Como complemento a lo escrito por mi buena amiga Rosa
Sánchez en su blog, cuya dirección te pongo para que lo visites y leas su
certera crónica, además de alegrarte la vista, si puedes, jajajaj, ya que yo no,
con las imágenes que pone, te cuento algo de estos días pasados nuevamente en
tierras murcianas y de la vega baja del Segura.
Aquí el enlace antes de nada:
Y bien, después de que hayas leído lo escrito por Rosa,
acaso no quieras seguir leyendo más. Pero si no es así, yo te contaría que…
Es verdad, fui cansado por días intensos de efemérides
literarias y sabedor de que Mis pequeñas odiseas crece a duras penas en medio
de dificultades varias, que estaba muy reticente ante la efectividad de
enfrentarme a grupos de 90 alumn@s por hora de forma continuada, por mucha
experiencia que tenga y por ingenioso que pueda ser el planteamiento de mi
actividad, y que pudieran resultarme poco cálidos los espacios ofrecidos.
Pero sí, verdad es que lo esencial de volver a esas tierras no
es otra cuestión que la del reencuentro con quienes ocupan un rincón importante
en mi corazón.
Parece imposible que puedan quedar motivos por los que
regresar, después de experiencias como las ya vividas, pero claro, claro que sí
los hay. Y los hubo.
Bajar del tren, ser abrazado con emoción, ser esperado sin
prisas ni agobios.
Ya estoy en Balsicas, ya estoy con Rosa, ya vuelvo a Los
Alcázares y al hotel Cristina. José Antonio, Jose, me ayuda, me guía como si
siempre me hubiera guiado. Y nos lleva a cenar a un nuevo sitio que es
soberbio, una fastuosa hamburguesa y una piña caramelizada con helado de coco,
ahí es nada, esto sí que es llegar a lo grande.
Los actos literarios del sábado, más allá de los números,
que si sólo fueran, hablaríamos de fracaso, se transforman en triunfo por lo
que simbolizan. Entrega de premios a escolares en ambos casos. A mí me toca
entregar los 2ºs, una cámara de fotos y una
bicicleta; incidiéndoles a mis premiados y al resto en lo importante que es la
lectura y cómo escribir es pintar mundos de luz. Pascual, un señor que “pasaba
por allí, por el Centro Comercial Infante para hacer la compra encargada por su
mujer, se queda a escucharme, atónito ante lo que contempla, Paco Rabadán
vuelve a ser mi entrevistador magistral con su ingenio y su gracia, María, la
directora de la Casa de Cultura de Pilar de la Horadada se acerca a acompañarme
en Dos Mares, Charo y Paco ponen voz a dos crónicas haciéndolas grandes odiseas…
Ramón y Lupe vuelven a acogerme con dulzura, los números juegan con nombre de montadito
aunque no sea ni el 69 ni el 57 ni el 34, mientras lleve queso fresco y cebolla
caramelizada… qué más da cuál sea su número.
El domingo es inolvidable, es cálido, es único. Día de
familia, de hogar, de compartir. Es lo mejor que uno puede desear, es el reposo
del ciego que trastabillea para recuperar el equilibrio. Es probar una mona
casera soberbia, es conocer Rojales y su leyenda de la Encantada, es tomarse un
digestivo a la sombra de un porche en Pinar de Campo Verde. Es saber qué es la
alcachofa rellena y la cortá, y comprender la necesidad de quien, después de
toda una vida de lucha, lo único que tiene es la ilusoria quimera de que alguien
escuche su soledad en una residencia de ancianos, reflexionar acerca de lo que
significa que otra residente piense en regalar su calzador a quien sueña con
haberse echado un novio en el desierto de sus oníricos pensamientos.
Y llegará el lunes del regreso, la prueba del colegio,
superada a duras penas pues sin duda se confirmaron las reticencias de lo
ineficaz de querer meter a tantos alumn@s y regresaré a Casa Pedro y la
camarera se volverá a acordar de mí y me pedirá que vuelva pronto y llegaremos
a la estación de Balsicas por los pelos, más aún, por la lana del rebaño de
ovejas que habrá de sortear Emilio para que no nos cierren el paso y pierda el
tren.
Y, como el viernes, a mi llegada, volverá a estar Rosa y Jose
para devolverme sano y salvo.
Sí, tuve motivos para regresar: conocí a Jose, carpintero de
oficio, y de almas, que quiso regalarme una caja de caramelos para la tos, que
me enseñó a entender el habla de los murcianicos de pro y que se indignó porque
la gente no comprara más libros; comprobé cómo Miryam ha crecido en altura y
madurez, qué guapa estaba con su vestido nuevo y sus bailarinas, con su
camiseta remangada, con su voz de hada y su ingenuidad de niña; a Joaquín, que
me llevó las manos al banco donde, de niño, junto con su padre, vendía bolletes
a los jornaleros que esperaban trabajo al amanecer y que quiso darme un curso
de botánica pero que quedó en una cata de mona con zumo de naranja tan
naturales como él; y descubrí que Emilio y Nuria continúan construyendo
literatura con los cimientos de la niñez y la magia de la ilusión.
Pero más aún, aún quedaron motivos por los que regresar: dar
un paseo por la playa, acaso de Lopagán, recibir algún achuchón curvilíneo, dar
a luz historias de sombras y de días, de pícaros ciegos y guapas ladronas de
libros.
Pasará el tiempo y acaso vuelva a pasar por allí aquel buen
señor Pascual y vuelva a encontrarse conmigo y vuelva a tachar de surrealista
el que un ciego quiera ver con otros ojos y se empeñe en escribir páginas de
colores y luz. Y la familia de Rosa vendrá a Madrid o me esperará en el Pilar sin
que importen ni los números ni las pretensiones literarias de los demás porque
disfrutaremos creando valores y sembrando respeto aunque ni presentemos libros ni
sorprendamos con espectaculares actuaciones de marketing. No, no; porque el
verdadero valor de Rosa y su familia, el verdadero valor de nuestra amistad,
como ocurre con lo esencial, será invisible para quienes no hayan aprendido aún
que lo verdaderamente importante a de verse con los ojos del corazón.
2 comentarios:
¿Estuviste en Rojales? Yo pasaba por allí para ir a trabajar hace cuatro años. Pero no llegaba a entrar en el pueblo. Un abrazo.
Soberbia y emocionante crónica, figuraza, prueba de tu valía personal y de tu larga memoria. ¡Gracias! Sabes que siempre será un placer recibirte y acompañarte por los caminos de la amistad y la ilusión literaria. Yo apuesto por ese niño que quiso demostrarle al mundo que él también valía y hoy es uno de los mejores escritores que conozco. Porque no sólo cuenta el conocimiento o la experiencia, no. También cuenta tener categoría y con eso se nace. Así que, Alberto: lo has conseguido, tú puedes, tú vales. Enhorabuena por esa nueva y maravillosa obra y gracias por compartirla con quienes apreciarla saben. Recuerdos de Álvaro y Maese Rodrigo.
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