martes, 28 de abril de 2015

Murcia de nuevo: pasaba por allí



Como complemento a lo escrito por mi buena amiga Rosa Sánchez en su blog, cuya dirección te pongo para que lo visites y leas su certera crónica, además de alegrarte la vista, si puedes, jajajaj, ya que yo no, con las imágenes que pone, te cuento algo de estos días pasados nuevamente en tierras murcianas y de la vega baja del Segura.
Aquí el enlace antes de nada:

Y bien, después de que hayas leído lo escrito por Rosa, acaso no quieras seguir leyendo más. Pero si no es así, yo te contaría que…
Es verdad, fui cansado por días intensos de efemérides literarias y sabedor de que Mis pequeñas odiseas crece a duras penas en medio de dificultades varias, que estaba muy reticente ante la efectividad de enfrentarme a grupos de 90 alumn@s por hora de forma continuada, por mucha experiencia que tenga y por ingenioso que pueda ser el planteamiento de mi actividad, y que pudieran resultarme poco cálidos los espacios ofrecidos.
Pero sí, verdad es que lo esencial de volver a esas tierras no es otra cuestión que la del reencuentro con quienes ocupan un rincón importante en mi corazón.
Parece imposible que puedan quedar motivos por los que regresar, después de experiencias como las ya vividas, pero claro, claro que sí los hay. Y los hubo.
Bajar del tren, ser abrazado con emoción, ser esperado sin prisas ni agobios.
Ya estoy en Balsicas, ya estoy con Rosa, ya vuelvo a Los Alcázares y al hotel Cristina. José Antonio, Jose, me ayuda, me guía como si siempre me hubiera guiado. Y nos lleva a cenar a un nuevo sitio que es soberbio, una fastuosa hamburguesa y una piña caramelizada con helado de coco, ahí es nada, esto sí que es llegar a lo grande.
Los actos literarios del sábado, más allá de los números, que si sólo fueran, hablaríamos de fracaso, se transforman en triunfo por lo que simbolizan. Entrega de premios a escolares en ambos casos. A mí me toca entregar los  2ºs, una cámara de fotos y una bicicleta; incidiéndoles a mis premiados y al resto en lo importante que es la lectura y cómo escribir es pintar mundos de luz. Pascual, un señor que “pasaba por allí, por el Centro Comercial Infante para hacer la compra encargada por su mujer, se queda a escucharme, atónito ante lo que contempla, Paco Rabadán vuelve a ser mi entrevistador magistral con su ingenio y su gracia, María, la directora de la Casa de Cultura de Pilar de la Horadada se acerca a acompañarme en Dos Mares, Charo y Paco ponen voz a dos crónicas haciéndolas grandes odiseas… Ramón y Lupe vuelven a acogerme con dulzura, los números juegan con nombre de montadito aunque no sea ni el 69 ni el 57 ni el 34, mientras lleve queso fresco y cebolla caramelizada… qué más da cuál sea su número.
El domingo es inolvidable, es cálido, es único. Día de familia, de hogar, de compartir. Es lo mejor que uno puede desear, es el reposo del ciego que trastabillea para recuperar el equilibrio. Es probar una mona casera soberbia, es conocer Rojales y su leyenda de la Encantada, es tomarse un digestivo a la sombra de un porche en Pinar de Campo Verde. Es saber qué es la alcachofa rellena y la cortá, y comprender la necesidad de quien, después de toda una vida de lucha, lo único que tiene es la ilusoria quimera de que alguien escuche su soledad en una residencia de ancianos, reflexionar acerca de lo que significa que otra residente piense en regalar su calzador a quien sueña con haberse echado un novio en el desierto de sus oníricos pensamientos.
Y llegará el lunes del regreso, la prueba del colegio, superada a duras penas pues sin duda se confirmaron las reticencias de lo ineficaz de querer meter a tantos alumn@s y regresaré a Casa Pedro y la camarera se volverá a acordar de mí y me pedirá que vuelva pronto y llegaremos a la estación de Balsicas por los pelos, más aún, por la lana del rebaño de ovejas que habrá de sortear Emilio para que no nos cierren el paso y pierda el tren.
Y, como el viernes, a mi llegada, volverá a estar Rosa y Jose para devolverme sano y salvo.
Sí, tuve motivos para regresar: conocí a Jose, carpintero de oficio, y de almas, que quiso regalarme una caja de caramelos para la tos, que me enseñó a entender el habla de los murcianicos de pro y que se indignó porque la gente no comprara más libros; comprobé cómo Miryam ha crecido en altura y madurez, qué guapa estaba con su vestido nuevo y sus bailarinas, con su camiseta remangada, con su voz de hada y su ingenuidad de niña; a Joaquín, que me llevó las manos al banco donde, de niño, junto con su padre, vendía bolletes a los jornaleros que esperaban trabajo al amanecer y que quiso darme un curso de botánica pero que quedó en una cata de mona con zumo de naranja tan naturales como él; y descubrí que Emilio y Nuria continúan construyendo literatura con los cimientos de la niñez y la magia de la ilusión.
Pero más aún, aún quedaron motivos por los que regresar: dar un paseo por la playa, acaso de Lopagán, recibir algún achuchón curvilíneo, dar a luz historias de sombras y de días, de pícaros ciegos y guapas ladronas de libros.
Pasará el tiempo y acaso vuelva a pasar por allí aquel buen señor Pascual y vuelva a encontrarse conmigo y vuelva a tachar de surrealista el que un ciego quiera ver con otros ojos y se empeñe en escribir páginas de colores y luz. Y la familia de Rosa vendrá a Madrid o me esperará en el Pilar sin que importen ni los números ni las pretensiones literarias de los demás porque disfrutaremos creando valores y sembrando respeto aunque ni presentemos libros ni sorprendamos con espectaculares actuaciones de marketing. No, no; porque el verdadero valor de Rosa y su familia, el verdadero valor de nuestra amistad, como ocurre con lo esencial, será invisible para quienes no hayan aprendido aún que lo verdaderamente importante a de verse con los ojos del corazón.


     

2 comentarios:

amelche dijo...

¿Estuviste en Rojales? Yo pasaba por allí para ir a trabajar hace cuatro años. Pero no llegaba a entrar en el pueblo. Un abrazo.

Rosa Sánchez dijo...

Soberbia y emocionante crónica, figuraza, prueba de tu valía personal y de tu larga memoria. ¡Gracias! Sabes que siempre será un placer recibirte y acompañarte por los caminos de la amistad y la ilusión literaria. Yo apuesto por ese niño que quiso demostrarle al mundo que él también valía y hoy es uno de los mejores escritores que conozco. Porque no sólo cuenta el conocimiento o la experiencia, no. También cuenta tener categoría y con eso se nace. Así que, Alberto: lo has conseguido, tú puedes, tú vales. Enhorabuena por esa nueva y maravillosa obra y gracias por compartirla con quienes apreciarla saben. Recuerdos de Álvaro y Maese Rodrigo.

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