Buena noche de miércoles:
Porque todo tiene que acabar, acaban aquí los diálogos entre
la oruga ciega y el ciempiés paralítico.
Espero os hayan resultado curiosos semejantes diálogos.
Un abrazo de despedidas.
De adioses y despedidas
-Cari, qué malita he estado. Ay ay ay, cómo me duelen las
alas.
-Sí, vida mía, oru. Creí que no volverías en ti. Cómo
sangrabas… pero, ¿sabes una cosa? Tus alas son preciosas. Nunca vi alas iguales
a las tuyas.
-¿Tienen puntillas? Es que me acuerdo de cuando veía que las
señoras, lo primero que buscaban para pavonearse eran las puntillas.
-A mí de ti sólo me gustan las mejillas y las orillas, nada
de las puntillas. Sería curioso… una mariposa con puntillas. Y qué más.
-La verdad que sí, no parece que hagan juego.
-¿Lo has pasado mal vida mía? Ahora que puedes volar, aunque
sea a lomos del viento… ¿te marcharás? No te fíes no vayas a acabar clavada con
una chincheta en la pared de algún melifluo coleccionista de lepidópteros. Ten
cuidado.
-Ay no, ciempi. Siempre te querré. Hemos estado tan a
gustito estos meses. ¿Te acuerdas cuando te contaba chismes de los humanos?
-Cómo olvidarlo. ¿y cuando organizamos la fiesta con los Cantores
de Grillis?
-Sí, sí. La chicharra de la caparra era toda una corista. Lo
hemos pasado bien, ¿verdad ciempi querido? ¿Eh que sí?
-Yeeeees. Sé que debes marchar en pos de tu destino y sé
también que yo me quedo aquí hasta acabar siendo devorado por cualquier
pajarraco o pajarraca. Qué le vamos a hacer. ¿Me dejarás algo como recuerdo?
-Claro. ¿No te imaginas qué?
-Ummmmm ¿tu tanga?
-Yeeeees. Cuida no te vayas a enredar entre sus gomitas.
Pobre ciempi, cuánto te voy a recordar.
-Bueno… serás feliz como una lombriz.
-Cuéntame algún vicio más de los humanos antes de marcharte,
anda… joooo, porvfa….
-Los que se juegan lo que no tienen apostando a un número o
una bolita o un pedazo de cartón. Qué ilusos. Qué poco comprenden que ahorrando
lo que se juegan ganarían lo que esperan ganar perdiendo lo que gastan.
-Pero si me dijiste que había humanos avaros y cicateros, de
los que no gastan ni en cerillas para alumbrarse en la noche ni en vestidos
para arropar sus carnes colgantes. Y ahora dices que hay quienes se gastan lo
que no tienen en unas bolitas y unos pedazos de cartón. Te digo, oru, que no te
entiendo.
-Bien claro que hablo. A los que no entenderás, como yo
tampoco lo hice nunca, es a ellos, los humanos. Lujuriosos, hipócritas,
charlatanes, cobardes, fanfarrones, pelotas, pervertidos y mercachifles.
-¿Y yo? Ciempuzo, me decías. Y no sé qué más.
-Ah, pero era con cariño. Me deslumbraste a la primera, lo
mío por ti fue amor a primera vista.
-A primera y última, que con lo cieguita que viniste…
Cieguita viniste y cieguita te fuiste.
-Sí, pero ciega de ira llegaba y ciega de amor me voy.
-Anda, oru. Dame un último abrazo. Envuélveme con tus alas.
-¿Querrás? ¿Querrías?
-Ayyyyyy oru. Qué bien estoy así, que mortaja tan suave.
Una rana, que tiempo atrás fue sapo y que fue objeto de
burlas por una extraña pareja de bichejos, ahora vuelve a la charca y si algo
fuera a llamarle la atención sería un curioso artilugio. Un carricoche cuyas
ruedas son dos setas. Está desvencijado, abandonado, roto.
Pero aún más algo increíble le llamará la atención. Una
hermosa mariposa de alas de colores está despatarrada y a su lado un ciempiés
figura caído en una postura imposible. La rana salta… se da el banquetazo… le
sabe bueno el menú… Pero qué tonta la rana… Por arte de magia se queda ciega y
paralítica… Qué puede hacer… Esperar, claro. Esperar a que venga la princesa y
deshaga el hechizo. Ahora que cuando lo haga… ¿el príncipe seguirá siendo ciego
y paralítico?
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