómo hago las cosas
sin ver y cómo ellos sís se creen lo que les cuento y aún más sonrío al
recibir, no la compasión, si no la admiración de unos y otras.
Y cómo va a valer la pena dar pena si el 14 de junio,
mientras recordaba a mi amigo Carlos que ese día tendría que haber cumplido 51
años, quinto también del 64 murió hace 6, él con sus rizos y su chulería de
buen tío, me nombraban Quinto de Honor no pidiéndome a cambio otra cosa si no
que siga siendo el Albertito soñador, sonriente, entregado, entusiasta,
optimista, amigo, aventurero y yo qué sé qué más.
Y otrosí, como dirían los clásicos, cómo va a valer la pena
dar pena si en todos estos saraos y vivencias hay siempre un sol que brilla a
mi lado iluminando mi utopía de normalidad, un sol que lleva por nombre la
amistad y apellido la serena discreción.
4 comentarios:
Alberto soy Maribel,de Cabezamesada.
Solo decirte que es tan hermoso lo que escribes, que me emociona muchísimo, me permite ver la vida de otra manera más atenta, más desde el corazón.
De verdad, muchísimas gracias por compartir todo esto.
Besos
Alberto soy Maribel,de Cabezamesada.
Solo decirte que es tan hermoso lo que escribes, que me emociona muchísimo, me permite ver la vida de otra manera más atenta, más desde el corazón.
De verdad, muchísimas gracias por compartir todo esto.
Besos
Alberto, una vez más me emociono al leerte. Sigue por favor, sigue zascandileando y sufriendo pequeñas odiseas y sigue deleitándonos mientras nos las cuentas. Espero que Antonio y yo podamos seguir participando en alguna de ellas junto con Elena, Ángeles y Pedro y los amigos que se quieran unir. Gracias, gracias por tus palabras. Un beso tan grande como tú. Inma
Magnífico
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