martes, 16 de junio de 2015

Mis penúltimas pequeñas odiseas: ¿vale la pena dar pena?



¿Acaso merece la pena recordar a cada momento lo difícil que es sonreír siendo ciego? ¿Que quisiste visitar el Campo de San Francisco en Oviedo y teniéndolo al lado, fuiste incapaz de atravesar, sin tener que preguntar, la Plaza de la Escandalera? ¿Que pediste un taxi para ir a coger el autobús que te llevaría al pueblo toledano de Cabezamesada y el taxista, sin avisarte, te dejó 20 metros más atrás justo en el punto en el que al salir del coche tenías una moto con la que tropezar sin tú saberlo? ¿O que tus propios compañeros ciegos asturianos duden de que lo que escribiste en tu último libro sea cierto y que pretendan que les convenzas de que realmente disfrutas viajando? ¿O que no puedas ver a las guapas cabezudas vestidas de fiesta por mucha minifalda o top que lleven a la verbena de la plaza? ¿O que seas incapaz de encontrar la escultura de Ana Ozores en la plaza de la catedral ovetense por cerca que esté? ¿O que cuando vas a adorar la reliquia de San Antonio de Padua,en la misa mayor de la iglesia cabezuda el sacerdote que la porte no se dé cuenta y te des un golpe en la frente con ella? ¿Vale la pena dar pena? ¿Que te digan que qué pobre eres que siendo tan joven te quedaras ciego o que creas que estás hablando con alguien y se ha ido sin avisarte o que crees que a quien saludas es una persona en vez de otra confundiéndole el nombre?
 ¡¡No!! No vale la pena dar pena. Lo que vale la pena es dar esperanza, ilusión y ganas de vivir en plenitud.
Y por eso durante los dos últimos fines de semana he zascandileado otra vez más de pequeña odisea en odisea. Entre el 4 y el 7 de junio en Oviedo para presentar mi libro, celebrar mi cumple y recorrer alguno de los pueblos asturianos; y entre el 13 y el 14, viajando a esa localidad toledana lindante con Cuenca que es Cabezamesada para participar en las fiestas en honor de san Antonio.
Porque, en absoluto estoy dispuesto a dar pena te diré que me emocioné en el Centro de Prensa del diario La Nueva España con las palabras de la concejala de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Oviedo y las de Joserra al presentarme, que sonriera al decirme que no publique tan pronto mis motivos para sonreír en Watshapp, que me tomé un desayuno principesco en la pastelería Rialto para inaugurar mi año 49, que me impresionó visitar la Universidad Laboral de Gijón y escuchar el mar en Luanco y Candás, lo mismo que el sonido de gaitas en esa plaza de La Escandalera.
Igual que me emocioné y disfruté, o más aún, al recibir el regalo de natural acogida y sincero cariño de los quintos del 64 en Cabeza, lo bonita que fue la misa de San Antonio con el coro y la banda, lo mismo que la procesión con los encares hacia las casas, el pasear por la calle del Aire o la calle Ciega o por la Glorieta de Cabezamesada.
Sonrío porque sonreír sí vale la pena ante la maestría del maitre del restaurante La cama de la abuela de Oviedo al ponderarnos sus propuestas gastronómicas, asegurándonos que la tarta de manzana está especialmente rica, expresión con la que me quedaré para decirle a a una cabezuda que está especialmente guapa aunque yerre al pensar en mariposas y halos rosas; lo mismo que sonrío al recordar cómo me regalan por el cumple los ingredientes necesarios para guisar una fabada, a mí que no tengo ni idea de guisar o que tenga un ojo excelente para coger la porra más gorda y mojarla en chocolate pasadas las 5 de la madrugada después de haberme librado de que me atraparan los toros de fuego, estando como estaba a resguardo en el portal de casa Pedro y Angelines en Cabezamesada.
No, claro que no vale la pena dar pena cuando vas de acá para allá bien acompañado de amigos como Elena, Joserra y Ana, Pedro y Angelines, Antonio e Inma o Santi, y eres agasajado como al que más por Santos y Paloma.
Sonrío ante la curiosidad de Amaya, Marián y Andrés, que reservan un rato de su marcha palillera para preguntarme cómo hago las cosas sin ver y cómo ellos sís se creen lo que les cuento y aún más sonrío al recibir, no la compasión, si no la admiración de unos y otras.
Y cómo va a valer la pena dar pena si el 14 de junio, mientras recordaba a mi amigo Carlos que ese día tendría que haber cumplido 51 años, quinto también del 64 murió hace 6, él con sus rizos y su chulería de buen tío, me nombraban Quinto de Honor no pidiéndome a cambio otra cosa si no que siga siendo el Albertito soñador, sonriente, entregado, entusiasta, optimista, amigo, aventurero y yo qué sé qué más.
Y otrosí, como dirían los clásicos, cómo va a valer la pena dar pena si en todos estos saraos y vivencias hay siempre un sol que brilla a mi lado iluminando mi utopía de normalidad, un sol que lleva por nombre la amistad y apellido la serena discreción.

    

4 comentarios:

Unknown dijo...

Alberto soy Maribel,de Cabezamesada.
Solo decirte que es tan hermoso lo que escribes, que me emociona muchísimo, me permite ver la vida de otra manera más atenta, más desde el corazón.
De verdad, muchísimas gracias por compartir todo esto.
Besos

Unknown dijo...

Alberto soy Maribel,de Cabezamesada.
Solo decirte que es tan hermoso lo que escribes, que me emociona muchísimo, me permite ver la vida de otra manera más atenta, más desde el corazón.
De verdad, muchísimas gracias por compartir todo esto.
Besos

Unknown dijo...

Alberto, una vez más me emociono al leerte. Sigue por favor, sigue zascandileando y sufriendo pequeñas odiseas y sigue deleitándonos mientras nos las cuentas. Espero que Antonio y yo podamos seguir participando en alguna de ellas junto con Elena, Ángeles y Pedro y los amigos que se quieran unir. Gracias, gracias por tus palabras. Un beso tan grande como tú. Inma

Anónimo dijo...

Magnífico

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